En el mundo está siendo reconocido el deterioro y la disminución de la eficacia del modelo de ‘democracia’. Interesante estudiar cómo se viven las particularidades de este mismo momento entre nosotros.
Para Petro y sus seguidores, el remezón que se ha producido con el cambio de gabinete corresponde a la voluntad -además de la necesidad- de que se consolide un gobierno de izquierda en Colombia (para unos el primero, para otros la continuidad de lo que propuso la izquierda liberal -López Pumarejo, Gaitán, Carlos Lleras, López Michelsen-). Más de 22 millones de colombianos votaron por un cambio (quienes apoyaron al ‘ingeniero’, por un cambio de los políticos; quienes votaron por Petro, por un cambio del modelo Neoliberal), y lo ‘democratico’ sería seguir un mandato que debe cumplir imponiendo todo lo que fueron sus promesas de campaña.
Otros enfatizan que el presidente lo es de todos los colombianos, y que nuestro modelo de ‘democracia’ no se reduce a seguir la voluntad de las mayorías sino que debe ceñirse a la estructura institucional montada para lograr ese objetivo. No solo el presidente es elegido y recibe un mandato del pueblo sino también los congresistas, y por serlo también gozan de la misma legitimidad y la misma obligación funcional de representar a los ciudadanos. En este caso, el conjunto de la votación es mayor que la de quien salió elegido como primer mandatario, por lo tanto haría mal el Presidente al intentar buscar alternativas diferentes (v.gr. movilizaciones ciudadanas o Asambleas Constituyentes) a “la ruta del convencimiento concertado” (dictum de Rodrigo Uprimny)
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La discrepancia sobre el sentido de ‘democrático’ no existiría si en efecto se cumpliera la división de poderes según la cual uno es el poder ejecutivo y otro el poder legislativo
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Esta discrepancia sobre el sentido de ‘democrático’ no existiría si en efecto se cumpliera la división de poderes según la cual uno es el poder ejecutivo y otro el poder legislativo, teniendo respectivamente funciones diferentes. Lo que vemos que sucede ahora es que el principio del manejo armónico se volvió confrontacional en la medida que Petro intenta adelantar cambios en la legislación y los directores de los partidos no solo se oponen sino desearían gobernar en defensa de sus intereses (y algunos pocos en defensa de sus convicciones).
Eso es fácil de entender, porque la sensación del poder confunde a quienes lo ejercen. Pero no todos los dirigentes tienen igual responsabilidad.
Gaviria no ha sido llamado a cuentas por haber sido el fundador institucional del paramilitarismo (que después tomaría el nombre de ‘convivir’ y se convertiría en el monstruo ya conocido); ni por haber forzado las condiciones para que las FARC tuvieran que prorrogar durante 20 años una guerra sin sentido (al bombardear al Secretariado el mismo día de las elecciones para la ‘Constituyente de la Paz’ mientras negociaban las condiciones para participar en ella); por haber implementado el modelo neoliberal (como dijera sarcásticamente Rudolph Hommes, distrayendo al país con una Constituyente); por haber negociado con Pablo Escobar la no extradición y darle por ‘carcel’ la ‘Catedral’ (de la cual bajo su gobierno también se permitió que escapara); de habernos sometido a casi año y medio de racionamiento eléctrico (en lo cual no tuvo que ver el ‘fenómeno del Niño’ puesto que no fue excepcionalmente fuerte).
Pero sobre todo no ha respondido por haber desaparecido bajo un manejo ilegal al Partido Liberal volviéndolo un feudo personal, dejándolo sin aspirante a la presidencia en las últimas 5 elecciones y reduciendo su participación parlamentaria a menos de la quinta parte de la que tenía cuando se apoderó de su dirección. Así destruyó el sistema de partidos al forzar a los otros dirigentes a formar seudopartidos solo para propósitos electorales, acabando la estructura fundamental de la democracia, como es la formación de colectividades que promuevan proyectos ideológicos y programáticos coherentes.
Parece que algo bueno puede salir con lo que sucede en el ‘partido de César Gaviria’, pues el abuso llegó a su límite con la orden de votar la reforma a la salud en forma inconsulta y amenazante de acuerdo al principio de ‘disciplina para perros’… Ojalá que por fin así sea.. .