Después de estas dos etapas, la comunidad está en el momento de la tormenta de ideas, con el fin de soñar y diseñar una estrategia sostenible para El Regalo y sus 55 hectáreas. Bueno, y también para asegurar que se respete el territorio. Algunos se lo sueñan como un parque de Disney, otros como el Parque Natural Chingaza, y hay quienes simplemente quieren un parque con columpios y árboles. Lo que decidan estará bien, siempre y cuando se construya entre todos, se restaure el bosque nativo y sea un lugar de encuentro.
En palabras de Martha Cortés, bacterióloga y promotora ambiental voluntaria, “Desde hace un tiempo empezamos a considerar este terreno como nuestro y de nosotros depende que tengamos agua ahora y a futuro. Debemos procurar que nuestra huella sea positiva”.
Por su parte, Mónica está segura de que van por buen camino, “no podemos pensar en que el proyecto se dé ya, es necesario identificar cómo hacemos que funcione, y eso toma tiempo. Es un tema de compromiso, de educación y de trabajar en equipo, como comunidad. Debemos proteger el territorio y empoderarnos”.
El Regalo se cuida a sí mismo, persiste y por donde caminemos, a pesar de algunos parches causados por la erosión, sentimos que pisamos colchones de agua.