¿Qué hizo de Uribe casi un mito?

¿Qué hizo de Uribe casi un mito?

Lo primero, es que Uribe se creó una imagen bonachona, campechana y simplista, en un país de políticos ególatras y arrogantes

Por: Javier Hernández Ramírez
febrero 16, 2024
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¿Qué hizo de Uribe casi un mito?
Fotografía: Archivo particular

Lo primero, es que Uribe se creó una imagen bonachona, campechana y simplista, en un país de políticos ególatras y arrogantes, acostumbrados a la retórica del yerbatero, la pleitesía y el incienso personal.

Pero, como estamos en Colombia, el país de las paradojas, casi que da vergüenza, tener que cerrar el anterior enunciado sobre Uribe y opacar tanta belleza, con esta oda al colmo de los absurdo nuestros: porque, aunque suene paradójico, irónico y risible, Álvaro Uribe Vélez, es el epítome de la arrogancia y la egolatría hechas político. Le gusta desaparecer entre las nubes del incienso de sus adoradores.

Sí, Uribe sufre de las mismas pasiones del plantel, pero exacerbadas, por la algarabía de todos aquellos, que se “comen” su genial actuación de montañero sencillo y frentero. Como que solo aquello de montañero, es cierto, lo demás es solo aparato, mimetismo, esguince, curva, opacidad constante, agujeros negros. Es un maestro en ese tema. Lo peculiar de toda esta sinrazón, es que muchos le creen y lo siguen, sin molestarse en pensar en lo que hay detrás de su nadadito de perro.

Uribe se unta de pueblo, cada vez que sale a la calle. Se torna en terrateniente y capitalista, cuando reúne con la crema a puerta cerrada. Sus adeptos estrato bajo y medio, solo ven al campesino firme de ideas y discurso encarretqdor, se niegan a ver al terrateniente. Claro, esto, en sí mismo, no tiene nada de malo. Pero trae aparejada un dejo de mentalidad cuasi feudal, difícil de ocultar.

Sus pares, sí lo ven, y usan la diferencia en su favor. Campesino-terrateniente. Uribe es ambas cosas. Dos caras, ambas para la galería. La bonachona con que regaña a un ministro por no haber hecho tal o cual puente (y le ordena, en vivo y en directo, ¡ministro hágalo!) aunque nunca se haga, pero el gesto queda hecho. Y los medios publicitan.

Con Uribe hay doble idea, dos tipos de gentes, dos esperanzas distintas. Unos hacen cuanto pueden por llegar hasta su círculo inmediato: buscan medrar a su sombra y a cualquier precio. Es que, cerca de Uribe, la ética no es muy exigente. Los otros, los que son despojados de derechos, desde siempre y bajo Uribe, guardan la esperanza de que su palabrería de culebrero meloso, les cumpla sus promesas.

Prosperidad en medio de la “confianza inversionista” Que, en español vulgar, no es otra cosa que dejar que el capital gane el máximo y el trabajador se gane un mínimo. Todo para el capital, migajas para el trabajo. Pero nada raro: Uribe es rico, y se limita a pensar como rico.

Aun así, entre luces y sombras, Uribe es magnético: atrae simpatías de todos los polos…muy en especial, de oligarcas y gentes de avería. Casi que se hace necesario tener prontuario, para acceder a ser de la élite uribista. Pero también arrastra efectos entre la masa ignara. Creo, que nunca hubo político más poderoso en Colombia, que este calculador y excelente manipulador.

Y eso lo ha logrado careciendo de algunos de los principales atributos del político exitoso: no es intelectual, es emocional y práctico; es mal orador; habla con la llaneza del hombre del pueblo, y convence al poco informado; Uribe tiene, “un no sé qué” personal que logra “llegar” a las gentes. En otras palabras, Uribe es el supremo de su propio reino de idólatras.  Un hombre de amores y odios sin escala de grises: SI-NO. Se le ama o se le odia. El primer sentimiento, el excesivo amor, muchas veces, conduce a la cárcel o al desprestigio por bobaditas raras.

Uribe casi un brujo. Un estratega embaucador que tiene creyentes aun entre la plebe que labura, así los haya privado de viejas conquistas y logros laborales de vieja data. Absurdo, pero los ataques de Uribe al empleado y trabajador del mínimo, lo hace en nombre dizque de crear más empleo…mientras envilece el empleo. La condición sine qua non, ha sido siempre su muletilla: proteger las empresas, para que generen empleo…así esto nunca ocurra, y sean los trabajadore quienes pagan el precio de la confianza inversionista. Y como resultado hay prebendas de sobra para los más ricos, y bajón irremediable, en la calidad de vida-empleo. Pero, aun así, la gente le cree.

Aún después de tantos años de escabrosas “historias, falsas de toda falsedad, sobre despojos, masacres y otros detallitos malucos” Cosas que, en medio de su gracioso olimpo, aunque lo toquen, no lo manchan. Nada mueve el pedestal de su soberbia intocable. Pero todo lo que tiene, Uribe lo ganó pulso…odios y amores. En su primer período, Uribe es elegido por una esperanza paradojal. Una que se asoma y se esconde tras distintos y asquerosos motivos, pero que no alcanzamos nunca: la Paz.

Y digo paradojal, porque es el leitmotiv de la eterna sonata colombiana: sueño repetido y nunca logrado: una paz duradera y estable. Es la útil y fácil herramienta para llegar al poder: porque no fue solo Uribe el elegido, por prometer lograrla, así fuera, a través de más violencia. La paradoja consiste en que, un inepto como Pastrana, también consiguió presidencia montado en ese cuento. Y aquí, cuento, es lo único real.

Pero volvamos al tema: a pesar de encabezar una congregación de creyentes incondicionales en todos los estratos y por distintos motivos, y no obstante Uribe sea el político más popular y poderoso de Colombia…su figura siempre se difumina entre sombras.

Así que, prometiendo la paz en un país desmoronándose, por ataques de distintos actores violentos, y usando mano dura, Uribe fue presidente. Claro, primero tuvo que derrotar a la camarilla más brava del Partido Liberal, que se oponía a su paso. Porque, sí se trata de ir al bonche, haga lo que tenga que hacer, Uribe no saca el nalgo. Así le toque cambiar de lado conceptual: dejar las ideas liberales, tiradas.

Olvidar el humanismo propio de sus viejas ideas, y convertirse en el adalid del capital y las ideas conservadoras. 4 años. Luego, goloso y pagado de sí mismo, Uribe entendió que solo él, un nuevo mesías, podía salvar Colombia, pero que para ellos necesitaba más tiempo del que estipulaba la Constitución. ¿Cuánto? Pues el tiempo que fuera necesario: 8 - 12 años…? 

Así que, como la Carta solo daba 4 añitos, (no me alcanzan, mijito, dijo Uribe) y como ya era un ídolo aupado en una aura de gloria, no ganada del todo, porque, bueno, sí había mucho muerto, pero, todavía, no llegaba la tan esperada paz. Indispensable…más tiempo = otro período. 4 añitos más.  NO problem.

La Justicia, la Constitución y las mujeres, en Colombia, son para violarlas, dicen ciertos sujetos sin principios. Uribe violó, la segunda. Para hacerse REELEGIR, luego de crear falsos escenarios de paz, en donde, por el contrario, la violencia fue la constante, el presidente Uribe logra, con su doble malicia: indígena y montañera, y usando toda clase de mañas torticeras que el Congreso le tuerza el pescuezo a la carta del 91, que prohibía, expresamente, la reelección.

Como dato curioso “todos” los implicados en el favorcito, menos el favorecido, pagaron por su falta. Los dioses no se tocan. Otra enorme curiosidad es que luego del extra tiempo presidencial, y después de muertos por acá y muertos por allá, NADA cambió.   Sin embargo, Uribe logra lo inaudito; consigue que muchos, hasta lo tontos de estratos 1-2-3, que sufren la violencia diario, todavía, lo ensalcen como el mejor, “porque pacificó el país y derrotó a la guerrilla”. Cosa que casi 14 años después, aun no ocurre.

Pero es que somos un país que siempre habla mal de la política, pero que no se ocupa de la política y viven ausentes de la realidad social y política. Pero ello no es óbice, para que todavía esos dos mitos, “ser el mejor presidente y porque pacificó el país y derrotó a la guerrilla” subsistan en el consciente del cotarro colombiano.

Y es, obviamente, sobre estas dos falacias, que se yergue su supuesto éxito como presidente. Pero es un hecho que fue, y es, muy cuestionada su Administración. Que la guerrilla NO desapareció. En honor a verdad, no lo hizo tampoco bajo el Acuerdo de Paz de Santos. Uribe no logró la Paz, a pesar del esfuerzo violento que usó para ello. Todos han fracasado en ese tema. Pero él, y sus adoradores, lo aseguran.

Algo que me asombra, es que Uribe, un aguerrido jefe Liberal de Antioquia, in illo témpore bueno, cuando ser LIBERAL era otra cosa: ser compasivo con el más débil; usar el Estado para proteger al capital y al trabajador, por igual; defender Derechos Humanos y laborales; es decir, antes de César Gaviria y de Uribe, digo, me asombra que Uribe sea hoy un ícono de la extrema derecha y el más representativo conservador de Colombia.

Claro, a esto último tiene todo el derecho del Mundo, es su elección. Pero… ¿porqué, NO eligió irse. a tiempo? Fue su error grande…increíble en un estratega como él. Uribe se merece una vejez mejor. Quizás, jugar escondidas con sus nietos. Pero en todo Circo hay fieras, y rondan detrás de sus “pecados de orgullo”. Pleitos y cusas por todo lado. Y lo de su hermano. Creo que es la razón verdadera para que Uribe no se haya ido al reposo dl guerrero. Lealtad y sangre, lo amarran a la arena política en la cual, medio país lo aplaude, y la otra mitad le tira cáscaras desde todos los ángulos. Santiago es su Karma. Su última pelea.

Claro, igual tiene procesos y acusaciones aquí y allá. Pero, hasta hoy nada lo afecta…como no sea su sueños. ¿Quién duerme tranquilo, con tanta gente por ahí, hablando bobadas sobre el Grancolombiano? Sí Uribe se hubiera ido, cuando cortaba rabos y orejas en una misma tarde, la desmemoria típica de los colombianos, ya se hubiera olvidado de sus “pecadillos” y tendría una vejez plácida…jugando con sus nietos y montando a caballo…tinto en mano.  Ya lo dije, en el fondo, Uribe es un hombre bueno. Pero, su egolatría y las “malas juntancias” lo llevaron a estadios nebulosos y complicados. Lo indujeron a la ya clásica regla aquellos que se pegaron a su rueda: todo vale, todo se puede, somo uribistas.

Sí estuviera en mis manos, yo obligaría a Uribe a retirarse a vivir sus últimos años en el Ubérrimo, a vivir en PAZ. Lejos de sus interesados “amigos”, una pléyade de oportunistas que sobreaguaron, gracias su salvavidas personal. Con Uribe no hubo madias tintas: hizo mal hizo bien. Solo un hombre. Un ser humano con pros y contras.

Él mismo debería entender eso y abandonar un escenario en el que todos los días pierde una batalla y sufre maltrato; mientras una recua de gentuzas, sin votos ni méritos propios, ganan espacio político para mostrar, no solo su ignorancia, sino su falta de capacidad política. No es necesario mostrarlos aquí…todos los días los vemos diciendo sandeces y bestialidades, sobre un país que no entienden. Lo siento, no me aguanté: Turbayito- HJp- y otras hierbas.

Uribe, con su nadadito de perro, parsimonioso, campechano y asequible, usado como una “pantalla verde” que borraba el trasfondo, impidió que sus mañas fueran visibles al vulgo. Es un maestro del mimetismo y la opacidad, que maneja títeres tras bastidores, sin compartir culpa o responsabilidad, en las averías, con sus actores de reparto. Algo evidente es que Uribe hace milagros: escribe y dirige la obra, pero nunca aparece como autor del texto, y menos como protagonista exógeno. Sí ordena o comparte una actividad delictiva, es su partenaire, totalmente solo, quien paga.

Otro milagro de Uribe es lograr que sus alfiles y cómplices, estiren el Código Penal, hasta límites grotescos, todo ello, por haber puesto, previamente, fichas-clave, en el lugar indicado, y desde luego, ya prevista su necesidad. Uribe no es intelectual, pero es un gran estratega, Es astuto y malicioso. No tiene rival como manipulador en el escenario político colombiano. Además, maneja una inteligencia política tan elástica que jamás cuestiona la moral del que lo abraza.

El simplemente toma lo que llegue. Y algo aún más extraordinario, de Álvaro Uribe, es que le llegan abejas, desde todas las colmenas. Es eclético en cuestiones filosóficas y doctrinarias. Todo sirve… nada sobra. Sí suma…venga. Es por esa característica eclética, que, de ser un “jefe liberal” con caudal electoral propio, cuando se peleó con las altas alturas de su Partido, se convirtió, por arte de birlibirloque, en el más aguerrido y doctrinario jefe conservador de los distintos apiarios del país. Todas la abejas, fueron tras él. Sin mucho esfuerzo, Uribe, no solo encabezó las huestes de la Extrema Derecha, sino que, surtió su estantería, desmantelando por lotes, la casi monolítica estructura de sus viejo partido: el Liberal, el de las grande mayorías.

El antes Glorioso. Hoy anquilosado, clientelista y ya corrompido en sus cumbres. Toda la morralla del Partido, abrazó su causa. Pero no todo fue culpa del hijo pródigo, que huyó con los caudales del Partido. Uribe solo ejerció una de las facetas que enorgullecen a los liberales de corazón: ante la manguala, se volvió contestatario, rebelde.

Lo malo es que ensució la batica de cuadros. Y fue más allá, con rabia inusitada, él, que un día enarboló con orgullo la bandera roja, hizo cuanto pudo y estuvo a su alcance, por acabar con lo que restaba de su antiguo partido. Era, que ya tenía, cauda e intereses distintos. La culpa de esta catástrofe liberal, (no que se hubiera ido Uribe, sino que se hubiera trasteado a medio Partido a través de cuanto jefecillo se le unió) fue de un error repetido por los casi eternos “jefes”, del Partido. Intentaron manipular la convención y Uribe se amputó.

Desde entonces, un Partido acostumbrado a ganar elecciones solo, sin coaliciones ni alianzas, gracias esa Convención de necios, se convirtió en una ilustre minoría, que, sin embargo, es dueño de la mayoría popular y que elige una gran representación parlamentaria.  No todo fue culpa de Uribe, en este caso. Las cuasi eternas candidaturas presidenciales de Horacio Serpa, (nunca lo dejarían) abrió una boquete en las estructuras casi monolíticas del Partido liberal, en donde hacían fila docenas de monaguillos con ínfulas de Curas, y surgió una rapiña entre jerifaltes de todo calibre, que pulverizó el Partido y atomizó a las bases, pues cada parroquiano liberal, fue tras el gamonal de sus afectos.

Y eran muchos gamonales, cada uno con su feudo. Así, de forma estúpida, el Partido de las grandes mayorías históricas, se convirtió en un puzle de empresitas electorales, cada una con sus propio emprendedor…en busca del mejor socio para salvar a Colombia, y “acabar, de una vez por todas, con tanto clientelismo y corrupción” mientras consigo unos contraticos.

Uribe, era uno de los de la fila de ansiosos tenientes liberales con ganas de ser presidente. Tenía ganas y necesidad del poder…su karma pasional. Uribe es adicto al poder. Es mesiánico. Recursivo. Sentía ser capaz de arreglar el mudo sin ayuda y sin importar modos o formas. Para él, que es esencialmente un hombre bueno, por origen montañero, alcanzar el poder, se volvió leitmotiv de su sinfonía interna, era la música que oía. Su música.

Al precio que fuera. Sí…fuera todo: fuera moral, fuera ética, fuera doctrina. En medio del rifirrafe liberal, entre ambiciosos y oportunistas de toda laya, Uribe, picó en punta. Vio un chance de oro para tomar la delantera, y saqueó los Partidos políticos tradicionales de sus rezago clientelista, con una nueva idea: todo vale, si caminan conmigo.

Ofreció, a sus seconds acceso a toda clase de prebendas, rifando el Estado a la jura. Tomen lo que puedan, fue la consigna. Así encabezó la marcha hacia un mito creado con actos de mesianismo iluminado y dadivas sin límite, en lo ético y económico, sin reparar en ideologías o trayectorias. Se hizo a una buena provisión de votos, con ayuda de algunos ambiciosos que le vieron futuro y se pegaron a su rueda. Pa’lante, que atrás asustan.

Uribe es un Mito, por derecho propio. Políticamente hablando. Lo demás, es lo demás. Y ya alguien dará un veredicto final sobre las “verdades o mentiras” que lo sustentan.

Deberían dejarlo ir al descaso del guerrero y a jugar con sus nietos… y la decisión, creo que, en gran parte, depende de él mismo…y de Santiago, su piedra al cuello. Es su hermano, es su sangre… nobleza obliga.

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