¿Qué hay detrás de las buenas notas?: el discurso del experto en educación y docente público

¿Qué hay detrás de las buenas notas?: el discurso del experto en educación y docente público

Jordi es creador de contenido para las redes sociales. Recibió en el Concejo de Bogotá la Orden Civil al Mérito José Acevedo y Gómez en el Grado Cruz de Plata 2023

Por: Carolina Ochoa
mayo 27, 2023
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¿Qué hay detrás de las buenas notas?: el discurso del experto en educación y docente público

Este historiador de la Universidad Nacional de Colombia y Magíster en Estudios Sociales de la Universidad del Rosario, ha sido docente de Ciencias Sociales en secundaria por diez años; actualmente trabaja en un colegio público de la Localidad de Tunjuelito y es autor del libro ¿Qué hay detrás de las buenas notas?: Enfrentarse exitosamente con la escuela pública”

Recibió este 15 de mayo en el Concejo de Bogotá la Orden Civil al Mérito José Acevedo y Gómez en el Grado Cruz de Plata año 2023. Este es su discurso en el evento:

Desde el mismo momento en que supe que mi nombre figuraba como candidato para este reconocimiento me ha costado creerme el protagonista de esta historia. Me cuesta creer que yo, un profesor que da clases de ciencias sociales en un colegio público de Tunjuelito, sea la persona que hoy recibe de parte del Concejo de Bogotá una distinción de estas dimensiones. No se me ocurre otra expresión, sino esa terriblemente cursi de un sueño del que no despierto, para definir todo esto. Al concejal Luis Carlos Leal y a Ángela Amdrade por ser el abanderado y la abanderada de este increíble suceso, y al Concejo por adherirse, muchas, pero muchas gracias. Sin lugar a dudas, que un maestro de escuela tenga en este momento, aparte de su voz temblorosa y su cuerpo petrificado del susto, una banda amarilla y roja sobre su hombro como muestra de la condecoración José Acevedo y Gómez, es uno de los ejemplos más claros de que esta vida, que es tan difícil muchas veces, en ocasiones te sorprende con experiencias maravillosas y demasiado generosas.

Confieso, tal vez como una muestra de demasiada modestia, que no he dejado de preguntarme sobre los motivos por los cuales yo estoy acá en este preciso momento. He pensado que las diosas y los dioses en su infinita e irracional grandeza han convenido untarme de su gracia y me han bendecido; que los astros se han alineado misteriosa y favorablemente; o simplemente que así estaba escrito desde hace ya mucho tiempo cuando comenzó a escribirse la aventura de mi vida y entonces no podía ser de otra forma. Se me han ocurrido esas y otras mil explicaciones tan fabulosas como descabelladas para tratar de entenderlo. Pero solo cuando estoy llegando al colegio en el que trabajo se me ocurre la que puede ser la única explicación creíble y verdadera: soy una persona que desde hace diez años, cuando un colegio privado en Usme, luego de tocar muchísimas puertas por fin le dio la posibilidad de ser maestro, siempre ha intentado llegar a su trabajo con entrega, con amor y plenamente convencido del significado que encierra la labor que realiza. Diez años, y contando, tratando de ser feliz todo el tiempo en este oficio y profundamente convencido de que este, como ningún otro, tiene algo incomparablemente poderoso: una llave mágica para abrir la ventana por donde se asoman a diario cientos de niñas, de niños y de jóvenes para conocer el mundo en que viven y que están llamados a renovar, y desde la cual pueden ver la posibilidad de hacerse con un mejor futuro. Diez años, procurando por todos los medios posibles, de hacer de mi salón de clases además de un espacio como ningún otro para que mis estudiantes aprendan sobre historia, geografía, filosofía, la ética y las religiones, un espacio en que asumiendo sus obligaciones escolares, por supuesto, puedan sentirse siempre cómodos, felices y tranquilos, sin miedo a ser ellas y ellos mismos.

Pero no crean, este camino no ha sido fácil. Varias veces, como creo suele sucederle a mucha gente en toda clase de trabajos, me he planteado la posibilidad de dar un paso al costado. Ser docente en una sociedad como la colombiana, atravesada por tantas problemáticas y en la que la educación -por lo menos la educación pública- no ha recibido la atención que verdaderamente se merece, es un desafío que supone un sinnúmero de dificultades. Muchos son los motivos que me han llevado a pensarme ese abandono: un salario que no corresponde con justicia ni a la responsabilidad social que uno lleva consigo ni a los estudios que uno ha realizado; una política educativa que con frecuencia desatiende el bienestar del estudiantado y del profesorado con medidas de todo tipo (como por ejemplo el hacinamiento cada vez más evidente en las aulas de clase, la falta de recursos en colegios de zonas urbanas, pero sobre todo rurales, o la importancia fundamental que se le da a un examen de estado que no distingue diferencias culturales o económicas entre los y las estudiantes de todo el país); una salud emocional que puede verse afectada por la intensidad que conlleva una labor en la que se convive en la semana con cientos de seres humanos, o la injerencia cada vez más notoria del mercado en la escuela son algunos de esos motivos que, como decía, me han llevado a replantearme mi presente. También los hay que son más personales, como el tener que trasladarme todos los días cinco horas en buses para llegar al colegio o la desazón de pensar que no ha salido bien una clase. Pero frente a ese sentimiento de desolación y de frustración siempre ha habido algo poderoso que me anima y me impulsa a seguir adelante. (Aquí quisiera invitar a mis estudiantes y exestudiantes a que pasen a la tarima y me acompañen en esta última parte del discurso) Ese motivo poderoso que me anima son ustedes, mis estudiantes. Ustedes han sido luz en momentos de mucha oscuridad. Es obvio pero necesario decirlo: Jordi Romero Castillo no sería el profe Jordi ni nada de esto estaría sucediendo de no ser por mis estudiantes: la esencia de mi trabajo, el motivo más importante detrás de cualquier éxito que pueda lograr como maestro y quiénes me han enseñado a ser mejor profesor cada día. Por todo eso y por llenar de aliento mi carrera como docente, muchísimas, pero muchísimas gracias. Como lo escribí en la dedicatoria de mi libro, la vida para muchos y muchas de ustedes en ocasiones se impone con condiciones adversas, ojalá algún día encuentren en el sistema educativo un aliado y no un viento que parece golpear de frente.

Recibo la condecoración José Acevedo y Gómez a título personal pero le agradezco profundamente al Concejo de Bogotá porque con este suceso no solo está reconociendo el trabajo de un profesor, sino que también está rindiendo tributo a la escuela, a la educación pública de la que soy un hijo más y, en mí representación, a cada una y cada uno de mis colegas apasionados por su trabajo que, en medio de condiciones económicas y materiales la mayoría de las veces insuficientes, hacen de su oficio, en silencio y a diferencia de El Profe Jordi de manera injustamente invisible, una oportunidad inigualable para enseñar el mundo. Aquellos colegas que, por miles, con un marcador, un tablero o cuando menos con su voz y su presencia, comparten conmigo esta convicción de lo que significa ser maestros y maestras en una sociedad que como la nuestra, por haberse construido sobre la base de la desigualdad y la falta de empatía, nos reclama y necesita con mayor fuerza; aquellos colegas que se toman en serio su papel de incomparables agentes de transformación, y con actos que pueden ser tan mínimos como poderosos, le hacen entender a sus estudiantes día a día que a falta de un apellido que augure riqueza, una cuenta bancaria familiar de respaldo o una herencia asegurada, la educación se nos presenta como la ocasión más sencilla y maravillosa de alcanzar un porvenir verdaderamente digno y mucho mejor al que alcanzaron sus madres, sus padres o sus abuelos. Aquellos colegas que siempre están dispuestos a mezclar sus imprescindibles enseñanzas en las áreas del saber que dominan, con una dosis necesaria de empatía, de respeto y hospitalidad capaces de llenar los posibles vacíos afectivos y emocionales que traen a cuestas nuestras y nuestros estudiantes. Aquellos colegas que con lo que hacen en sus aulas de clase mitigan y combaten actos de violencia, de discriminación y de irrespeto como el racismo, el machismo, la homofobia o la xenofobia entre otros tantos que nos aquejan, haciendo no solo de las escuelas verdaderos territorios de paz, sino también, de este mundo un lugar en el que cada vez pueden vivir más personas felices.

Para ir terminando, quiero dedicar esta distinción, primero que todo, a quien es y ha sido durante estos últimos once años y un poco más de mi existencia mi mejor y mi más bonito refugio: mi esposa, mi compañera de vida. Jessica Pérez, nuestro amor no es ni será eterno, pero ha sido infinito el tiempo que ha durado y eso es mucho más que suficiente. Feliz día de la maestra a quien es, de lejos, la persona más brillante, inteligente, íntegra y el ser humano más bello sobre la corteza terrestre, con quien tengo la dicha de compartir mis días y mis noches, de quien aprendo todo el tiempo lo imaginable e inimaginable; me hacen muy feliz nuestros sueños realizados y los que nos quedan por realizar, como lo que hemos construido a lo largo de nuestra relación con mucho esfuerzo y sacrificio, cual si fuéramos dos pajaritos que se aman en su libertad pero van construyendo un nido juntos, en el que además viven dos perros y tres gatos.

También quiero dedicar este reconocimiento a mi madre y a mi padre. Señora Marina, como dijo Franco de Vita, te amo desde el primer momento en que te vi, que fue el primer momento de toda mi existencia. Cómo no amarte y dedicarte este reconocimiento si renunciaste y todavía hoy renuncias a muchísimas cosas por tus hijos, por vernos crecer sanos y felices, suprimiéndote tú misma muchas veces de tu propia vida por ser una madre entregada al hogar y al amor de tus hijos. Don Orlando, me tocó el padre más bueno de todos. Qué maravilloso sería este mundo si todos tuvieran tu bondad y ese dar sin esperar nada a cambio del que eres el más bonito ejemplo. Qué orgullo llevar conmigo no solo una estampa física tan parecida a la tuya, sino tus enseñanzas y tu amor desmedido. La vida siempre me quedará corta para recompensar todo lo que ustedes dos han hecho por mí. Así mismo, quiero dedicar esta distinción a mis hermanos, a James que está hoy ausente, mi sombra desde siempre que fue parte vital de mi infancia inigualable, llena de alegría y de sonrisas, y a mi hermano David, la persona que desde que nació me ha hecho descubrir un amor genuino y puro que crece con el tiempo, de quien no puedo estar más orgulloso, recuerda siempre que tu felicidad es la mía. También a mi sobrino y a mi sobrina a quienes amo y cuyo reflejo en cada una y cada uno de mis estudiantes me ha llevado a intentar ser mejor docente.

No quiero finalizar sin antes agradecer. Agradecer una y otra vez al Concejal Luis Carlos Leal y a Ángela Andrade por hacer esto posible, por ver algo en mi trabajo digno de ser reconocido. Agradecer a cada una de las personas que hoy ha sacado un tiempo para compartir este momento que para mí es tan importante: a mi suegra Blanca y a mi suegro Gustavo, cuya maravillosa compañía espero disfrutar por muchísimo más tiempo; mi tía adoptiva Myriam por hacerme sentir uno de los suyos; mis amigos y amigas que contados con los dedos de mis manos son mi familia; A don Álvaro Henry Corredor, rector de mi colegio, con quien siempre estaré agradecido días por haberme brindado oportunidades sin las cuales nada de esto sería posible, y quien ha sido defensor de mi trabajo y mi propuesta educativa en varias ocasiones. Al Concejo, nuevamente, por adherirse a este halago incomparable para mi vida. Y por último a los padres y madres de mis estudiantes que hoy están presentes: no se imaginan cuánto les debo por su gratitud y su cariño, una gratitud y un cariño que, particularmente en momentos difíciles, me hacen pensar que estoy haciendo bien las cosas como maestro. El día que no encuentre en ustedes y en sus hijos e hijas esa gratitud, daré un paso al costado.

Qué viva la Escuela, qué viva la educación pública y qué vivan mis estudiantes.

Muchas gracias.

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