La lengua es el azote del culo, eso lo sabe muy bien el fiscal general de la nación Francisco Barbosa, quien recientemente estuviera en la picota pública a causa del polémico viaje que realizó a la isla de San Andrés con motivos, según él, laborales, pero que muchos creen son más bien vacacionales.
Como una jugarreta del destino, el actual fiscal se encuentra ahora siendo juzgado por faltar a las medidas de seguridad y de movilidad impuestas a razón de la emergencia por el COVID-19, tal y como en su momento lo estuvo también la ahora alcaldesa de Bogotá Claudia López y su conyugue Angélica Lozano, a las que Barbosa trató de judicializar por atreverse a mercar en familia, mientras la orden era que sólo una persona del núcleo familiar podía dirigirse a los supermercados a hacer las compras.
“Aquí nadie está por encima de la ley”, esas eran las palabras que el fiscal pronunciaba al preguntársele por la indagación preliminar que la Fiscalía abriera el 27 de abril en contra de la primera mandataria de bogotanos y su esposa; ahora muchos colombianos se preguntan si esas mismas palabras siguen aplicando en su propia carne o si ellas solo se adjudican convenientemente a los que se muestran abiertamente en contra de las políticas del gobierno de Iván Duque.
Barbosa, un hombre alzadito y orgulloso por saberse altísimamente preparado para desempeñarse como fiscal general de este platanal, es un sujeto temperamental; a veces iracundo, como cuando se le pidió su opinión acerca de una posible nueva cuarentena estricta en el país, cuestionamiento que no dudo en responder negativa e irasciblemente: “que la gente se proteja y trabaje”. A veces egocéntrico, como cuando habla de sus estudios de maestría y doctorado, o de su trayectoria como escritor, columnista y docente universitario. Hoy nos toca ver a un fiscal autoconmiserante y divagante que justifica su accionar apelando a la empatía de los que son padres.
“Yo no solo soy fiscal, yo soy ser humano y soy padre de familia, nadie puede evitar que me suba a un avión con mi hija”, expresó Barbosa al cuestionársele sobre su polémico viaje al archipiélago de San Andrés. El fiscal tiene razón, nadie puede evitar que se suba a un avión con su esposa, su hija y una amiga de esta, además de su gran amigo el contralor Carlos Felipe Córdoba y la cónyuge de este; nadie puede evitar que presuntamente emplee aviones de la policía para trasladarse, ni que se aloje en un lujoso hotel del lugar cuyo propietario es un conocido simpatizante del Centro Democrático, nadie.
El fiscal de la gente y de la seguridad ciudadana, como le gusta ser percibido; el funcionario cuya fiscalía es, según sus propias palabras, “la mejor fiscalía de la historia”, es, en el presente, víctima de su propio invento. El servidor público asume su situación y la denuncia interpuesta ante la Comisión de Acusación del Congreso en su contra con un rostro humilde, novedad en él, y visiblemente congojado. De la denuncia no debemos esperar mucho, nos queda apenas el fresquito de saber que, aunque en este país la justicia es para unos pocos, en este caso el implicado tropezó con una piedra de similar naturaleza a la que él mismo trató de poner en el camino de otras.
