Comienzo este escrito con palabras del filósofo Byung-Chul Han: “Pensar consiste en percibir similitudes”. Y en efecto a ello nos está llevando la sociedad actual en virtud del desarrollo de los fenómenos sociales que se han visto afectados a raíz de la pandemia conocida; aquella que coartó la movilidad, la comunicación y en especial la vida social, pues de esta depende precisamente esa interacción del ser humano con su entorno.
De otro lado, se ha criticado que la “literatura no puede ser un entretenimiento gratuito” (Vargas Llosa), en el entendido de que esta incide dentro de la problemática real, pero al mismo tiempo debe tener una función social, pues las obras hablan del pasado, del presente y del futuro... a la larga, de ese paso por la vida angustiante del hombre, en especial en esta época de incertidumbre. Además, está obligada a pronunciarse sobre las injusticias, sobre los sistemas políticos y de gobierno, igualmente la literatura se debe a esa permanencia en la vida por aquello de la ”vivacidad y el entusiasmo” que se pone al respecto; y en verdad estamos llenos de literatura, algunas interesantes, otras insulsas o pegadas a un mismo género (narcotráfico como ejemplo), olvidándose que en su momento se esperaba a que apareciera un nuevo libro para adquirirlo de acuerdo al gusto del consumidor.
Estamos en un momento brusco dentro de la existencialidad del ser humano y se ha dejado a un lado esa suavidad que requiere el individuo para comprender su entorno, para revestirse de valor ante esa vulnerabilidad emocional que se tiene por aquello del coronavirus y sus consecuencias y la tan lejana cura, duramos varios meses en comprender el daño que causa, el vivir con pasión y enamorarnos sin dolor.
Razón tenía Noam Chosky cuando en 1945 habló de “la responsabilidad de los intelectuales”, pues estos se encuentran dentro de un círculo cerrado de personas que interpretan el haber social y en consecuencia, crean obras en donde explican esa relación entre el hombre y la sociedad, entre los fenómenos y su comprensión pero también activistas de entregar a la sociedad elementos para confeccionar una nueva existencia, unos elementos recogidos y reconocidos desde la disidencia del ser humano hasta la intelección de la situación argumental en la que se dibuja el individuo; aquí también coge fuerza el concepto del intelectual social, el del revolucionario, del existencialista e incluso del pensador pues estos como se dijo son intérpretes de esa argumentación social y devenir salvaje en el que se vive, en ese momento implacable en que se ha convertido la pandemia en razón de contagiados, muertos y salvados, deber pasar el dinero público en manos de políticos, de civiles que lo utilizan en su favor y no en los beneficiarios finales, ahí radica entonces esa conceptualización del intelectual que tiene la obligación de relatar esos hechos que pecan contra la ética y sus principios.
Sin embargo, la literatura conocida como esa” manifestación artística basada en el uso de la palabra y del lenguaje tanto escrito como oral”, proveniente del análisis comprensivo de la situacionalidad del hombre y su desarrollo en el medio ambiente social, ha venido de capa caída, ya no hay tanta producción literaria pues el encierro afecta la creatividad, la negativa de comunicarse del hombre por aquello de guardar distancias, o esos fenómenos que no dejan esa libre interacción del individuo con sus congéneres, pero para otros, como Desmurget analiza que la tecnología ha hecho que los jóvenes tengan “un coeficiente intelectual más bajo que sus padres”, hasta en eso se nota el efecto de la literatura, personas que no se acercan a la misma, dejaron de fomentar la lectura, perdieron el gusto por conocer lo que otros piensan, digamos que lo digital acaparó los libros impresos, pues no es el mismo placer el tener un libro en la mano que estar frente a un computador, un celular o una Kindle.
Lo que sí es cierto es que la literatura permite desarrollar la inteligencia, perfeccionar el pensamiento crítico y al mismo tiempo complementar la creatividad, ya que de esa lectura se forma una relación entre lo que quiere decir el escritor, su obra y su entorno social, valorando, como se dijo antes, esa función social de la literatura, y que para muchos en esta época de COVID-19 ha permitido conocer el origen de este fenómeno, comprender su evolución y perjuicios pero al mismo tiempo haciendo conciencia acerca de la importancia de seguir viviendo, de crecer conforme a la evolución del fenómeno y no decrecer en términos de daño en la salud, en la mente y en el cuerpo físico.