Recientemente el caso de maltrato físico que sufrió la actriz Eileen Moreno por parte de su pareja Alejandro García trajo de nuevo a la mente de los colombianos la permanente situación de riesgo en la que viven las mujeres de nuestro país.
Esta situación cuenta con una vergonzosa historia de décadas en las que la cultura machista ha visto con beneplácito o con indiferencia lo que sucede con las mujeres, desde quien las domina y controla con solo una mirada hasta quienes dicen "educarlas y controlarlas a golpes" (como algunos (as) justifican aún), y que en un número creciente terminan en la muerte de la mujer maltratada, es decir, en feminicidio.
Así las cosas el escenario dibuja una sociedad con rasgos enfermizos, por lo que este hecho debe necesariamente llevarnos a cuestionar las raíces de los problemas y a conocer la compleja red de acciones que se tejen detrás de los maltratos, los maltratadores y las víctimas.
No puede ser posible que ante hechos como estos nos quedemos callados, pero tampoco podemos seguir tapándonos con una mano un ojo, emitiendo el juicio sempiterno de "ni una más", señalando al agresor cuando nos negamos a criticar nuestras acciones y no somos capaces de ir más allá de la condena en redes sociales.
En consecuencia, es hora de que abiertamente nos preguntemos por aquello que seguimos haciendo y que no hemos resuelto. Es hora de preguntarnos sin ánimo exculpatorio. Es hora de desentrañar nuestra cómoda crítica que nunca ha evitado que las situaciones de agresión o maltrato se repitan. Es hora de ir más allá de donde nos encontramos hoy.
Por eso hago la invitación pública a que todos reflexionemos sobre los siguientes aspectos:
1. No se puede justificar bajo ninguna circunstancia el maltrato físico a una mujer, pero tampoco se lo puede justificar hacia un hombre. Hacerlo no solo es hipócrita y sesgado, sino igual de machista.
2. No se puede seguir condenando los resultados violentos sin cuestionar con igual vehemencia las causas, los antecedentes y las situaciones que desgraciadamente condujeron a estos resultados.
3. Preguntémonos: ¿qué tipo de relación tienen las parejas inmersas en hechos de maltrato?, ¿cómo se configura el maltrato en la pareja, en una dirección o en doble vía?, ¿estamos permitiendo que el maltrato físico sea el único que resulta ser denunciable y reprochable o también atendemos al maltrato verbal y psicológico?, ¿consideramos maltrato al que ocurre con las mujeres o también estamos considerando en igualdad de condiciones a los hombres que son maltratados física, psicológica o verbalmente?, ¿somos capaces de autocriticarnos y comprender la red de relaciones, emociones y acciones que gestan la violencia en las parejas o nos sentimos agredidos al siquiera tener que pensar en la complejidad de las situaciones?
Es fácil y cómodo condenar, pero es difícil pensar que necesitamos más acciones y que dichas acciones no sean sobre otros, sino sobre nosotros y nuestra manera de ver y actuar en el mundo.