Ya el vocabulario empieza a cambiar; teletrabajo, telesalud, teleeducación, son términos, otrora tan lejanos como desconocidos, que por fuerza de un diminuto virus han terminado por hacer parte de lo cotidiano. Como cualquier palabra, un signo cargado de significado. Una triada que anuncia con la fuerza de sus silabas y letras una virtualidad cada vez más próxima. Testigos inmediatos, heraldos de un tiempo futuro anidado a la vuelta de la esquina. Una realidad quimérica entre lo real y lo virtual empieza a gatear. Dispara por el mundo su red sin discriminación alguna; países del norte y del sur, países de occidente y del oriente caen como bichos víctimas de una común desesperación y que al unisonó, con gutural grito desesperado, emanan de sus bocas un único pregón: el de la digitalización.
Latinoamérica ya empieza a coquetear con la digitalización. Si, hablamos de economías digitales y teletrabajo, telesalud y teleeducacion, redes 5G y conectividad digital. Pero entre el póker de posibilidades, las aplicaciones o APPS para teléfonos móviles se convierten en el gran aliado en tiempos pandémicos. Colombia, hace ya un buen tiempo atrás, anuncio el lanzamiento de su propia aplicación móvil para combatir el Covid-19 (CEPAL, 2020, pág. 15). CoronApp, así bautizada la aplicación, se anuncia tan familiar como beneficiosa; llega tocando a la puerta de la cotidianidad de las personas mediante un mensaje de texto en el teléfono móvil, haciendo promesas de Gigas gratis amen de ser descargada. Anzuelo más provocativo que los propios beneficios que brinda la aplicación en sí misma. Quizás un sabroso y necesario aliciente para dejarla entrar en el teléfono, pues la aplicación ya es objeto de exhaustiva revisión crítica.
Hace un par de semanas atrás, el laboratorio de privacidad y seguridad digital de Karisma, K+Lab, público un informe donde se evaluaba el rango de protección que brindaba CoronApp a sus usuarios en lo referente a la privacidad de sus datos. Los resultados fueron tan sorprendentes como inquietantes.
No resulta extraño en estos días que una aplicación pida datos básicos; nombres y apellidos del usurario, sexo y fecha de nacimiento, correo electrónico de contacto y país de origen etc… Respondiendo a la naturaleza de la aplicación, CoronApp, en efecto, pide estos datos así como otros de carácter más sensible; reporte de salud, síntomas relacionados con el virus, viajes al exterior, contacto con personas sintomáticas etc… (K+Lab, 2020, pág. 3). Inquieta sobremanera lo que permanece en las sombras. La aplicación en cuestión puede acceder igualmente a datos personales de manera “no visible,” sin permiso del usuario. Desde contactos del teléfono y localización del dispositivo, hasta redes WIFI cercanas y acceso a dispositivos Bluetooth con los que el teléfono tiene contacto (K+Lab, 2020, págs. 3-4). La inquietud migra y se convierte en alarma. Los teléfonos, otrora bancos de datos independientes, se empiezan a unir y a formar una amalgama de datos en forma de red. Labarthe & Velásquez (2020) ambos autores y artífices del análisis técnico a CoronApp, se aventuran a especular sobre los dispositivos conectados por medio de Bluetooth “…podemos suponer serán usados para aplicar el famoso contact tracing por proximidad. El teléfono empezará a conectarse con otros teléfonos para intercambiar información y saber que otros dispositivos están cerca. No hay claridad sobre quién tendrá acceso a esa información y bajo qué condiciones pero todo esto está ahí listo para ser activado.”
La incertidumbre y falta de claridad sobre este tipo de tecnología sin duda resulta alarmante. Colombia, de ser así, estaría muy cerca de adoptar políticas panópticas digitales como otros países ya lo han venido haciendo durante la pandemia. Un panóptico digital que empezaría a extenderse por el territorio nacional imitando al virus que pretende erradicar. ¿A dónde llegan los datos extraídos por CoronApp? ¿Quién los rastrea? K+Lab ya tiene la respuesta.
Como no podría ser de otra manera, los datos extraídos por la aplicación móvil, ora los sensibles, ora los llamados “no visibles,” son rastreados por los sitios de la presidencia, el instituto nacional de salud y el ministerio de salud. Nada raro, pues así lo demanda la naturaleza de la aplicación. Lo verdaderamente inquietante deviene en que la aplicación tiene conexión igualmente con los servidores de Google y Facebook (K+Lab, 2020, pág. 9), cosa bastante preocupante pues servidores de terceros tienen acceso a aquella información sensible de los usuarios. ¿Por qué terceros tienen acceso a una información tan sensible? ¿Cuál es su utilidad? Lo cierto es que ello constituye violación a la privacidad de los usuarios amen de ser utilizados como simples bancos de datos.
Colombia ya asiste a los sermones clericales del dataismo; se convierte cada día mas en fiel seguidor de la religión de los datos. Alaba a los datos cual dios digital omnipresente y omnipotente e ingiere las respectivas hostias digitales ¿Las alabanzas dataistas serán pasajeras o llegaron para quedarse? Solo el tiempo contestara a la pregunta. De lo que si se tiene plena certeza, es que en un país, donde la historia de antaño y la mas reciente revelan graves intromisiones a la privacidad y seguimientos sistemáticos a jueces, políticos y lideres sociales por medio de instituciones del estado, resulta, cuanto menos peligroso y perjudicial, que con esos antecedentes se de vía libre a recoger datos de la población aprovechando la crisis sanitaria que nos aqueja. Seria como darle un bidón de gasolina a un piromano. Receta para el desastre. Uno invisible a los ojos, pero que se siente en la esfera mas privada de las personas.
Referencias
CEPAL. (2020). Las oportunidades de la digitalización en America Latina frente al Covid-19.
K+Lab. (2020). Análisis de la aplicación CoronApp informe sintetico de analisis tecnico.
Labarthe , S., & Velásquez, A. (17 de Abril de 2020). CoronApp, Medellín me Cuida y CaliValle Corona al laboratorio -O cómo se hackea CoronApp sin siquiera intentarlo-.