¿Qué nos queda por hacer a los jóvenes?
Se pregunta Mario Benedetti en uno de sus poemas, ¿Qué les queda por probar a los jóvenes
en este mundo de paciencia y asco?
Los jóvenes colombianos somos un grupo bastante misceláneo, es decir estamos todos en un mismo espacio pero no conectados, somos inconexos. Nos dividen (o nos dividimos por) las clases sociales, el estrato, el equipo de fútbol, la música, etc. Nos odiamos por diversas razones: porque tiene mucha plata o porque casi no tiene; porque es guiso o gomelo; porque le gusta el reggaetón o el metal; porque es hincha del azul, del verde o del rojo; porque estudia allá o acá (o simplemente porque no estudia). En fin, la lista de lo que nos divide es larga mientras que la lista de las cosas que nos une es corta, y aún más grave, no es del todo clara. Curiosamente, reírnos de las famosas “colombianadas” es tal vez un aspecto que nos agrupa, lo cual es triste y vergonzoso en tanto refuerza una idea negativa sobre nuestra propia identidad. Pensamos que todo lo malo, lo ridículo, grotesco, desagradable es naturalmente colombiano.
Esta idea negativa sobre nosotros mismos, además de una profunda cultura del incumplimiento, como lo describe Mauricio García Villegas*, tiene una relación intrínseca con los problemas de la violencia y con el mismo desarrollo social y económico del país, pues como lo explica el mismo autor, “el desarrollo económico no es solo un asunto de números y capitales, sino también de valores y percepciones”.
Entonces nos preguntamos ¿qué nos queda por probar a los jóvenes?, ¿qué nos queda por hacer? Las respuestas pueden ser innumerables. Yo referiré la que prefiero, aunque no hay razón para que sea la más valida.
Como joven siento que nos queda esforzarnos más pues, si bien el Estado y sus instituciones tienen una gran responsabilidad para garantizar nuestros derechos nosotros también tenemos unos deberes como sujetos políticos y conforme a eso debemos pensar y actuar. Lo primero es cambiar nuestro propio imaginario colectivo, pensarnos como parte de una comunidad, ciudadanos activos, informados y responsables.
Mucho ya se ha escrito sobre el desastre de nuestro sistema educativo, pero como estudiantes y ciudadanos, honestamente ¿nos hemos esforzado lo suficiente? Además de los problemas innegables de nuestro país ¿Podemos culpar a otro por nuestra pereza, nuestro completo desinterés por aprender y transformarnos? Necesitamos entender, un poco parafraseando a un ex rector de la Nacional, que cada vez que nos sentamos en clase sin escuchar al profesor, cada vez que no hacemos la tarea o el trabajo, o lo copiamos, cada vez que tiramos un papel, nos colamos en Transmilenio, cada vez que nos agredimos, cada una de esas acciones es un paso hacia atrás, una ocasión más para que sigamos sumergidos en la pobreza, sin posibilidades de mejorar nuestras vidas en el futuro.
Necesitamos entender que para tener un futuro mejor debemos esforzarnos ahora, fortalecernos intelectualmente y no con armas, educarnos, aprovechar las oportunidades y si nos es posible tenderle la mano a quien está detrás para mejorar todos juntos. Como dice un escritor argentino**, debemos ser “protagonistas de lo mejor y no espectadores de lo peor” y entender “que el éxito de unos no implica el fracaso de otros, sino la mejora de todos”.
¿Somos capaces de ser mejores? Por supuesto que sí, debemos ser mejores, es nuestra obligación ser mejores y asumir nuestro papel de jóvenes dispuestos a buscar el bienestar colectivo. El poema de Benedetti concluye, “les queda [nos queda] hacer futuro, a pesar de los ruines de pasado y los sabios granujas del presente.”
*García Villegas, Mauricio. (2010). La cultura del incumplimiento de reglas. (p.23). Siglo del Hombre editores.
**El escritor argentino se llama Raúl Gonzales, y el texto Cómo explicarles pero honestamente lo vi escrito en una placa en la fachada de una casa y no en libro como tal.