El diario El Tiempo definitivamente va de mal en peor.
La información que publica en su página de internet tiende a ser frívola, llena de notas de seudoinfluenciadores, tiktokers o youtuberos, o muy sesgada en materia política.
La redacción de sus notas es pésima, contraria a los principios básicos del buen periodismo, incluida la estructura clásica de la pirámide invertida, donde lo más importante debe ir al principio y lo menos importante al final.
Ahora sus primíparos redactores comienzan las notas todo el tiempo con contextos prescindibles, clichés o lugares comunes, como una forma tramposa de escamotear la información y obligar al lector a seguir leyendo, a buscar la aguja en el pajar, en lugar de facilitársela.
Publica muy poca información sobre desarrollo sostenible (cuyos pilares son el económico, el social y el ambiental), consumo responsable y buen manejo de residuos (evitar, reducir y reutilizar antes que reciclar o desechar), en una época en que abordar estos temas es urgente.
Y tienen tan poco interiorizadas estas prioridades, que por eso permiten que un producto de un día de duración, como es un diario, se venda en muchas tiendas de cadena en bolsa plástica transparente, que durará mucho tiempo en el ambiente. Qué sinsentido e irresponsabilidad.
A pesar de que Colombia es un país aconfesional y sin una religión de Estado, como dejan claro tanto la Constitución como diversas sentencias de la Corte Constitucional, incluida la C-350-94, el diario a cada rato publica notas religiosas dirigidas a católicos y cristianos, desconociendo el marco jurídico y en abierto atropello a la diversidad de credos que hay en el país, incluidos los muchos no creyentes.
Y más recientemente, en el colmo de la desvergüenza, les ha dado por resucitar en su página de inicio noticias viejas publicadas hace uno, dos, tres o más años, en un desesperado intento por atraer nuevos clics, contrariamente a otro principio básico del periodismo, el de la actualidad.
Para eso, para desempolvar artículos anteriores, están los motores de búsqueda y los archivos hemerográficos, que el propio lector puede consultar a discreción si lo requiriera.
Por todo esto no sorprende que diversos medios emergentes o alternativos estén ganando, por fortuna, cada vez más espacio en Colombia, desmoronando el monopolio informativo que por mucho tiempo acaparó El Tiempo, para beneficio de una sociedad lectora con cada vez más y mejores opciones.
