A tres días del 27 de octubre, Petro le pidió a Jairo Herrán Vargas, entonces candidato a la alcaldía de Medellín por Up-Colombia Humana, que renunciara a su aspiración y ayudara a impulsar la lista de la izquierda al concejo. Con ese movimiento el excandidato presidencial buscaba consolidar un mayor respaldo a Daniel Quintero (el candidato más viable para derrotar al uribismo) y alcanzar un rédito subjetivo en su eventual victoria. Petro fue ignorado y Herrán no llegó a sacar ni el 1% de la votación total con tan solo 3.388 votos.
Un resultado patético que no representó ni la mitad de la votación que el mismo Petro sacó en la consulta de la izquierda (49.778 votos) o en la primera (77.397) y segunda vuelta (208.427). La lista al concejo también se terminó quemando y por primera vez en dos décadas la izquierda perdió el único escaño que conservaba en el Concejo de Medellín. No hay duda de que los resultados de Petro en las elecciones locales en Antioquia fueron un completo fracaso.
Sin embargo, estos datos hay que analizarlos con mayor contexto. El previsible fracaso del candidato de Petro en Medellín fue el resultado de varias circunstancias, entre ellas, una pésima campaña; una lista débil al concejo y el deslizamiento progresivo de gran parte de la base electoral y liderazgos de Colombia Humana hacia la campaña de Quintero. Conforme la contienda fue avanzando no quedada duda de que Quintero era la opción más viable para derrotar al uribismo y al continuismo de Fico.
Llegado ese punto Daniel fue muy táctico en su estrategia de comunicación: no permitió ser arrojado a la hoguera del petrismo (bloqueó a Petro de Twitter y le pidió no entrometerse en la campaña); posicionó una ilusoria narrativa de independiente y lo favoreció una peculiar división de la derecha entre Alfredo Ramos y Santiago Gómez. Quintero ganó con la votación más alta de la historia de la ciudad y entre ella gran parte del electorado que respaldó a Petro desde la consulta de la izquierda.
A un año de las elecciones, Petro y Quintero no se ven tan "distantes" como en los días de campaña. Tras la confrontación entre Fico y Quintero a raíz de los hallazgos en Hidroituango, Petro ha tomado posición a favor del alcalde y no ha escatimado oportunidad para irse lanza en ristre contra la clase política antioqueña, el uribismo y con mucho énfasis: Sergio Fajardo.
Sobre Fajardo señala reiteradamente su cercanía con sectores financieros del Grupo Empresarial Antioqueño (GEA); su responsabilidad personal en el “mayor escándalo de corrupción en la historia del país” al ser el artífice del esquema de gobierno corporativo que favoreció los intereses de empresas del GEA en EPM que a la postre se vio en medio de un escándalo que sigue retumbando con fuerza en el establishment antioqueño. Es claro que Petro busca crear una narrativa que relacione a Fajardo con un hecho de corrupción de gran tamaño (en asocio con el uribismo) y así golpear su mayor activo en la opinión pública nacional donde es reconocido como un “adalid de la anticorrupción”.
Al amplificar desde las redes sociales el entramado de responsabilidades y entuertos que envuelven los intereses del GEA en la contingencia de Hidroituango, Petro golpea a Fajardo y desestima las cualidades de Fico como un gerente excepcional (el leitmotiv de su aspiración presidencial). Sabe que Fajardo será uno de sus contrincantes en el 2022 y que gran parte de su reconocimiento por fuera de Antioquia se sustenta en una opinión favorable, si lo reduce en opinión le resta capital político y posibilidades, más cuando lo obliga a responder por temas de corrupción.
Por eso, en el decidido respaldo de Petro a Quintero (a costa de generar fricciones en tendencias del progresismo que no gustan del alcalde), también hay una intención por debilitar a Fajardo, reducir a Fico (quien lo llamó el “coronavirus de la política”) y ganarle espacio al uribismo en Antioquia, el departamento que selló su derrota en 2018. En ese camino, un Quintero enfrentado con el empresariado, medios regionales y gran parte de la derecha paisa, emerge como un aliado circunstancial. ¿Se mantendrá esa cercanía de cara al 2022?