Ante la reciente ola de acusaciones que ha impartido el gobierno -encabezado desde el presidente con todo su aparato jurídico- y los medios de comunicación, respecto al caso de los 13 detenidos del pasado 8 de julio presuntamente implicados en los atentados a Porvenir, he querido reflexionar respecto a estas acusaciones, pero en especial en una : la de terrorismo.
La palabra terrorismo tiene naturaleza griega y está estrechamente ligada con su mitología. Ares dios de la guerra tiene dos hijos, uno llamado Phobos que equivale a Miedo y Deimos que es Terror. En latín la palabra <> es sinónimo de Deimos. Con el origen mismo de la palabra ya se puede entrever su relación con la Guerra, pero más allá de esto está su profunda ambigüedad y los intereses que se esconden detrás.
El uso más común de terrorismo es para designar todo acto de dominación por medio del terror, que coaccione y presione sociedades y gobiernos con el fin de alcanzar un fin político. Ahora bien está definición al igual que muchas otras parecen ser imprecisas, faltas de contexto, llenas de interés y permeadas por una profunda carga emocional de quien la imparte. Y es en el contexto donde más se recae en imparcialidades y abusos, por eso aún hoy en día los organismos internacionales no han podido llegar a una definición extensa y aplicable para todos los gobiernos.
Si se trata de poner en contexto está palabra, empezaríamos por decir que Colombia ha sido un país fuertemente vulnerado y desquebrajado por los grupos armados insurgentes y también por su Gobierno. También diríamos que el conflicto armado se lleva la vida de los más pobres, ya sean guerrilleros o militares. Así mismo se diría que desde la doctrina de seguridad nacional con la injerencia de Estados Unidos y la dictadura militar de los años 60,fueron miles las muertes de civiles por parte de un estado represivo y arbitrario, esto unido a las seis millones de víctimas que ha dejado todo el conflicto armado desde 1984 hasta estos días.
Aún con este contexto el terrorismo no puede ser comprendido, pues parte de una racionalidad individual (muy caprichosa) con aras de ser grupal; Dicho de otra manera lo que se asume como una causa buena para una persona, debe ser comprendido y práctica por todo un grupo, siendo la causa más valiosa que la vida de quien se oponga.
Es necesario que se replanteé la palabra terrorismo, pues es reprochable que nuestros medios y nuestro Gobierno vocifere y tilden a activistas sociales, lideres y estudiantes como “terroristas”, cuando su trabajo y su accionar político se refleja en la crítica, en la lucha persistente por la equidad, por los derechos en el construir de un cambio, en una transformación social, donde insurgentes como militares trabajen por la reparación de un país llamado: víctimas.
Si la justicia insiste en llamarlos “terroristas” y hasta condenarlos por esto, estaríamos asistiendo a un terrorismo colectivo, pues muchos que hoy nos indignamos también lo seriamos.
