En Semana Santa unos rezan, otros ven televisión, otros se enfiestan, otros salen a pasear. Y está bien, se elige pasear solo, con la familia o con los amigos. Pero es que hay posiciones en las que se debe tener cuidado en la elección de con quién se sale a pasear, y además qué hacer o no en el paseo. Lo que yo haga y con qué compañía probablemente no le importe a nadie, pero lo que haga el presidente y en qué compañía seguramente le importe a más de uno.
El pasado jueves 29 de marzo, el presidente Santos estuvo visitando junto con su familia y amigos los cerros de Mavecure. Nosotras también estábamos ahí. Si bien no aparecieron en las fotos que luego publicó el Presidente en las redes sociales, lo acompañaban dos importantes personajes de la vida nacional: el presidente del Banco de Bogotá —Alejandro Figueroa (de camisa rosada en la foto)— y el presidente de la Corte Constitucional —Alejandro Linares (con cachucha y camisa blanca)—.
Durante su corta visita al Remanso —el caserío indígena que se encuentra a los pies de los cerros—, un territorio visiblemente olvidado por el Estado como otros tantos, el presidente realizó una corta una intervención ante la comunidad y, junto con su esposa, repartió kits escolares con las insignias del Banco de Bogotá a los niños allí presentes, dándole, como en todo ejercicio de marca, protagonismo al banco y resaltando su generosidad. También con orgullo, presentó en público a uno de sus acompañantes: "el mayor protector de los derechos de todos los colombianos, el presidente de la Corte Constitucional, el Doctor Alejandro".
Minutos después, la incomodidad se convirtió en indignación cuando, al terminar el evento, las mujeres de la comunidad hicieron una muestra de sus artesanías para ofrecerlas a sus visitantes, y una de las mujeres que acompañaba al presidente se atrevió a pedir rebaja: después de seleccionar algunas piezas para llevar preguntó en cuánto se las dejaban.
El simbolismo de una comunidad indígena en una de las zonas más apartadas del país (el centro de salud fue inaugurado hace tres años pero nunca estuvo en funcionamiento por falta de equipamiento y la única antena de comunicaciones está fuera de servicio), que obtiene cómo único resultado tangible de la visita del máximo representante del gobierno nacional unos cuantos morrales cortesía de un banco privado es sin duda muy fuerte. Aún más si se tiene en cuenta el propósito del viaje (turismo), los acompañantes (familia y amigos), la duración de este (medio día) y el despliegue logístico y militar que lo acompañaba, que paralizó la zona e impidió a los turistas allí presentes toda actividad en los cerros Parajito, Mono y Mavecure.
Sin embargo, lo más indignante fue ver a los máximos dirigentes de la rama ejecutiva y judicial compartiendo sus vacaciones, junto con una figura importante del sector financiero del país. Una triste representación de los conflictos de intereses que existen entre los dirigentes del sector público y privado, de la distancia que separa a estos del resto de la población, de las relaciones de poder que se establecen entre clases y grupos sociales y, sobre todo, de la fragilidad de la democracia colombiana.
