¡Qué lío el del plebiscito!
Opinión

¡Qué lío el del plebiscito!

¿Cómo se explica que un país que ha sufrido el desangre de un conflicto armado durante tantos años no pueda pronunciarse claramente sobre el tema?

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agosto 10, 2016
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Según la encuesta recién publicada la opinión colombiana se expresaría de la siguiente manera en el plebiscito que se montó:

34,1 % votarían por el No sin importar el contenido y los textos de los acuerdos puesto que aún no se conocen; de una parte estarían quienes no aceptan que lo que tenemos no es una derrota de la guerrilla, y por lo tanto consideran que se pueden o deben imponer las condiciones de trato a unos delincuentes —es decir, máximo castigo y retiro de sus derechos políticos—; y de otra quienes simplemente siguen a su líder como se sigue al ‘führer’, incondicionalmente.

En el otro extremo, están 28,8 % decididos a votar por el Sí de todas maneras, sin conocer qué aprueban; de un lado quienes ven que el desarme es suficiente razón para ello (que es solo un primer paso, pero el esencial); y del otro, quienes han sufrido el lavado de cerebro oficial y creen que de verdad la disyuntiva es ‘con la paz o contra la paz’.

La mayoría —27,1 % que optan por la abstención y 8,4 % que responden ‘no sabe’— no encuentran en lo planteado por el plebiscito la respuesta a sus deseos.

¿Cómo se explica que un país que ha sufrido el desangre de un conflicto armado durante tantos años no pueda pronunciarse claramente sobre el tema?

Lógicamente el Sí debería tener más votos que el No (nadie monta un plebiscito si cree que lo puede perder; ninguna población vota en contra de la paz; todos los recursos oficiales —monetarios, mediáticos, burocráticos, incluso legislativos— están a favor; no es de esperar resultado diferente excepto si se convierte en calificación sobre la gestión de gobierno).

Y contrariamente a lo sostenido por los opositores de los acuerdos, en el contenido de estos no hay desinstitucionalización (hasta donde se conocen, las objeciones son solo costos dentro de la institucionalidad —no hay impunidad sino una justicia transicional legalmente tramitada; que dejen las armas y se haga la política con votos es lo que se busca—)

La explicación de lo que sucede está en el exceso de manipulación:

El Gobierno ha buscado crear una falsa disyuntiva de ‘con la Paz o contra la Paz’.

La figura creada de este plebiscito ‘excepcional’ es una aberración. Ningún contrasentido mayor que el de una ley para un caso particular y único (una norma por definición es general y abstracta y no se hace solo para crear una excepción).

La Corte Constitucional incumplió su función de guarda de la Constitución al aprobarlo. Mal se puede decir que se defiende la institucionalidad manoseándola como se ha hecho.

Pero la Corte suplantó aún más la voluntad del constituyente al impedir la efectividad del voto abstención y del voto en blanco.

Validar el plebiscito es aceptar el precedente que este implica (incluyendo que se puedan derogar los acuerdos por el siguiente Gobierno).

Votar porque es ‘la Paz o contra ella’ es caer en la trampa; y lo que es peor, validar la trampa y ayudar a que caigan en ella. 

El Sí por el plebiscito no es por la Paz: la paz depende es de los cambios que se den.

El mejor resultado sería que ninguno tuviera el umbral (no cambiaría los acuerdos; el Congreso los aprobaría, pues según la sentencia de la Corte no es vinculante para el presidente y pasan a esa instancia).

Respecto al nombramiento de Gaviria como responsable de la campaña por el Sí, también parece haber sido otro error:

No fue bien recibido por nadie excepto su ‘pandilla’ (es decir por quienes usurpan la vocería del Partido Liberal). Cayó mal en los partidos políticos porque es ‘politizar’ y entregar el tema a una agrupación interesada en los próximos resultados electorales; cayó mal en el liberalismo porque lo que el gavirismo representa es una tendencia que acabó con la tradición, con la ideología y con el respaldo que tenía como partido, llevándolo al camino de la ilegalidad y la inmoralidad administrativa ya declarada en sentencias de las máximas jerarquías judiciales; y cayó mal en la contraparte —hoy coadyuvante a que gane el Sí en el plebiscito— por el recuerdo del bombardeo hasta cierto punto traicionero el día mismo de la elección a la que llamó ‘la Constituyente de la Paz’.

Pero lo que es un hecho es que lo que en realidad se decide es sobre el desarme y desmonte de la organización armada llama las Farc

Si las Farc aún existen y si son solo un grupo dedicado a actividades delincuenciales para sobrevivir (porque no tiene ninguna expectativa de llegar al poder por las armas y porque ideológicamente ya no existe la propuesta que supone representar), es porque en el momento en que hubieran podido hacer la misma negociación de hoy, el gobierno Gaviria optó por bombardearlos rompiendo las posibilidades de conversación que se desarrollaban. El peor error sería volver a lo mismo, al obstaculizar esa voluntad, esa necesidad y esa decisión que tienen ellos hoy de entregarse como grupo insurgente, y, al pretender tratarlos como simple grupo armado y organizado delincuencial, obligarlos a continuar como tal.

En últimas lo que hoy existe es que la votación será por un Sí o un No, y que se debe escoger cuál produce mejor resultado.

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