Un bostezo ha resultado esta versión del Tour de Francia. Ni siquiera las llegadas en alta montaña han generado emociones. Se llega el grupo compacto, sin ataques de ningún tipo. Sólo en los últimos 100 metros alguien decide sprintar. Los que amamos el ciclismo siempre tendremos fe. Ya van a llegar las emociones. Pero si el ciclismo pretende dar un salto de calidad, cautivar más fanáticos, está por el camino errado. Algo debe cambiar, hacer grandes vueltas de dos semanas, que la UCI tome las riendas y ordene a los equipos más arrojo. Se tiene que dar espectáculo.
La sexta etapa tenía un final en un puerto de Primera Categoría. Había que sacarle tiempo a Roglic en el terreno donde, supuestamente, es más débil. Pero el esloveno parece imbatible. Además que no tiene un rival con el suficiente coraje como para atcarlo. Egan está ahorrando energías para tener una tercera semana tan espectacular como la del año pasado, Nairo es especialista en atacar y mostrar de si después de las etapas 14. Y en eso están todos, tratando de reservar el suficiente aire para poder disputar la temida penúltima etapa, una cronoescalada en donde Roglic y Dumolin son mejores que todos.
Así que nuevos fanáticos no va a hacer este deporte. Imagínense a un argetnino viendo esta competencia. Es tan incomprensible que un paraguayo pueda ver durante cinco horas una competencia en donde no pasa nada. Ayer, por ejemplo, no hubo una sola fuga en 200 kilómetros de recorrido. Una carrera completamente muerta y que registra los peores rating en mucho tiempo.
En cuanto a lo que se pudo ver de la carrera, el INEOS parece empezar a mandar en la carrera, Allaphilipe luce fuerte y Egan sigue siendo una incógnita. Esperemos que pueda callarle la boca a los periodistas europeos que creen que será incapaz de repetir título. Amanecerá y veremos