Guillermo Trujillo Estrada ha estado vinculado por décadas al café como banquero, dirigente de la Federación Nacional de Cafeteros y caficultor. Economista manizaleño reconocido en el gremio como un analista agudo. Expone acá su análisis sobre la actual crisis cafetera. Es una reflexión que ayuda a comprender la realidad cafetera y su significado nacional.
Ricardo Correa (R.C): ¿Qué le pasa a nuestra caficultura, hoy emproblemada y como de capa caída?
Guillermo Trujillo (G.T): Son dos los problemas básicos. Uno, que las zonas tradicionales de café se quedaron sin mano de obra y ello la encarece con su impacto en la competitividad de los productores que deben contratarla. Dos, que la caficultura empresarial, la de mano de obra asalariada, está en crisis; ese es el modelo de negocio emproblemado, es la caficultura capitalista, no la tradicional.
R.C: ¿Quién representa a los pequeños cafeteros tradicionales?
G.T: Por lo general, los cafeteros empresariales que terminaron monopolizando la representación cafetera incluidos los pequeños, los campesinos. La realidad es que los minifundistas prefieren que los represente un finquero grande, así no siempre coincidan los intereses de unos y otros.
R.C: ¿Qué es eso del nuevo eje cafetero? ¿Cambió la geografía cafetera?
G.T: Las nuevas zonas cafeteras del país expresan la disponibilidad de mano de obra en los departamentos de Huila, Cauca y Nariño – el nuevo eje cafetero -, sus cultivos son de minifundio como lo fueron en la vieja zona cafetera, donde es rara la finca de más de cinco hectáreas. Se repite en el sur occidente del país, el modelo de la colonización antioqueña en cuanto a demanda y disponibilidad de mano de obra, distribución de la propiedad de la tierra y la capacidad de resistencia del campesino.
R.C: ¿Y qué pasa con los cafeteros que generan empleo, que demandan personal asalariado?
GT: Los cafeteros empresariales hoy no están en capacidad de hacer crecer la caficultura, pues para ello requieren mucha mano de obra, principalmente estacional para la cosecha, y esta es cada vez más escasa. Ni los costos de producción vigentes entre nosotros ni las prácticas de producción y contratación les permiten a los grandes productores equiparase con los estándares del contrato laboral que exige el mercado internacional. Creo inclusive que estamos próximos a que nos exijan para poder exportar, un “paz y salvo laboral”, un sello de buenas prácticas laborales.
R.C ¿Qué futuro les espera a los caficultores tradicionales?
G.T: Aún en las actividades informales, la economía le ofrece hoy más oportunidades a la población joven que se ha educado, que son alternativas a seguir cogiendo café. Esa es en buena medida la causante de la escasez de mano de obra en las viejas zonas cafeteras, de manera que esta actividad va quedando para los más marginados y de mayor edad. Adicionalmente, la población trashumante que recorría el país agrario tras la cosecha de café y de otros cultivos como el algodón, se ha mermado drásticamente.
El progreso generado por la bonanza cafetera de los años setenta llevó a que mucha gente en las regiones, abandonara la actividad cafetera. Los progresos en educación, vías, comunicaciones, etc., financiados por el café, terminaron por generar nuevas oportunidades en las regiones, en detrimento del café que empezó a resentirse de la creciente escasez de mano de obra y de su correspondiente encarecimiento; recordemos que el 80 % de los costos de producción y de cosecha del café, es mano de obra.
R.C: ¿Y de dónde salen los cogedores para las nuevas áreas de colonización cafetera?
GT: En Huila, Cauca y Nariño en los últimos años se han organizado unos cien mil nuevos caficultores, con más de 120.000 hectáreas. Muchos de ellos hace solo una década cogían café en el Eje Cafetero. Esta es la nueva colonización cafetera del sur del país, con la ventaja de que los suelos y la oferta ambiental en esa región son muy buenos, gracias a la positiva influencia del Macizo Colombiano.
R.C: La televisión nos muestra que la protesta cafetera es de los pequeños cultivadores, de los cafeteros pobre ¿esto es así?
G.T: Es una imagen bien vendida pero falsa. El paro cafetero pasado fue organizado por los grandes cafeteros. Un viejo cafetero hace años le decía a un sobrino en trance de comprar finca cafetera “compre esa finca mijo, que en un negocio donde hay mucho pobre para defenderlo a uno, ahí hay que estar”. Nunca en la historia los pequeños cafeteros se habían juntado con los grandes cultivadores para hacer algo de la magnitud del paro pasado.
R.C ¿Entonces por qué se produjo este movimiento que terminó en el anterior paro?
G.T: Los cafeteros estaban vendiendo la carga del grano a más de un millón de pesos; vino una caída en el precio que enrareció el ambiente cafetero. Empezaron a organizar desde Agosto del 2012 una movilización para reclamar atención del gobierno y sin proponérselo los cafeteros vinculados al paro acabaron en coalición con líderes de izquierda que estaban igualmente movilizados por el mismo asunto pero con objetivos políticos; la izquierda proporcionó los troperos, los activistas del paro, fueron los encargados de dar los discursos y organizar a la gente. Con esa rara alianza, los grandes cafeteros buscaban mejores ingresos y los políticos más votos.
Los campesinos que acudieron al paro nada tenían que perder, pero sí mucho que ganar. Se calcula que paró apenas el 10 % de los afiliados a la Federación de Cafeteros. Para el Gobierno la situación era bien difícil, pues si proponía que solo financiaba a los cafeteros pobres ello no le sería aceptado, pues los líderes de la protesta tenían claro que los financiadores del movimiento eran los grandes cafeteros; por ello no aceptaron excluir cafeteros de los beneficios que obtuvieran del gobierno.
R.C Entonces, ¿Usted considera que los pequeños caficultores no están en crisis?
G.T: Así es, los pequeños caficultores tienen dificultades, pero no están en crisis. Tampoco viven una bonanza, pero el ingreso de hoy les permite mantener un nivel de vida digno. El gran empresario del café es el que está en crisis, por una razón económica propia del negocio cafetero y es que en él no hay economías de escala, no se rebaja el costo unitario de producción al acrecentarla, pues el 80 % de los costos son de mano de obra y aumentan con la producción, son costos variables. Es además una mano de obra sometida a las mismas prácticas y manejo de hace un siglo; la orden no ha variado en todos esos años, “hay que coger café a la lata” y listo. No se ha dado una capacitación, no ha habido un esfuerzo para aumentar su eficiencia.
R.C: Es fuerte decir que la recolección de café es igual que hace cien años ¿Qué ha cambiado en la caficultura con una Federación que era modelo en programas de asistencia técnica?
G.T: Ha cambiado el beneficio del grano en la postcosecha, se han impulsado nuevas variedades más productivas y resistentes a plagas, la roya en especial, se han transformado las prácticas de campo para incrementar la producción por hectárea. En reemplazo del azadón y el machete se usan herbicidas y fungicidas, más económicos y más eficientes.
R.C: ¿Qué pasa con la caficultura de grandes fincas en otros países como en Centroamérica?
G.T: En Costa Rica ya no se consiguen cogedores de café, pues el sector productivo industrial y de servicios se ha sofisticado tremendamente, por ejemplo en el ensamblaje de computadores; los recolectores los llevan de Nicaragua. En Salvador, Nicaragua, Honduras y Guatemala existen todavía salarios muy bajos, de hambre, y relaciones de trabajo del siglo XIX. Muchos todavía trabajan por la comida.
R.C: ¿Entonces tarde que temprano Centroamérica se verá enfrentada a una crisis cafetera?
GT: En un país que progresa, el café va desapareciendo. El café es una mancha verde que persiste con la pobreza del mundo tropical. Cuando los países progresan abandonan primero el café, luego las confecciones y por último el calzado. Hoy en día éstas son actividades económicas de las sociedades pobres. Ya los chinos mandan a confeccionar a Bangladesh. La paradoja es que el progreso económico que genera la producción cafetera es la semilla de su propia destrucción. Miremos estos datos: de 1985 a hoy Chinchiná en Caldas, municipio histórico en la caficultura, perdió la mitad de su población rural, mientras que Pitalito- Huila, en ese mismo período de tiempo la dobló, y hoy ya es el primer productor de café del país. Acevedo en el sur del Huila ha experimentado el mismo fenómeno.
R.C: ¿Quién es entonces un caficultor empresarial?
G.T: Es quien posee más de veinte hectáreas y tiene administrador. Depende de los insumos - fertilizantes, insecticidas y fungicidas -, demanda mucha mano de obra, tiene una alta productividad por hectárea y por las razones anotadas, muy altos costos de producción. Ya el negocio empresarial cafetero no genera acumulación de capital, pues da solo para la subsistencia. La finca de café no da para satisfacer las necesidades del trabajador y del dueño, solo cuando trabajador y dueño son la misma persona, como sucede en el minifundio; en ese caso garantiza la subsistencia familiar y deja un pequeño margen de ahorro para mejorar y progresar. Esa es la modalidad de caficultura con posibilidades de crecimiento y expansión. Contrarias son las perspectivas del modelo empresarial, pues si hace un par de décadas los obreros textiles de Manizales se iban a coger café en cosecha, podían ganar hasta dos salarios mínimos cogiendo cien kilos. Hoy eso ya no es así y desapareció el incentivo económico para recoger café, y se generó la crisis de la caficultura empresarial.
R.C: ¿La caída del Pacto Internacional del Café en 1991, ha incidido en la situación actual?
G.T: El pacto vigente desde 1959 hasta 1991, permitió que su precio internacional fuese un precio político preestablecido. Operaban las retenciones de producción y las cuotas de exportación para estabilizarlo en una franja; con base en el precio internacional se establecía el precio interno. Hasta 2001 la caficultura nacional funcionó y prosperó con ese precio político. Se negociaba el reparto de la torta cafetera y todos felices. Lo que es claro es que el negocio cambió y el péndulo no regresa.
R.C: ¿Por qué hay sectores políticos de izquierda que se suman al paro si como usted afirma, los principales beneficiados del mismo terminan siendo los cafeteros grandes?
G.T: Solo hay siete mil productores en el país con fincas mayores a 10 hectáreas, que reciben un alto porcentaje del subsidio otorgado por el gobierno a raíz del pasado paro. Jorge Enrique Robledo, Oscar Gutiérrez y Aurelio Suárez tienen su origen político en el mundo y los conflictos del café, desde el MOIR. A esa fuerza política no le preocupa que los grandes cafeteros se beneficien de su lucha, siempre y cuando ellos puedan lograr sus objetivos. Los paros son para ellos una bandera política muy útil, y electoralmente rentable en las zonas cafeteras. Tanto que políticos, de la Unidad Nacional y del uribismo, se arrimaron a respaldar por “los laditos” a Dignidad Cafetera, temerosos de perder votos.
R.C ¿Cuál es el futuro de los cafeteros empresariales?
GT: Cafeteros con más de veinte hectáreas hay apenas dos mil, en un universo de medio millón de cultivadores. Es probable que si esos dos mil caficultores recibieran apoyo del gobierno para migrar a otra actividad económica el país podría adelantar una política cafetera más social, más homogénea y más pertinente, una política más campesina. La viabilidad de esa caficultura empresarial es bien difícil de lograr dada la estrechez de sus márgenes de utilidad. La demanda de café en el mundo aumenta sostenidamente pero en el planeta hay muchos lugares para producir el grano más barato que la empresa cafetera colombiana. El campesino produce y logra satisfacer sus necesidades, pero el gran empresario no obtiene los excedentes que busca y enfrenta siempre el riesgo de que sus gastos sean mayores que sus ingresos.
R.C: ¿La crisis entonces es del cafetero de más de 20 hectáreas y su solución es que dedique su tierra y sus recursos a otra producción?
G.T: Así es. Desafortunadamente después de haber contribuido por décadas con su producción al país, la nueva realidad de los mercados lo va a obligar a tomar la decisión racional de buscar alternativas económicas para el uso de su tierra, alternativas que no requieran tanta mano de obra y que sean económicamente viables. En el corazón de todo está el cambio en la disponibilidad de mano de obra; mientras en el Huila más de la mitad de la población es rural, en el Eje Cafetero hoy no pasa del 20 %.
R.C ¿Entonces hay que aceptar una realidad histórica, que el café no es para siempre y que su permanencia depende de factores socioeconómicos que cambian en el tiempo?
GT: Abandonar la dependencia del café no es una desgracia. Cuando eso sucede es porque la economía en cuestión progresa.
R.C: ¿Hay en Colombia un apego histórico al café?
G.T: Absolutamente, y esto se choca con la realidad económica.
R.C: ¿Debemos como país ir abandonando poco a poco el café?
G.T: Acabarlo no, reubicarlo. Facilitar que llegue a otras regiones sumidas en la pobreza, pues es arma muy efectiva para enfrentarla. Esa característica le da su actual pertinencia. En ese sentido podría ser bien útil en el post conflicto, especialmente en la Cordillera Oriental. Nadie se imagina que el mejor café que se produce hoy en Colombia viene de Támara – Casanare. En Putumayo el café se ha desarrollado notoriamente, y todo con producción campesina.
R.C: ¿Está la Federación Nacional de Cafeteros en decadencia?
GT: Esa es la sensación en la opinión. La Federación deberá recuperar el liderazgo. El paro pasado logró cuajar gracias a la falta de diálogo con la Federación y el discurso cafetero fue cooptado por intereses políticos. La Federación no leyó esa realidad, y no pudo ella que era quien le correspondía, levantar el paro, lo que llevó al Gobierno a intervenir y a hacer una segunda negociación con sus promotores.
FOTO PORTADA: Action Peace