El 54 % de los colombianos desaprueba la forma como se ha manejado el problema y el país está dividido frente a acoger o no a nuestros hermanos venezolanos. Al mismo tiempo la ONU nos tiene en el deshonroso primer lugar del mundo por desplazamiento interno con 8 millones de compatriotas a la espera de garantías para retornar a sus tierras, se suman 5.6 millones de nuevos pobres en 2020 y mas de 6 millones de desempleados. ¿Qué hacer entonces para abordar de manera urgente, inteligente y creativa la crisis migratoria, respondiendo al clamor de los colombianos que sufren igual o mayor agonía?
Hoy el mundo tiene 71 millones de desplazados, la mitad en condición de refugio, cerca de 15 millones son menores de 18 años y uno de cada dos son niños, según Naciones Unidas. La crisis de desplazamiento de venezolanos es considerada la más grave y acelerada de la historia reciente de la humanidad después de la migración siria. Son más de 5 millones de venezolanos que han abandonado su nación desde 2016, siendo Colombia con 1.8 millones, Perú con 768.000, Ecuador con 380.000, y Chile 288.000, los principales países receptores.
La situación se torna preocupante cuando la cifra de venezolanos capturados pasa de 435 a 10.690 en cuatro años, este año van 1874 por los delitos de hurto al comercio, a personas y tráfico de estupefacientes, principalmente. El 40 % está desempleado y cerca de 1 millón están en condición migratoria irregular. Debemos además garantizarles sus derechos, 3 de cada 100 venezolanos son víctimas de homicidio y vemos con frecuencia y suma indiferencia que algunos son maltratados y vilipendiados sin compasión.
Quienes amenacen la seguridad del estado deben ser juzgados, expulsados o deportados. La buena o mala conducta debe premiarse o castigarse ejemplarizantemente, y si bien la incidencia migratoria en la criminalidad no supera el 4 %, hay síntomas de recrudecimiento y es generalizada la molestia en buses y calles de colombianos y venezolanos necesitados que se disputan la caridad de transeúntes, mientras otros, en estado de profundo desespero o por su proclividad criminal, exigen dinero con actitud agresiva y violenta incurriendo en la comisión de delitos.
La institucionalidad para afrontar el fenómeno migratorio es precaria. Migración Colombia, la Dirección de Aduanas y la Policía Nacional han cumplido una tarea titánica con escasos recursos e infraestructura. Los Grupos Especiales Migratorios GEM se quedaron cortos, el descontrol fronterizo de pasos legales e ilegales es evidente, incluyendo las fincas binacionales que facilitan negocios ilícitos. Las condiciones en frontera son indignas y peligrosas para niños, mujeres, ancianos y enfermos y los 20 albergues temporales están colapsados, el hacinamiento es deplorable y los entornos son inseguros.
Brindar acceso efectivo a la información es el primer requisito. Existe una Ruta de Atención exclusivamente para los venezolanos que puede consultarse en portal.gestiondelriesgo.gov.co Los Centros de Atención Migratoria deben llevarse al barrio y allí se requiere todo el estado en su conjunto, 24/7 para solucionar agilmente los trámites de regularización y asegurar las condiciones mínimas humanitarias.
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Una solución estructural para colombianos y venezolanos puede desarrollarse en las zonas más productivas y menos pobladas del país
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Una solución estructural para colombianos y venezolanos puede desarrollarse en las zonas más productivas y menos pobladas del país. Colombia tiene 4 millones de hectáreas aptas para la agricultura desaprovechadas. El 42 % del territorio corresponde a la Orinoquía y la Amazonía y solo el 2 % está habitado, son regiones afines a la cultura venezolana y hay espacio suficiente y proyectos ambiciosos bioenergéticos, agrícolas, turísticos y pecuarios.
Alemania y los países nórdicos, por ejemplo, localizan a los refugiados en una primera fase en zonas apartadas de las grandes urbes y luego de un proceso de regularización y resiliencia los integran laboralmente en regiones con mejores alternativas, conservan la unidad familiar y sus necesidades básicas son satisfechas.
Un plan de emergencia inteligente sobre la fuerza laboral de los venezolanos, beneficiaría la economía y le quitaría poder a criminales y populistas que intentan cooptar a esta población en riesgo. Puede maximizarse su experiencia, conocimiento y mano de obra con apoyo de gremios, atendiendo organizadamente la oferta y demanda del campo en temporadas de cosecha cafetera, bananera, cacaotera, de aceite de palma etc. No descartemos tampoco emplearlos en la erradicación forzosa de cultivos ilícitos.
Venezuela acogió cerca de 5 millones de colombianos entre 1970 y 1990 durante el boom petrolero, nos brindaron oportunidades de trabajo y trato digno y se estima que el 25 % de venezolanos tiene relación de sangre con Colombia. Cerrar la frontera y deportarlos masivamente sería devastador, someterlos a la tiranía del régimen y ahondar su tragedia humanitaria.
Acojámoslos fraternalmente, y aunque no veamos la luz al final del túnel, mantengamos la esperanza de que nuestros líderes los incorporen productivamente al país. Y como Dios manda: ¨no maltrates ni oprimas al extranjero¨ y que nos llene de paciencia hasta que veamos el regreso de la democracia al vecino país.