Sin duda alguna, los colombianos estamos haciendo todo mal. Diariamente nos quejamos de un sistema que, poco a poco, nos ha educado en la indiferencia, nos ha sumido en el olvido y al cual le aplaudimos ciertos actos “generosos” en campaña.
Los colombianos estamos haciendo todo mal tan solo con aceptar que la corrupción debe hacerse, pero hacerse bien, es decir: robar, pero poquito para que no se den cuenta.
Los colombianos estamos haciendo todo mal simplemente porque todo lo malo algo bueno ha de traer, o eso escuché a dos señores que hablaban de cómo el país se ha ido sumergiendo en un inagotable odio el cual algo bueno traía y era callar "a todos esos comunistas que quieren traer e instaurar el 'castrochavismo' a Colombia. Un país que en tiempos pasados fue mejor y gobernado por verdaderos 'políticos', por ejemplo: el presidente Uribe".
Los colombianos estamos haciendo todo mal tan solo con aceptar y callar ante lo vil y ruin. Un ejemplo claro son los políticos actuales: Un expresidente, Álvaro Uribe Vélez, quien posee hasta ahora más de 186 procesos de investigación pendientes en la Comisión de Acusación del Congreso. El mismo expresidente que ha dividido al país entre lo que se cree que se necesita, teniendo como argumento fundamental el odio y la ignorancia, y lo que realmente el país necesita.
Un expresidente que ha hecho función de titiritero y ha puesto a disposición del país candidatos presidenciales que corren al ritmo que él les toque, un ejemplo claro es Oscar Iván Zuluaga, candidato presidencial del uribismo en el año 2014, quien se enfrentaba directamente con otro que actuó como títere del expresidente, Juan Manuel Santos, hoy presidente del país. Ambos contrincantes en el 2014, pero cercanos, al parecer, en circunstancias que representaban, sin duda alguna, un beneficio, no colectivo, sino personal: me refiero al que ya muchos conocen: el caso Odebrecht… caso que despertó a más de un colombiano y que, aun sabiendo la “posible” participación de estos “honorables” políticos, la indignación pareció durar menos de lo que dura la conmoción por la pérdida de un partido de fútbol. Este expresidente y sus secuaces aún siguen impunes ante la justicia y, como si fuera poco, los colombianos aún seguimos tolerantes ante este mal de males como lo es la corrupción.
No solo están aquellos que dijo Uribe que votáramos, sino también hay otros personajes que se merecen este espacio: Germán Vargas Lleras y su “honroso” partido Cambio Radical, por ejemplo, el cual, por cuestiones que quieren hacer desconocer, ya no es asunto del hombre anteriormente mencionado, quien se construyó su propia campaña con los recursos del Estado, “regalando” casas “gratis” a cambio de lo que en el 2018 equivaldrá a cientos de votos, juzgando por la ingenua conciencia y poca memoria de mis compatriotas.
Algo que pone en duda toda “buena” intención del “honorable” Vargas Lleras es su peculiar manera de tratar a los suyos, una forma un poco malcriada, característica de alguien que lo tuvo todo mediante pataletas y que hoy solo le interesa el tan atractivo poder. A su vez, con relación a este personaje, encontramos uno de sus más grandes aliados: El Fiscal General de la Nación, Néstor Humberto Martínez Neira, quien estuvo involucrado en un fuerte debate nacional sobre su papel como Fiscal en la investigación del Caso Odebrecht, pues este debe declararse impedido ya que su firma de abogados tuvo relación con empresas involucradas en el escándalo, como lo es Navelena y con algunos negocios que realizó con el Grupo Aval, vinculado también en el escándalo.
Otro tema que vivimos como colombianos, y lo cual también demuestra que estamos haciendo todo mal, es el escándalo de corrupción que, irónico pero cierto, involucró directamente a quien debía, como director de la Unidad de Anticorrupción de la Fiscalía General de la Nación, velar por la transparencia oficial del país, estoy hablando del reconocido exfiscal Anticorrupción corrupto, Luis Gustavo Moreno. Y como todo acto de corrupción, la indignación dura poco y después a los colombianos nos ciega el olvido y seguimos dejando que todo pase.
Es gracias al aporte significativo de estos y otros personajes que Colombia hoy en el mundo tiende a ser uno de los países más corruptos en el mundo y el país menos equitativo, con bajos índices de desarrollo, en la misma escala mundial.
Si vamos a las cifras, Colombia, según el Índice de Percepción de la Corrupción que realiza la ONG Transparencia Internacional, ocupa el puesto 90 gracias a su puntuación de 37 puntos (0 representa el más corrupto y 100 el más limpio), manteniendo esa puntuación frente a la que se obtuvo desde el año 2014. Este resultado, reitero, es gracias a los inagotables esfuerzos de nuestros políticos por cambiar el rumbo de este país. A ellos debemos estas cifras y a nosotros nos debemos la vergüenza de conservar aún esa mentalidad de que no podemos hacer nada y mientras menos hagamos mejor nos va.
Si analizamos ahora el Índice de Desarrollo Humano otorgado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, vemos que, así como Colombia mantiene su puesto entre los países más corruptos, también conserva un puesto entre los países más desiguales del mundo, para ser más exacto, según el informe: Colombia subió del puesto 11 al 8 entre la escala de los más desiguales frente a un total de 141 países con esta información.
Muchos se preguntan por qué suelo manejar tanto estas cifras y es básicamente porque las cifras nos muestran la realidad de las cosas. Una vez escuché a alguien decir: “La política es el arte de lo real” y así como la corrupción se acrecienta y da pasos agigantados, más que el desarrollo por simple lógica, también es realidad hacer énfasis constante en estos resultados. No es coincidencia que en todos estos años sigamos ganando terreno en los índices mundiales entre los más… más corruptos, más desiguales y, por cierto, esto no se dice en ningún lado: el país más permisivo.
Respondiendo al título de este artículo: ¿qué estamos haciendo mal los colombianos? Solo cabe resaltar que todo estamos haciendo mal. Nos odiamos entre nosotros mismos, abrimos brechas y cerramos oportunidades por un ego que sigue figuras políticas sin criterio, nos indignamos, pero inmediatamente callamos y aún así seguimos quejándonos de un bello país mal gobernado por los mismos de siempre.
Los colombianos estamos haciendo todo mal desde la hora en que renunciamos a nuestra memoria y a nuestra conciencia por un puesto, por un tamal, regalando así un voto y negándole la oportunidad de cambio al país.