Queriendo posar de garantistas y libertarios permitimos el advenimiento de teorías y posiciones que socavaron las estructuras espirituales del Estado, del ideal nacional, del concepto de Meta-Estado, debilitando sus cimientos; permisividad, convertida en libertinaje, anarquía y disolución se pasean impunes. Una sociedad que así se levanta es de costumbres relajadas, laxa, ambivalente, falta de carácter, disciplina, autoridad y respeto.
No somos pregoneros fundamentalistas, no se necesita esta investidura para observar el desastre. Nos arrinconamos cobardes al pie de la balanza, como trinchera de quietud y paz, cuando la patria más lo necesitaba, sufrimos una extraña mutación o metamorfosis kafkiana y aceptamos alcahuetes los atentados ideológicos, no menos mortíferos, que los explosivos convencionales. Posando de “civilizados” para complacer al oscuro orden mundial de la Onu, entronizado por nuestras indulgentes cortes y legisladores adormilados, permitimos indiferentes que Dios fuera sacado a empellones de los claustros de educación y de la cotidianidad de nuestras vidas, para darle paso al desfile del orgullo gay y a la dosis personal de estupefacientes, que se pasea coqueta y perversa, tomada de la mano de nuestros jóvenes. El aborto, el matrimonio y adopción por parejas del mismo sexo sonríen burlones de lo que ellos considera gazmoñería; unos nuevos y enrarecidos valores como la ideología de género hace pasarela exhibicionista y desafiante.
Una vez instalada toda esta concepción parafernal y nihilista en la mente del pueblo colombiano será más sencillo para las izquierdas, el comunismo internacional y las envalentonadas Farc tomarse el poder, utilizando como formidable ariete la candidatura de Gustavo Petro, aprovechando el descontento popular, la injusticia social y el comezón revolucionario de la juventud, así como a una gran cantidad de incautos que en trance hipnótico, como los ratoncillos del flautista de Hamelín, se dirigen al precipicio.
Es hora de salir de la hipersomnia, del letargo y zona de confort. Las instituciones públicas democráticas, nacidas en la fragua de la Revolución francesa, sus derechos y libertades, se ven amenazadas por el alucinado, vanidoso y arrogante falso mesías.
Mucho tiene que ver la iglesia con la actual situación política y avivamiento de las izquierdas colombianas, quien participó activamente en banquetes de escarnecedores con el presidente Santos, y ahora en vez de temblar como corderillo asustados debe enmendar su error. Es hora también de que los pájaros de metal, cautivos en las alturas de los templo, resuenen y adviertan del peligro.