Tanto en América como en los demás continentes estas palabras denotan lo mismo: alegre, gata, guarra, mujerzuela, ramera, zorra y perra. En conclusión puta, pero ¿qué es ser una “puta”?
Una de las ofensas más impactantes para las mujeres es que las llamen putas, pero el objetivo del insulto se cumple dependiendo quién lo haya dicho, por lo cual ser una “puta” no está del todo mal. Si aquella palabra despectiva es emitida por un hombre que intentó sobrepasarse y no pudo hacerlo, no lo es. Por el contrario, si lo dice esa joven que se siente insegura de sí misma o cree que cualquier fémina lo coqueteará a su novio, cuando evidentemente no lo hará, es distinto.
De ser así, existen en el mundo muchas clases de putas. Hay rubias y morenas, calladas y extrovertidas, altas y bajas o gordas y flacas. Están las que estudian o las que trabajan, las promiscuas y las vírgenes, las que se visten atrevido, las que les gusta que las traten como una dama sin importar cuan ebria esté. Existen aquellas que luchan por la igualdad de condiciones, o tal vez la que es madre soltera cabeza de hogar. También, la que tiene un apartamento solo para ella, la que no le da miedo decir lo que piensa, aunque puedan censurarla. A su vez está la que se tintura el cabello de colores, se puede hallar la vegana e incluso la que ama tatuarse, entre otras “putas” que están orgullosas de ser lo que son. Existe un amplio repertorio de donde se puede escoger.
En conclusión, si ser una puta es sinónimo de libertad de expresión, independencia, autosuficiencia, seguridad, de saber de dónde se viene y a dónde se va, de saber cuántas capacidades se tiene y no sentir temor a explotarlas, de hacerse la de oídos sordos con respecto a las críticas de los demás porque cada persona sabe en verdad quién es, entonces ser “puta” no está mal y usted siéntase orgulloso de conocer a una “puta”.