Sin duda, esta es la pregunta del millón que no tendrá nunca ni en ninguna parte del mundo, una respuesta sencilla y rápida que resuelva uno de los problemas más serios de la sociedad contemporánea. En la medida en que el mundo envejece rápidamente, qué hacer con los viejos de antes que hoy pueden vivir hasta los 90 años y en la próximas generaciones inclusive superar los 100 años —muchos de ellos saludables—, es una de las grandes inquietudes de hoy. ¿Se puede ser viejo el mismo tiempo que el que se es joven? ¿Es eso eficiente para la sociedad y justo para los individuos? Esto pasaría si con el aumento en la expectativa de vida, que ya es una realidad, se mantienen las actuales edades de retiro.
Pero a esta preocupación por un escenario que no es ajeno a Colombia, se le suma otro inmediato: ¿qué hacemos para que a la gente se le atienda de manera normal y no tenga que congestionar las urgencias de clínicas y hospitales para que reciban alguna atención? Es justo reconocer que el ministro de Salud ha tomado decisiones importantes, como por ejemplo controlar el precio de algunos medicamentos y frenar la obsesión de ganancias de multinacionales y laboratorios en general. Sin embargo, las quejas de pacientes no cesan y están llegando a situaciones extremas para obtener la atención que se merecen, ahora que se ha reconocido la salud como un derecho.
No obstante los esfuerzos del Gobierno, dos grandes males siguen acabando con la calidad y oportunidad de los servicios médicos de un sistema que, se supone, ya llegó a casi todo el país. El primero es la politiquería, es decir la captura de instituciones públicas de la salud como Caprecom, en manos de unos políticos inescrupulosos que todos identifican y frente a los cuales no actúa nadie. Parece mentira que ese gran mal del sistema de salud no logre atacarse de la manera correcta.
Y el segundo gran mal que nadie se atreve a tocar es el hecho de que el lucro sigue desempeñando un papel en el sistema de salud, a pesar de todo lo que se trata de hacer por los lados. Hoy como ayer y como mañana, si no se le hace un cambio estructural a la salud, seguirá primando el principio de que lo que es bueno para las EPS es malo para los pacientes. Eso explica muchos de los horrores en la prestación de estos servicios, como es la dilación para resolver la situación de los pacientes. A todos nos queda en la mente si una atención más oportuna en Colombia no hubiera evitado el suplicio de Camila Abuabara, o que ese padre desesperado no hubiera tenido que salir con su hijo en brazos a la calle hasta lograr la atención que requería su pequeño.
La pregunta es entonces, ¿será que al menos estos dos males, entre muchos otros, no tienen solución? El ministro no es un político, y como demostró en un encuentro en Medellín, escucha aunque, es necesario resaltar, debe enfrentar muchas barreras para sacar a los políticos corruptos del sistema. Este puede ser otro caso en el cual se le atribuye a un ministro más poder del que realmente tiene. Y con respecto al lucro en salud, parecería que el poder que han adquirido las EPS no solo ha salvado hasta ahora de la cárcel a directivos como los de SaludCoop, sino que es tal su fuerza que no dejan acabar con su negocio.
Este es un momento en donde el apoyo de la ciudadanía, sus voces y las propuestas sensatas de expertos en el tema deben salir a la luz, a ver si es posible que Colombia se aproxime a un sistema de salud que cumpla con el principio ya establecido de que 'la salud es un derecho'.
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