Un país en el que uno de los invitados centrales de la Cumbre Mundial de Arte & Cultura por la Paz se llama Diego Armando y se apellida Maradona, es un país que equipara el entretenimiento de masas con el análisis de la problemática que entraña la relación entre sus ciudadanos; que reemplaza el bienestar del pueblo por la catarsis colectiva; que no sabe distinguir entre buenos gobernantes y geniales futbolistas. Un país que confunde la política con la farándula o, lo que es lo mismo, la gimnasia con la magnesia.
Un país sobrado en circo que trata a las patadas el asunto de gobernar.
Un país que “alimenta la frustración de la gente con la democracia”, según el filósofo norteamericano Michael Sandel (catedrático de Ética en Harvard), en entrevista con Semana, a finales del año pasado. Refiriéndose, no a la Argentina que Cristina se cuelga del brazo como una más de las carteras de marca que ocupan su guardarropa, sino a Colombia. A la potencia emergente que descresta en los foros internacionales, pero de puertas hacia adentro deja mucho que desear. A la Colombia desatinada, que no solo trae como ícono de paz a un camorrista profesional que la emprendió contra la hinchada al finalizar el partido de exhibición, sino que refrenda con el voto a quienes se creen propietarios de su destino.
El famoso péndulo parece moverse al ritmo que le marquen las pasiones de los Montesco y los Capuleto criollos, cuyas enemistades viscerales rigen los tres poderes en que se asienta nuestra ajetreada democracia. Por ejemplo: los Galán y los Gaviria están distanciados; los Gaviria no se pueden ver con Vargas Lleras; Vargas Lleras no se puede ver con Uribe y Uribe no se puede ver con Santos que, no podía ver ni a Pastrana ni a Samper quienes, a su vez, no han podido ver a Uribe, quien hace unos años fue padre político de Gina, la ahora niña mimada de Santos, jefe actual de dos de los principales alfiles de Uribe en su gobierno: Roy y Armandito, este último enemigo de Vargas Lleras, y el primero, enemigo de Uribe, cuya enemistad con Claudia López y Vivian es conocida y cuya amistad con el procurador también lo es, lo mismo que la loca pasión que éste ha despertado en el locuaz Barguil del Partido Conservador, emparentado recientemente con la Casa Gaviria que no puede ver a Uribe y a Santos más o menos, ¡uf! Faltan alientos para llamar a lista las investigaciones y los pliegos de cargos que Montealegre y Ordóñez abren a conveniencia.
Un país de virajes caprichosos.
¿Qué diría un tal Platón, autor del primer tratado sobre política, por allá entre el 400 y el 300 a.C., titulado La República? Pues insistiría en algunas locas teorías de esas que lo inmortalizaron (la confusión entre los intereses particulares y públicos es la raíz de la degeneración en el poder) y, fijo, volvería a enterrar la cabeza al comprobar que la derrota propinada a la filosofía ateniense por la artillería espartana ocupa escaño vitalicio en la Historia. Suposiciones.
También dice Sandel en la entrevista de marras: “Cuando la política consiste en disputas individuales, la población se hunde en la amargura. Las rivalidades personales y partidistas roban espacio a los intereses ciudadanos. He viajado por el mundo y he percibido una frustración generalizada con la política, los partidos, las instituciones y los mismos políticos. En el corazón de esa frustración se oculta la idea de que el discurso político es hueco y no inspira a nadie”. Qué tal que constatara lo que está pasando con la mediocre adaptación shakesperiana, anunciada en cartelera como la reforma de Equilibrio de Poderes.
Intrigas, traiciones, celos, envidias, amores, desamores…, el drama está servido. ¿Quién en el papel de Romeo y quién en el de Julieta? Son varios los actores que han presentado casting, aunque el show se lo roba Germán, que, sin abrir la boca, él que no se ha caracterizado por el silencio —para mí que está metido con los camaldulenses—, por obra y gracia de su archienemigo del Centro Democrático, a última hora escapó de la pócima mortal de Benedetti, convirtiéndose, por ahí derecho, en el man del partidor: fuero de presidente, inhabilidad de ministro y presupuesto de potentado. Y una deuda de gratitud… (Yo de usted me tomaría el triunfo con cautela, vicepresidente; de eso tan bueno no dan tanto).
ETCÉTERA: Me quedo con la política de los libros que no necesita de los políticos para existir. Con escasísimas excepciones, qué jartera me dan. (Ni qué decir Maradona con la boquita de chicle que se mandó poner, la vena arribista que se le brotó y el patrocinio de pies a cabeza que se consiguió).
