La promesa del actual gobierno de impulsar la llamada economía naranja de industrias creativas es una gran hipocresía en materia literaria.
La mejor prueba de ello es la falta de compromiso de los Ministerios de Cultura y de Hacienda para apoyar el financiamiento del Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez, convocado desde 2014 por el Ministerio de Cultura y la Biblioteca Nacional y que venía entregando cada año una jugosa bolsa de 100.000 dólares al ganador.
Para muchos buenos escritores que se abren paso con las uñas en la industria, sin el monopólico respaldo comercial y mercadotécnico de las grandes editoriales (para nada garantía de calidad literaria), este tipo de reconocimientos son una forma de dar a conocer su valiosa obra y compensar los muchos libros que tal vez por años han tenido que financiar de su propio bolsillo en editoriales independientes.
Y la continuidad de un premio, tanto en las fechas de su convocatoria como en la bolsa otorgada, como ocurre con tantos otros como el Premio Alfaguara de Novela en España, dotado con 175.000 dólares, o el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances en México (que entrega 150.000 dólares), es lo que más contribuye a su prestigio. Si la convocatoria o la bolsa del premio empiezan a flaquear, el premio empieza a perder ese prestigio, deja de tomarse en serio.
Por el alcance de la convocatoria y la bolsa otorgada, el premio sin duda se había convertido en el más importante en el género del cuento en Hispanoamérica.
Con llamados de atención como este, ojalá la ministra de Cultura, el ministro de Hacienda y el propio presidente Duque se pongan las pilas y destraben a la brevedad la partida presupuestaria que seguramente la Biblioteca Nacional está esperando para que la convocatoria del Premio siga su curso normal.
En honor al más grande escritor que el país ha dado —y uno de los mejores de la literatura universal–, Colombia se merece mantener el prestigio del Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez.