En los últimos días se ha desatado una campaña por redes sociales incitando a una revocatoria de mandato del actual Alcalde de la ciudad de Medellín. Parece ser que todavía resulta inaceptable para algunos que Daniel Quintero haya derrotado limpiamente a las maquinarias y élites políticas adiestradas por Álvaro Uribe, Valencia Cossio y Alfredo Ramos, con todos los equipos políticos que se sumaron a esa campaña. Hasta ahora, las llagas que provocaron las quemaduras en las urnas siguen ardiendo y con el dolor de haber perdido lo que suponían tener seguro, ahora urden oscuras estratagemas para desestabilizar y crear una percepción de ingobernabilidad y caos en la ciudad de Medellín. Como siempre, apelando a generar miedo e incertidumbre invocan, de manera prematura, la figura de la revocatoria del mandato, que aunque sea una vía democrática constitucional, los intereses mezquinos que la impulsan la deslegitima, pues no se busca proteger los intereses colectivos de estabilidad y orden, sino de asegurar intereses particulares para usurpar el poder local.
No advierten que el mandato de Daniel Quintero es de los ciudadanos, que no proviene de ningún jefe político ni le pertenece a nadie en particular, por tanto no se debe a los caprichos de pequeñas camarillas de gente que se autocalifica de “bien”. No captaron el mensaje que los ciudadanos enviaron en las urnas a las maquinarias politiqueras, que pretenden dejar anclada a la sociedad en una polarización ideológica, bajo la práctica de formas tradicionales de hacer política, movilizada a partir del miedo para sostenerse en el poder. No señores, lo que representa Daniel Quintero con su legítima victoria es a una ciudadanía que piensa más allá y está dispuesta a la apertura del cambio, la innovación y a lograr una Medellín futuro que es imparable.
Hay quienes dicen hacer una oposición propositiva, pero aprovechan el anonimato que ofrece las redes sociales para esconderse y desde esa barrera promover campañas difamatorias, confundir a la ciudadanía y generar una percepción de caos que no corresponde con la realidad. Desnudan la frustración que tienen de no estar en el gobierno y que su política de terror: represión, ejercicio de la fuerza y persecución a quienes piensan diferente, la cual disfrazan con el manto sagrado de la justicia, seguridad y orden, no pueda ser implementada en una ciudad que reclama la defensa de la vida, la inclusión, el respeto por la diferencia y la superación de la polarización política.
En tan solo un mes, el mandatario Daniel Quintero ha mostrado tener un estilo diferente, más cercano a la ciudadanía, conciliador y comprensivo con la realidad socio-política nacional, que sin duda en una República tan centralista, le corresponde al gobierno nacional, presidente y ministros, resolver las demandas que los ciudadanos en las calles reclaman y en las que los mandatarios locales no tienen las facultades constitucionales y legales para atender.
No se puede permitir que una situación no resuelta desde hace meses por el gobierno nacional se traslade a los recién elegidos alcaldes, menos que se aproveche la compleja situación nacional para evaluar las gestiones que apenas comienzan, sobretodo cuando ni siquiera se ha elaborado y aprobado los planes de desarrollo municipales que guiaran sus acciones en el cuatrienio.
