La noche del jueves 27 de julio de 1656 la comunidad judía de Amsterdam, por medio de una sarta de maldiciones citadas como querer divino, procedía a la excomunión de Baruc Espinoza, principalmente por sus ideas sobre el alma, por su cuestionamiento sobre el Dios personal, y por su peculiar interpretación de la biblia. Cuatro años después, el filósofo publicaba, obviamente de forma anónima, su “Tractatus theologico-politicus”, obra que sería ampliamente repudiada por la comunidad judía, por católicos y protestantes, pero que a la postre lo convertirían en una figura central en el desarrollo del pensamiento político y filosófico moderno.
En este tratado, Espinoza aborda cuestiones relacionadas con la religión, la política y, de manera tangencial, la cuestión de la tierra prometida y el pueblo elegido. Recurriendo a un vasto análisis del Pentateuco y a una crítica sobre la literalidad con la que se abordaba comúnmente a personajes como Moíses, siembra muchas dudas respecto del concepto de un "pueblo elegido" en la teología judía. Argumentaba que ningún grupo humano podía afirmar un estatus especial ante Dios, y que la elección divina debía entenderse como un principio universal. Esto tenía implicaciones significativas para la idea de Israel como pueblo elegido.
Sostenía Spinoza que las promesas divinas hechas a Israel en la Biblia no debían ser interpretadas como un respaldo a la posesión exclusiva de la tierra prometida. En lugar de eso, abogaba por una visión más racional de la religión y argumentaba que la política y la religión debían mantenerse separadas. Esto era una desafiante noción en una época en la que las autoridades religiosas tenían un fuerte control sobre la vida política y social.
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Para Spinoza, la idea de una tierra prometida debía ser entendida de manera alegórica, como un símbolo de la felicidad y la libertad que todos los seres humanos pueden alcanzar. En su opinión, no se podía justificar la ocupación territorial exclusiva basada en promesas divinas. Esto sentó las bases, por lo menos en la teoría, para una visión más secular y racional de la política y la convivencia.
Avanzando en el tiempo, las ideas de Spinoza sobre la tierra prometida y el pueblo elegido siguen siendo relevantes en el contexto del conflicto árabe-israelí, pero en estos días la escalada violenta está arrasando sin piedad la vida de millones de personas, como si cayera sobre ellos en forma de bombas de última tecnología aquella excomunión proferida contra Espinoza en Holanda.
Las interpretaciones religiosas y políticas de la tierra prometida han influido en las políticas y acciones de ambos lados del conflicto. Para algunos, Israel sigue siendo visto como el pueblo elegido con derecho divino a la tierra; mientras que para otros, la lucha palestina representa una búsqueda de justicia y reconocimiento. Las raíces religiosas de este conflicto siguen siendo un obstáculo importante para la paz y la reconciliación.
Sin embargo, la perspectiva de Spinoza ofrece una vía para la reflexión y la resolución. Su llamado a una interpretación más racional de las “promesas divinas” y su defensa de la separación de la religión y la política pueden servir como guía para superar las divisiones y avanzar hacia una solución pacífica.
Alejandro González Santafé,
Licenciado en Filosofía y Educación Religiosa
Magister en Investigación Social