Que lo que parecía absurdo se vuelva cotidiano

Que lo que parecía absurdo se vuelva cotidiano

Lo que juzgábamos como locura era lo justo, lo equilibrado, lo racional. Son estas nociones las que hay que convertir en parte de nuestra realidad

Por: ROBERTO NÚÑEZ PÉREZ
marzo 31, 2020
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Que lo que parecía absurdo se vuelva cotidiano

Y de pronto descubrimos que el mundo en el que vivimos, que considerábamos el más sólido de todos cuantos se habían podido construir, es frágil, absurdo y, sobre todo, injusto.

El circo vale más que la ciencia, el arma asesina más que el libro. Los médicos que hoy son vistos como héroes se ven obligados a trabajar sin parar, pero al menos se ganan algo. Qué se deja para los enfermeros y enfermeras con salarios míseros y contratos esclavizantes. Ni qué decir del portero, de la señora que trapea los pisos, de la recepcionista.

En otros ámbitos vemos cómo los maestros son despreciados, cómo se idolatra y se pagan millones al que distrae como el futbolista y no al que nos pone a pensar como el filósofo o el literato. En la sociedad del absurdo la ciencia solo se concibe al servicio del mercado y la guerra.

El mundo que apenas ayer nos parecía normal hoy se percibe injusto. Cuando pase esta crisis, es importante que no lo olvidemos.

No olvidemos que el que produce la riqueza es el trabajador, no el empresario, y que es aquél el verdadero héroe.

No olvidemos que la crisis que hoy nos atemoriza no será la última. Hemos desangrado el planeta y ya la madre tierra nos lo viene recordando. Si no paramos la vida podrá seguir: sin nosotros. Hay entonces que cuidar los ecosistemas, buscar nuevas fuentes de energía. Hoy nos asustan a los colombianos afirmando que si no se permite el fracking en unos años el país se paralizará. Tales afirmaciones no reflejan sino la estrechez mental de nuestros “analistas” y el egoísmo de los poderosos. Lo que necesitamos es poner en marcha otras formas de energía.

No olvidemos que los derechos no hay que comprarlos. El ciudadano debe acceder a ellos por el simple hecho de existir: la salud, el agua, la vivienda, la educación, entre otros, no pueden convertirse en mercancía. El Estado tiene que garantizarlos sin costo alguno.

No olvidemos que tenemos derecho a una vida digna. Hace rato algunos intelectuales vienen proponiendo una renta básica universal. Hay quienes ponen el grito en el cielo por esta propuesta, la juzgan como inviable. Pero es posible.

Es posible porque nunca la humanidad había producido tanta riqueza…. y nunca había engendrado tanta pobreza. Tal contradicción se da por la injusta distribución de ella. ¿Cómo se entiende que en un país como Colombia cuando se presentó la crisis bancaria de 1998 se nos impuso el 2x1000, el que después pasó al 3x1000 y finalmente quedó en el 4x1000, y que hoy esa misma banca no pueda aportar nada ante la problemática provocada por el COVID-19? El año anterior las utilidades del sector superaron los 7 billones de pesos. Hoy, al gobierno lo que se le ocurre no es exigirles a los bancos que socialicen las utilidades, sino echar mano de las pensiones de los colombianos, de los pobres.

Nos vemos obligados a quedarnos en nuestras casas y constatar que, en medio de la tragedia, la tierra respira mejor. En Venecia, las aguas se tornan cristalinas. Hoy el aire se siente más puro, valoramos más la amistad, la familia, los días se tornan más lentos (como en los viejos tiempos). ¿No debemos parar nuestra carrera como locos tras los conciertos, campeonatos deportivos, ferias, fines de semana con playas repletas, etc.? No sería mejor que la cultura se viviera más que todo a pequeña escala en los barrios, los parques y, solo de vez en cuando, a niveles más amplios.

Hace años un amigo me decía que prefería el fútbol de barrio a los grandes campeonatos. A mí que no amo el fútbol me pareció una idea exótica. Hoy ese amigo en la distancia me pone a pensar.

Vivíamos en medio del absurdo. Y nos parecía normal. Lo que juzgábamos como locura era lo justo, lo equilibrado, lo racional. Son estos absurdos los que hay que convertir en parte de nuestra cotidianidad.

Hay que limitar la riqueza en pocas manos, garantizar una renta básica universal, poner en primer plano la salud, la educación, la vivienda, como derechos, no como mercancías; reconocer el papel fundamental en nuestra sociedad de los trabajadores, los campesinos, los educadores, los médicos y enfermeros, las amas de casa; buscar nuevas formas de energía y renunciar a la cultura y el deporte como espectáculo. ¡Al diablo la economía naranja!

Si olvidamos mañana lo que hoy en medio de la crisis nos parece justo y necesario tendremos los días contados.

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