En noviembre de 2019 cuando se realizó el masivo paro nacional, el gobierno de Iván Duque se negó a dialogar y propuso que haría una conversación nacional que no terminó en nada, creó unos canales para recibir propuestas, que nunca sintetizó ni respondió, simplemente las envió al cuarto de San Alejo. En junio de 2020 el Comando Nacional de Paro presentó una propuesta que no tuvo siquiera el acuse de recibo por parte del gobierno. Desde el 28 de abril de 2021 y ante la inmensa protesta nacional, la respuesta gubernamental fue la misma: no dialogar, no negociar, no reconocer la legitimidad del Comando de Paro, ni responder al pliego que se le presentó, sino hablar de que estaba escuchando a los diversos sectores y que el comando no era representativo de todos las personas movilizadas y eludiendo la respuesta a las demandas económicas sociales, con el argumento de que sin que cesaran los bloqueos y la violencia callejera, no negociaría.
Sin embargo y ante la percepción internacional de que la situación colombiana se estaba degradando y los innegables abusos de la fuerza pública, la violación de los derechos humanos y de las libertades democráticas por parte del Estado, el gobierno intentó una diplomacia de emergencia, pero se encontró con que todo el mundo exigía diálogo y negociaciones, cosa que no ha estado en la agenda gubernamental que solo habla de escuchar y conversar, pero por otro lado blande el garrote y el endurecimiento de la represión.
En este tema y en muchos otros el gobierno se ha caracterizado por el autoritarismo y por no atender sino a su propia voz, incluso sin tener en cuenta las opiniones no solo de los sectores populares, sino la de los otros integrantes de la coalición que lo eligió presidente, de allí el fracaso de su reforma tributaria y de la salud y le ha tocado a las malas anunciar investigaciones a la fuerza pública y conceder así sea retórica y temporalmente asuntos como la matricula cero para los estratos 1, 2 y 3 en las universidades públicas.
Una incapacidad de adaptarse a una realidad cambiante, de ceder ante los argumentos razonables de los contrarios, de conciliar ante puntos de vista diferentes y de tener alguna sensibilidad ante los sufrimientos de las gentes, han aislado a Duque en un monólogo repetitivo que hastió hasta los cada vez más pocos que observaban su programe televisivo de una hora en horario triple a en todos los canales de TV, es otra victoria del paro haber logrado prescindir de dicho programa.
Las interpretaciones gubernamentales de la protesta han sido igualmente infantiles. Acusaron a Maduro con el guion del trumpismo en el momento en que Guaidó abre las puertas a una eventual negociación y aun EE. UU. y la Unión Europea hacen sutiles cambios a su estrategia hacia Venezuela, después señalaron a Rusia a quien le está suplicando que venda vacunas. No ha culpado a Cuba, pero mantiene el pedido de extradición de la delegación del ELN, al tiempo que su Comisionado de Paz y su jefe, Álvaro Uribe, hicieron esfuerzos por explorar sobre posibles negociaciones con dicha organización, cosa que no hubiera sido posible sin el beneplácito del gobierno cubano.
El paro ya ha arrojado frutos, la caída del ministro de Hacienda, de la ministra de Relaciones Exteriores, la renuncia del Comisionado de Paz, inconforme por la intromisión de Uribe en las aproximaciones al ELN, que hubieran sido imposibles sin el visto bueno de la casa presidencial. Haber impedido que Marta Lucia Ramírez juegue en la baraja de posibles candidatos del establecimiento a la presidencia, tal vez atisbando, una posible palomita presidencial ante el descredito de Duque.
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La visita de emergencia de la canciller a EE. UU., es una muestra de la desesperación gubernamental que acude a implorar la solidaridad de un gobierno que considera su principal aliado
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La visita de emergencia de la canciller a EE. UU. durante una semana con dos entrevistas con Antony Blinken, es una muestra de la desesperación gubernamental que acude a implorar la solidaridad de un gobierno que considera su principal aliado, pero que le responde exigiéndole un fortalecimiento de la asistencia militar, la fumigación con glifosato, negociaciones con quienes protestan, cese a las violaciones de derechos humanos, control a los desmanes de la fuerza pública, en medio de sonrisas, palmaditas en el hombro y reafirmación de que Colombia es un aliado estratégico de EE. UU. No pueden desamparar a Duque, es incompetente y carece de liderazgo y popularidad, pero dirán: es “nuestro” incompetente.
Duque intentó evitar la visita de la CIDH, postergarla o condicionarla. La CIDH no se mueve sin el aval de EE. UU. y, pese a todos los obstáculos vendrá en estos días e inevitablemente certificará las violaciones a los derechos humanos. El gobierno que tanto defiende los derechos humanos de los venezolanos estará bajo el escrutinio de dicha entidad por violar los de los colombianos. Como cereza del pastel, EE. UU. se expresó a favor de la vacunación de los inmigrantes venezolanos, no solo de los ya legalizados, sobre los cuales no existen dudas, sino de todos. En EE. UU. no le piden a los que se vacunan certificado de residencia legal, pero Duque si quería hacerlo con los venezolanos.
La peor amenaza a la democracia colombiana no son los manifestantes en paro, ni siquiera los bloqueos y actos vandálicos que han sido condenados tajantemente por el Comité de Paro, la amenaza es el autoritarismo y autismo de un gobierno que está pegado a fórmulas económicas anacrónicas, incapaz de una negociación seria, que gobierna con un reducido círculo de amigotes.
Es obvio que no hay un escenario en el que un gobierno que no sabe la diferencia entre conversar, escuchar, dialogar y negociar, acepte que su política es un fracaso. La negociación sobre garantías a la protesta es apenas, una etapa para negociar los aspectos sustanciales económicos y sociales. El pronóstico es reservado, el movimiento social debe acumular energía, reivindicar los triunfos logrados, prepararse para nuevas luchas, incorporar los nuevos sectores inconformes que se han expresado y mantener su cerrada crítica a las expresiones que afecten la producción, los bienes públicos y privados y las expresiones de violencia aislada, al tiempo que denuncia la represión oficial y la falta de garantías.