Oscar Iván Zuluaga fue de los primeros empresarios en meterse a la política y desde el día uno apoyó la candidatura de Álvaro Uribe, con quien fundó el Centro Democrático, del que fue candidato presidencial en la campaña del 2014 en la que derrotó a Juan Manuel Santos en la primera vuelta pero finalmente perdió la presidencia por una pequeña diferencia. Sin embargo tuvo 7 millones de votos que lo convierten en el más opcionado para ser nuevamente candidato por su partido.
Es el ala moderada dentro del Uribismo y su estrategia es desde ya empezar a buscar aliados mas allá del CD y ya logró un primer grupo de aliados del partido conservador. Pero arranca con un fardo pesado: ser copartidario y por tanto estar asociado a un gobierno fallido con un presidente que cuenta con una desaprobación de un 77% (Encuesta Pulso país Datexco). ¿Qué va a hacer Zuluaga para desmarcarse? Conversación con Juan Manuel Ospina
Juan Manuel Ospina: El gobierno de Iván Duque está en una situación muy difícil y usted se lanza como precandidato para buscar la presidencia. ¿Cómo ve la situación del país? Si llega a ser presidente, ¿cuál es el país que le va a entregar Duque?
Óscar Iván Zuluaga: Tengo una gran preocupación que está conectada con lo que ha sido la pandemia. Me parece que eso es lo que marca el análisis de lo que está pasando en el país porque es un hecho que no había vivido la humanidad en los últimos cien años. No hay libreto, no hay diagnóstico y nunca habíamos tenido una crisis de salud pública universal. Entonces, veo dos grandes riesgos: el primero, el retroceso de décadas en materia social. En 15 meses de pandemia hemos retrocedido 15 años y eso es mucho tiempo para una sociedad como la nuestra que con esfuerzo había hecho avances en materia de clase media y pobreza. Y lo segundo, que tal vez es de más impacto: la pérdida de confianza ciudadana. Los ciudadanos hoy no creen ni en la justicia, ni en el gobierno, ni en los políticos, se ha deteriorado mucho el apoyo a la empresa privada y a todas las instituciones. Por eso creo que un proyecto que quiera construir una visión para el país hacia adelante tiene que recuperar la confianza y el bienestar social. Si se piensa así se puede convertir una crisis en una verdadera oportunidad. Y esa para mí es una idea central para entender la lectura que estoy haciendo de Colombia en diferentes frentes.
JMO.: Hay una crisis gigantesca de la política, de los políticos y de la credibilidad ciudadana frente a los dos primeros. Una crisis como esta requiere una política sólida, que convoque, que sea capaz de poner en movimiento las fuerzas de la sociedad. Hasta ahora yo no lo veo.
OIZ.: Los ciudadanos han perdido la confianza en la política y en la justicia porque están hastiados de la corrupción. Es necesario un acuerdo sobre lo fundamental en los términos que lo planteaba Álvaro Gómez. ¿Cuál es ese mínimo para que una democracia y una sociedad funcione? La lucha contra la corrupción. Esta va dirigida en dos grandes reformas que no hemos hecho en los últimos 20 años y que son la madre de la corrupción: la reforma a la justicia y la reforma a la política. Pero esas reformas no las puede adelantar el Congreso porque no las hace. La única forma es impulsar un referendo. Si yo gano la presidencia estoy recibiendo y estoy ungido de un mandato popular lleno de legitimidad para decirle al Congreso y a las cortes que acá hay una expresión ciudadana para adelantar una reforma y esto es como una victoria para la ciudadanía.
La reforma a la política tiene que incluir la reducción del congreso. La ciudadanía quiere ver una reducción de los salarios. Y esto no es la solución fiscal sino que es un gesto para recuperar la confianza. Lo segundo son las listas cerradas, que deben ser obligatorias, pero con mecanismos democráticos para evitar el bolígrafo. También se deben eliminar dos entes como las contralorías municipales y departamentales que no sirven para nada. Y, finalmente, el tema de la transformación del Consejo Nacional Electoral en un tribunal de cuentas. Cuando uno hace esas reformas el ciudadano dice “acá está ocurriendo algo”. Eso fortalece la democracia, enfrenta la corrupción y al final construye confianza.
Lo mismo con la justicia. Una democracia no funciona así haya inversión, empresa privada, tengamos salud o educación. Si no hay justicia no es posible tener una democracia fuerte. Nos la tenemos que jugar a fondo para fortalecer el primer nivel municipal de atención, para digitalizar los expedientes y agilizar trámites desde un computador. También debemos quitarle esas funciones electorales a las altas cortes que tienen una relación con el Congreso. Debemos reformar la elección de magistrados y jueces y ser exigentes con la formación de abogados en el país. Es decir, es una reforma estructural y la única forma de hacerlo es motivando a la ciudadanía.
JMO.: Pero para hacer eso necesita ganar las elecciones o tener el apoyo de un partido político. ¿El Centro Democrático lo acompaña en esto o acudirá a nuevos sectores?
OIZ.: Yo soy un hombre de partido y creo en ellos. Una democracia sin partidos, así estén desprestigiados, no funciona, pues son la razón de ser de la política. Soy fundador del Centro Democrático, pero los partidos tienen que entender que los tiempos cambian, que los problemas se transforman y si uno no se mete en eso no es opción de poder.
Entonces, como hombre de partido me someto a sus reglas. Yo arranco de cero como precandidato a pesar de que en 2014 logré 7 millones de votos en segunda vuelta, pero debo construir propuestas, ganar apoyos dentro del partido y así ganarme la candidatura de una forma democrática. Mi meta es hacerlo a partir de propuestas concretas y el paso siguiente es avanzar en la construcción para invitar otros sectores con diferencias de opinión pero que podamos pensar en el país porque hay que pensarlo en grande y para ello la única forma es uniéndose con los sectores con los que haya coincidencias. Que no nos vaya a pasar lo del Perú, donde se le abrió la puerta a un gobierno de izquierda sin preparación y conocimiento y generó desconcierto y desconfianza.
JMO.: Usted dijo que se deben continuar los acuerdos de La Habana. El país lo aplaude, pero en el Centro Democrático más de uno debió decir “viene otro traidor”.
OIZ.: Esos temas toca abordarlos con franqueza y uno en campaña y como candidato tiene que decir qué piensa. Creo en la política que pone sobre la mesa los temas, aun los más álgidos. Si soy presidente, garantizo que cumplo la constitución y la ley. No es lo que yo diga, es lo que diga la ley. Recuerde que yo fui el gran opositor de los acuerdos, mi campaña en 2014 fue esa porque creo que es un mal acuerdo que tiene una dosis de impunidad que no resiste la sociedad. Terminé siendo víctima por todo ese proceso sobre el montaje del hacker por supuestamente chuzar a los negociadores de La Habana, algo que nunca existió. Entonces, lo he vivido y sufrido, pero los problemas del país requieren otra concentración.
Mi preocupación hoy son los dos millones de empleos dignos y bien remunerados que hay que generar. ¿Qué vamos a hacer con cinco millones de nuevos pobres, con dos millones y medio de personas que disminuyen una comida al día, con las regiones que sufren más el desempleo? ¿Cómo vamos a sostener esa deuda que creció 17 puntos porcentuales del PIB en un solo año?
La energía tiene que estar concentrada en esto, aunque debo expresar mis diferencias con los acuerdos en tres puntos esenciales. Primero, la única forma de darle un golpe al narcotráfico como financiamiento de los actores ilegales es con la aspersión aérea. Estoy convencido de eso. Lo segundo que nos preocupa de los acuerdos, y sobre lo que las Farc deberían meditar para darle un mensaje a la ciudadanía, es que quienes han cometido crímenes atroces, delitos de lesa humanidad, violación de niños y niñas no pueden estar en el congreso con total impunidad. La JEP en esto tiene un compromiso muy importante ante el país. Y lo tercero que siempre se planteó es una sala de juzgamiento mucho más neutral para los militares dentro de la JEP porque no es viable derogarla, no se pueden desconocer los acuerdos. Tengo esas tres observaciones que son de convicción, hacen parte de la nuestra lucha política y son mi posición.
JMO.: El tema del narcotráfico no fue asumido con toda la contundencia que requería en los acuerdos, tal vez porque si se hacía los acuerdos se reventaban. Fue un precio que había que pagar y lo estamos pagando muy caro.
OIZ.: Y tiene un factor adicional que alimenta la dictadura de Venezuela. Hay una cifra que le escuché al comandante de las Fuerzas Militares: tenemos 2000 hombres entre Disidencias, ELN y Clan del Golfo que viven en Venezuela donde está el narcotráfico y la minería criminal. Entonces, tenemos que hacer algo.
La aspersión manual erradica 50 hectáreas en un día, la aspersión aérea erradicaría 500 hectáreas en un día. Eso sí cambia el balance de lo que es el financiamiento de estas estructuras criminales. Lo vivimos con estas protestas. Se esconden en la protesta pacífica que comparto y aplaudo, pero han desarrollado una actividad criminal, un terrorismo urbano. Van 125 jóvenes que están hoy judicializados por ser parte de la primera línea con pruebas concretas de desarrollar acciones de terrorismo en las ciudades, que fue muy en Bogotá, para generar el caos y la anarquía. El narcotráfico está detrás de ese financiamiento y eso es lo que no podemos permitir.
JMO.: Ya para terminar, hay una juventud que está molesta y quiere un cambio, pero toca ser capaz de volver atractiva la transformación del país, quien lo logre en esta campaña va a tener éxito.
OIZ.: Hay que reconocer que detrás de la protesta social pacífica hay un sentimiento de desesperanza porque el país está saturado de desigualdades. Desigualdad de género, de riqueza, intergeneracional, de riqueza, en fin, no resistimos más y el único camino para enfrentarla a mediano y largo plazo es con educación de calidad y acceso a oportunidades. Este es un matrimonio indisoluble y la única forma de quitarle esos jóvenes a la criminalidad es con una sociedad y un estado que sea consciente de eso. Desde la educación media y superior debemos formar a los jóvenes para el trabajo y el emprendimiento, que la ciudadanía sienta que tiene la capacidad de ejercer sus intereses en el arte, la cultura, el deporte o el medio ambiente. Esa es mi propuesta.
* Este artículo fue publicado originalmente el 02 de septiembre de 2021
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