Colombia, es un país que se mueve al ritmo de los escándalos mediáticos. Es tanta la corrupción y el desorden social, que el escándalo de hoy, hace olvidar al de ayer. La agitación que se genera alrededor de un episodio es tan grande que parece que el fin del país ha llegado, sin embargo, al otro día, nadie recuerda el suceso, por lo tanto, no pasa nada, no hay soluciones ni castigos, la corrupción campea libremente y en la población se origina un sentimiento de impotencia que nos lleva a que nada nos importa y que todo es aceptado como normal.
El escándalo originado por los comentarios machistas y discriminatorios de Fabio Zuleta y el pretendido “palabrero Wayúu”, Roberto Barroso, es una muestra clara de este tipo de comportamiento de los colombianos. Inicialmente, parecía que, por fin, la justicia se iba a hacer presente, que lloverían truenos y centellas contra esta pareja de irresponsables, cuando ya todos sabíamos, que no pasaría nada, no solo por el personaje involucrado, sino porque aquí no pasa nada, la justicia es inoperante y los entes de control se aprovechan de ese estilo farandulero de administrar justicia, para ocultar los actos de corrupción.
Fabio Zuleta, hermano de Poncho Zuleta, el cantautor vallenato, famoso por su frase de “Viva la tierra paramilitar” y que se ha caracterizado por sus incontables escándalos. Esta élite social, parece gozar de impunidad total: sus escándalos son graves y públicos, sus relaciones oscuras, conocidas, sin embargo, nunca les pasa nada, tienen total control sobre la justicia, sus instituciones y sobre los medios de comunicación; por eso, se sabía con anticipación que, alrededor de este escándalo, no pasaría nada, que, a la semana, todo sería olvidado y que el orgullo herido de los Wayúus se calmaría con un fricase de chivo y una parranda vallenata.
Pero a lo que nadie se refirió en el suceso en mención, es el papel jugado por la radio en este acontecimiento, lo cierto, es que el comportamiento de Fabio Zuleta, no es único, la radio colombiana ha caído a un nivel de vulgaridad y malos gustos alarmantes, solo hay que subirse a un bus de transporte público o tomar un taxi, en cualquier ciudad para escuchar esas emisoras sintonizadas por los conductores, haciendo uso de un lenguaje vulgar, chistes verdes y de doble sentido, supuestos orientadores sexuales utilizando el morbo y el mal gusto, para referirse a las mujeres y a las relaciones de parejas; la vulgaridad campea, trovadores de medio pelo, compiten en la grosería y la pedantería, cuando no es, “moler” reguetón de letras que ponen a la mujer en lo más bajo de los sentimientos sociales.
¿Cuándo cayó tan bajo la radio colombiana?, lejos quedaron los tiempos en que la radio servía para transmitir cultura, conocimiento, educación. Hoy la radio, tanto de las grandes ciudades como la de pequeños pueblos, vive una competencia de vulgaridad y mal gusto, por eso, se presentó la conversación de Fabio Zuleta y el supuesto palabrero Wayúu; hoy, en la radio, es normal este tipo de diálogos, que en el momento, se necesitaba una cortina de humo, para, desviar la atención del escándalo relacionado con la Ñeñepolítica y los dineros sucios aportados a la campaña presidencial de Duque, por eso, se armó todo ese show mediático que todos sabíamos no terminaría en nada.
Pero el escándalo sirvió para mostrar a una etnia poco conocida por los colombianos. Los Wayúu, a pesar de ser una etnia matrilineal, es el hermano de la madre de la novia, un hombre, el que administra los bienes de la dote que el novio, debe aportar en el matrimonio, tiene una estructura social y cultural compleja, están conformados por clanes familiares, cada clan con su propio territorio y su propio animal totémico. Existe la autoridad tradicional que es la encargada de administrar justicia y resolver los problemas que se presenten tanto al interior del clan como en las relaciones entre los clanes; el putchipu, o palabrero wayúu, juega un papel importante en ese rol de resolver los conflictos.
A pesar de ser una sociedad matrilineal, es el tío materno el personaje más importante, es la autoridad ante los hijos de la familia, por encima incluso de los padres biológicos, sin embargo, la mujer, tiene un papel fundamental en la familia, son muy activas política y socialmente.
El matrimonio se realiza entre personas de diferentes linajes uterinos, y el padre del novio, debe aportar una dote a los padres de la novia, la dote es un aporte material de la familia del novio hacia la familia de la novia, en ningún caso significa una compra de la novia, esta dote es administrada por el tío materno y tiene como fin garantizar la seguridad económica de la novia. Los hombres wayúu pueden practicar la poligamia que, al depender de la capacidad económica del hombre para responder económicamente por los hijos, representa cierto prestigio, pero para la mujer, el adulterio es castigado con el divorcio y la obligan a devolver la mitad de la dote a la familia del marido. Al ser una sociedad matrilineal, los hijos se crían con la familia de la madre, tiene la cultura wayúu un complejo sistema social, cultural y de justicia, que utilizan para resolver los conflictos y las relaciones entre los clanes; los conocimientos se pasan de generación en generación, tejidos y plasmados por las manos de las mujeres en mochilas y objetos de singular belleza, con la llegada de la modernidad, el uso de materiales industriales ha venido reemplazando a las fibras naturales en la fabricación de sus mochilas y objetos tradicionales.
Al mismo tiempo, la modernidad, ha generado una fuerte diferenciación social entre los Wayúu que viven en las rancherías y los que se han desplazado a la ciudad y los pueblos. La comunidad que habita en las rancherías viven en condiciones miserables, abandonados, sin recursos, sin servicios públicos, habitando en el semidesierto de la alta y media Guajira, en ranchos destartalados, sin alimentos, sin agua, lo que ha llevado a que en los últimos años, más de cinco mil niños Wayúu hayan muerto de hambre y desnutrición, mientras tanto, sus líderes, en la ciudad, viven de la corrupción, de los negociados que realizan con los políticos corruptos, que ponen los votos wayúu al servicio de los candidatos del narcótrafico, el paramilitarismo y la corrupción.
Estos líderes, los encuentran todos los días visitando las sedes de la Gobernación o de las alcaldías, consiguiendo recursos que terminan en sus beneficios personales, en la compra de apartamentos en la Guajira o en Venezuela, que se desplazan en autos lujosos, vestidos con atuendos típicos fabricados con telas importadas y con almacenes y negocios donde venden a altos precios las mochilas y accesorios que las manos indígenas fabrican allá en la ranchería y que les pagan a precios irrisorios, que después son vendidas a altos precios en las ciudades.
Esos líderes y princesas wayúus, que se sintieron ofendidos por las palabras de Fabio Zuleta, son los responsables y beneficiarios de ese alto grado de corrupción, que guardan silencio ante la situación miserable en que viven los indígenas en las rancherías y ante la muerte de miles de niños por hambre y abandono, por eso, el escándalo pasó y todo se arregló con una parranda vallenata.