¿Qué viene tras superarse el COVID-19? Esto es lo que muchos se preguntan y más cuando por estas fechas en los consejos municipales se están discutido los Planes de Ordenamiento Territorial (POT) como parte de la gestión administrativas de las alcaldías. Llama la atención que muchas de los debates deben pasar por el escrutinio público a través de redes sociales y —como nunca— el control político tiene un ojo en el presente y otro en el futuro, ¿pero cuál es el futuro después de la pandemia?
Las discusiones del POT tienen el desafío de reflejar los cambios que impone la emergencia sanitaria y, al mismo tiempo, deben definir los lineamientos de una era posterior al COVID-19. Es decir, que deben cubrir un periodo de cuatro años, de los cuales al menos uno se mantendrá la situación de la emergencia y el resto de tiempo se procurará la recuperación económica, así como la búsqueda de una vuelta a la normalidad o, al menos, una nueva normalidad.
Bajo estas circunstancias planear se convierte en un desafío administrativo y político lleno de incertidumbres, sin embargo, puede ser más preocupante que después de la contingencia todo siga igual como era antes y no se aprovechen las lecciones que deja esta situación. Algunos temas han sido más evidentes que otros: la salud es uno de los bienes públicos que más se debe cuidar, la educación requiere una alta cualificación de los docentes, la seguridad alimentaria no es un juego y que la economía del país no puede apuntalarse en un mercado inestable como el del petróleo.
Por ello, es urgente poner en primer lugar en la agenda política temas que hasta ahora han tenido poca visibilidad ente la opinión pública: reforma a la salud, innovaciones para educativas, soberanía alimentaria, movilidad sostenible y energías limpias. A todos ellos es común que las personas son los gestores de las transformaciones, pues sin la participación de los médicos, las enfermeras, los maestros, los campesinos e, incluso, los ciclistas urbanos no se pueden lograr más allá de la sola administración de la infraestructura y de los recursos naturales. Parece obvio, pero que la gente sea el eje del ejercicio de la política es la lección más significativa que el coronavirus ha dejado a la humanidad.
