Esta frase que suena a sentencia se aplica claramente en la capital del país. Bogotá, que en tiempos pasados fue modelo de cultura ciudadana en el país, hoy se está convirtiendo en el mayor ejemplo de comportamiento incivilizado, de absoluta violación a las normas mínimas de convivencia. No se trata ya solo de esa agresividad permanente de sus ciudadanos que muchos atribuyen a los serios problemas de esta ciudad en plena decadencia, sino de la violación recurrente e incomprensible de unas reglas de comportamiento con hechos inaceptables aquí y en cualquier lugar del mundo por subdesarrollado que sea.
Tampoco se limita al espectáculo de los colados en los sistemas de transporte masivo, que no aprenden la lección mínima que se desprende de casos de muerte por evadir el pago de la tarifa. Como si lo anterior fuera poco, las ultimas situaciones indescriptibles de casos de esta naturaleza en Transmilenio, son una prueba fehaciente de que se ha perdido de manera incomprensible no solo las formas de comportamiento ciudadano sino las bases que construyen una ciudad y que la hacen habitable.
Probablemente, la definición más simple de cultura ciudadana es la frase que la describe como "Aquella que se refiere a las normas y los valores compartidos por los habitantes de una localidad." Y dónde se enseñan estas directrices es la gran pregunta cuya respuesta permitirá definir por donde deben empezar las acciones que frenen esta onda de incultura ciudadana en Bogotá. Lo obvio es que primero debe ser en el seno de la familia, del hogar donde desde pequeños se enseñe a miembros de ella lo que es inaceptable cuando se vive en comunidad. Después viene la escuela donde poco a poco se van construyendo los valores y sobre todo el comportamiento en sociedad. Estas etapas deben derivar en ciudadanos que saben cómo deben comportarse y qué actitud o acción es claramente inaceptable. Por último la forma como se organiza la ciudad, su dotación de infraestructura, es fundamental para que se facilite el cumplimiento de las normas de convivencia y también para acabar con excusas para justificar escandalosos comportamientos ciudadanos.
El nuevo Alcalde de Bogotá debe tomar atenta nota
de las fallas tanto en la infraestructura urbana
como en el comportamiento ciudadano y debe actuar en consecuencia
Por consiguiente, en esta ciudad se está fallando en todos los niveles desde el hogar hasta en la ciudad misma que deben tener reglas claras de comportamiento de los usuarios de sus servicios así como la infraestructura necesaria para atender las necesidades de los ciudadanos. Sin duda, el nuevo Alcalde de Bogotá debe tomar atenta nota de las fallas tanto en la infraestructura urbana como en el comportamiento ciudadano y debe actuar en consecuencia. Pero si en los hogares no se inculcan esos comportamientos individuales correctos y si en la escuela este tema es marginal cuando no inexistente, será imposible que nuestra ciudad pueda clasificarse como un lugar deseable de visitar y menos de vivir.
Ahora que con razón se insiste en la necesidad de fortalecer el transporte público y desalentar el uso del automóvil, si las situaciones obscenas denunciadas en Transmilenio no se acaban, si se siguen presentando hechos que reflejan la incultura ciudadana, habrá surgido una razón adicional para que quienes tengan carro se nieguen a cambiar su medio de transporte a uno de transporte público y menos a Transmilenio.
Lo anterior demuestra que la incultura en Bogotá exige acciones inmediatas a todo nivel. De otra manera no solo para la ciudadanía será cada vez más difícil vivir sino que fracasarán muchas de las políticas públicas que se quieren implementar.
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