La tensión entre el alcalde de Medellín y el periódico El Colombiano se ha convertido en un permanente motivo de discusión en la ciudad. Al pulso que vienen librando desde que Quintero asumió en el piso 12 de La Alpujarra, se le agregaron dos nuevos capítulos el pasado fin de semana. Inicialmente, El Colombiano hizo eco de un abucheo que enfureció a Quintero y esto llevó a Esteban Restrepo, secretario de Gobierno y jefe de la burocracia local, a tildar el periódico de “bobo”. Quintero fue más allá y volvió a señalar los intereses y responsabilidad de algunos integrantes de la Junta Directiva de la casa periodística en la contingencia de Hidroituango.
Tras ese señalamiento, el periódico cuestionó la gestión del alcalde en una editorial y le agregó un análisis electoral en torno a la pelea Uribe-Quintero, reseñó las movidas detrás de la salida de la gerente de Telemedellín y hasta le dedicó espacio al supuesto saludo que una cantante local le negó al alcalde y que a la postre le costó el trabajo. En definitiva, un cubrimiento detallado y ciertamente tendencioso. Una clara muestra de un pulso abierto para posicionar una matriz de opinión en una ciudad polarizada y de paso contribuir a profundizar el negativo que el alcalde viene registrando en algunas mediciones.
De fondo, también es una tensión que refleja las movidas por el poder local de cara al 2023 —mucho más que la intentona de revocatoria— y el malestar que un mandatario “disruptivo” sigue generando entre los sectores más tradicionales de la ciudad.
A la pregunta: ¿quién gana y quién pierde con esa pelea?, creería que no hay una res puesta concreta, pues El Colombiano viene de tener una excelente relación con Federico Gutiérrez y su papel en la contienda electoral de 2019 resultó irrelevante, ya los años donde “El Colombiano pone alcalde” (un dicho popular en Medellín) son historia y ante la apertura informativa a un amplio ecosistema de medios virtuales, el periódico va quedando relegado a sus audiencias más leales: los poderes económicos y políticos conservadores; inclusive, su par liberal, El Mundo, cerró en 2020 tras años de sortear varias crisis y cuando había perdido influencia en la agenda de la ciudad.
Seguramente a Quintero no le inquieta que El Colombiano intente posicionar una narrativa negativa en torno a su administración, mucho más porque es un medio que tiene protuberantes vasos comunicantes con los sectores empresariales que ha confrontado en su desmonte del esquema de cooptación eufemísticamente llamado gobierno corporativo; sin embargo, parece que si tiene la capacidad de “sacarlo de la ropa”, como se vio en el lamentable episodio de los “pelagatos”.
Para contrarrestar esa matriz, desde el microcosmos de Twitter, Quintero impulsa su propia atmósfera de opinión y se apoya en medios con cierto arrastre en redes como Minuto30, AlPoniente o Notiimparable (portal direccionado por un grupo antirrevocatoria).
Lo que evidencia esa disputa por la opinión, muy mediada por noticias falsas y la información tendenciosa, es una abierta confrontación por el poder. Siendo un trazador inicial las elecciones presidenciales de 2022 (donde Antioquia será una plaza de importancia) y especialmente las locales de 2023. Para esas elecciones, la derecha política y empresarial, desafiada por el alcalde y excluida del gobierno, se unirá en un solo bloque con la intención de retomar La Alpujarra. Al parecer, ya entendieron que su división entre cuatro aspirantes en 2019 le resultó favorable a Quintero para experimentar un crecimiento sostenido. ¿Acaso se arriesgarán a volver a repetir ese escenario?
Algunos creerían que el resultado en las presidenciales marcará el rumbo electoral de Medellín, ya la ciudad no se vislumbra como la plaza más dura del uribismo o como una ciudad estructurada desde la derecha, tal vez por eso al alcalde no le molesta casar pelea con Uribe o reforzar su antiuribismo. No obstante, Quintero funge como cabeza de un grupo político personalista y sin liderazgos autónomos más allá de él mismo, no es claro quién lo podría suceder o asumir las banderas de su plataforma política (independientes); por el momento, dispersa entre varios grupos políticos tradicionales.
Desde el uribismo se viene socializando la idea de concertar una gran alianza entre sectores de derecha y por su lado han sonado los nombres de la concejal Nataly Vélez (con intenciones de aspirar a la Cámara) o repetir con Alfredo Ramos (lo que sería un grave error); asimismo, no se descarta que Federico Gutiérrez (columnista habitual de El Colombiano) se vuelva a lanzar si su aspiración presidencial no despega.
Siendo prematuro para hablar de esas elecciones, sí va quedando claro que Medellín está atrapada en el ambiente electoral de 2022; con una revocatoria en marcha y un alcalde que genera “amores y odios” entre los candidatos presidenciales. Su confrontación con el principal medio de comunicación de la derecha es tal vez el capítulo más evidente, pero no el más importante, pues los ritmos de la verdadera confrontación serán más claros a partir de agosto de 2022.