Lo mismo que pasa en todas partes. Políticos que defienden sus propios intereses de corto plazo antes que los del pueblo.
La sublevación de los franceses por el aumento de la edad legal de jubilación de 62 a 64 años puede resultar bastante sorprendente para una persona ajena al tema.
Las cifras muestran que los franceses tienen una de las edades medias de jubilación más tempranas, mientras que su gasto público en pensiones es uno de los más elevados en porcentaje del PIB. El único país en Europa en peor situación es Italia. ¿Por qué tanta agitación?
Los franceses ya estaban descontentos con la reforma, pero el hecho de que Macron invocara el artículo 49.3 para impulsar el proyecto de ley sin votación en el Parlamento ha exacerbado su ira. Pero, ¿por qué el Gobierno ha elegido esta opción? Básicamente, porque una parte de los legisladores del partido de centro-derecha (Les Republicains), que lleva treinta años reclamando la reforma de las pensiones, decidió no apoyarla por ser demasiado impopular.
Lo más probable es que Francia siguiera sumida en el caos aunque la ley hubiera sido aprobada en el Parlamento, sin embargo, la legitimidad del gobierno no estaría en entredicho. Así que lo que está mal en Francia es lo mismo que está mal en todas partes. Políticos que defienden sus propios intereses de corto plazo antes que los del pueblo.
Abundan los ejemplos de este comportamiento cínico. En Estados Unidos, los republicanos apoyan a un culebrero porque les asegura votos. Todos los actores, todos Tucker Carlsons que fingen creer que Biden se robó las elecciones cuando en realidad saben que tales afirmaciones son absurdas.
Miembros de los Demócratas por la Libertad (FDP) en Alemania, el socio más pequeño del gobierno de coalición, obligándole a dar marcha atrás en su compromiso con sus socios de la UE para detener la producción de vehículos diésel en 2035. Un comportamiento tan temerario se explica porque el FPD fue recientemente derrotado en las elecciones regionales y tuvo que encontrar una causa para reagrupar a sus bases.
Del mismo modo, ¿cuántos diputados conservadores creían realmente que el Brexit era una buena idea? ¿O qué tal que uno de los vicepresidentes del Parlamento Europeo haya sido procesado por recibir sobornos de Qatar para defender su reputación en el Parlamento Europeo? Si estos ejemplos de desvergüenza de los políticos proliferan en las democracias avanzadas, ¿qué cabe esperar de las menos desarrolladas?
La crisis de la democracia se refleja en su retroceso global desde 2006, con sólo un 5,7% de la población mundial viviendo en lo que pueden considerarse “democracias plenas”. ¿No estamos siendo demasiado complacientes con la famosa máxima de Churchill de que “la democracia es la peor forma de gobierno, excepto todas las demás que se han probado”?
Si las democracias quieren ganar la batalla a las autocracias, quizá sea hora de empezar a actualizar el sistema. Un buen lugar para empezar una revisión parecen ser los poderes legislativos. En Estados Unidos y América Latina, por ejemplo, el Congreso es el más desacreditado de los tres poderes del Estado. Tal vez haya llegado el momento de estudiar seriamente formas más directas de democracia.