Con los balances de fin de año, el Gobierno y en particular el presidente han descrito unos resultados que hablan de la disminución de la inseguridad, de cómo se está acabando con la pobreza y la miseria con cifras que nunca se habían visto no solo en Colombia sino en el mundo, de una creación de empleo que estarían envidiando todos los países alrededor nuestro, de un campo en plena bonanza —como no se había visto desde hace más de diez años—, etc.
Al mismo tiempo, los mismos funcionarios reconocen que la percepción de la ciudadanía no es la misma pero sin profundizar respecto a las razones que pueden motivar esa distancia entre una visión y la otra.
La única explicación planteada es la de unas fallas en la estrategia de comunicación que hace que no llegue a la opinión pública los excelentes resultados que se han logrado.
Un esfuerzo para entender mejor esta especie de alucinación vale la pena.
La satisfacción gubernamental no es falsa; y tal vez eso es lo más grave. En verdad creen que el error está en la percepción de la población y no en los resultados.
En parte porque los resultados de aquello que para el gobierno son los medidores importantes son menos catastróficos que aquellos que interesan más directamente a la población. La cantidad de TLC firmados, el que el crecimiento del PIB no sea tan malo como se vislumbró al comenzar el año, que tengamos una baja inflación o que el recaudo fiscal se haya aumentado son suficientes para calificar lo hecho como un gran logro.
Estos puntos en sí son discutibles si, como ya se ha reconocido, los TLC no dieron el fruto que se suponía, si el crecimiento no solo de este año sino de cada año del gobierno ha caído por debajo de lo proyectado, si la baja inflación está relacionada con que mantengamos el desempleo más alto de la región, o si no importa que ese recaudo no se acompañe de la misma eficiencia en la ejecución. Y más cuestionable es que esto se acompañe de la ausencia total en otros campos como las reformas más urgentes (Salud, Educación, Justicia, Estatuto del Trabajo o de la Oposición ordenados en la Constitución misma).
Pero en lo tocante a las reivindicaciones arriba mencionadas algunas explicaciones son probablemente posibles.
Para la población la inseguridad ha aumentado y aún más la impunidad. Eso llevaría a que sean proporcionalmente cada vez más los casos no denunciados que los denunciados por considerar inútil y a veces peligrosa esa decisión. Como las cifras oficiales se basan solo en los casos que se presentan ante las autoridades, se explica la distancia entre la percepción ciudadana y las estadísticas del gobierno, la cual además tiende a aumentarse.
El logro de dos millones y pico que supuestamente salieron de la pobreza y la mitad de ellos de la miseria es seguro que no lo sienten quienes pertenecen a esas categorías: ninguna encuesta arrojaría la décima parte de tal cifra. La coincidencia con el ‘avance’ que se proclama al utilizar los métodos internacionales de medición hace pensar que algo tiene que ver que, como esos se miden en dólares, la revaluación hace que quienes tenían categoría de pobres por recibir un ingreso de menos de 2 dólares al inicio del gobierno, hoy se les aumentaría en un 30% su equivalente en dólares aunque no cambie su condición en nuestra moneda. Se entiende la diferencia de percepción respecto a lo que dice el presidente.
La ‘creación de empleo’ corresponde principalmente a formalización del mismo por traslado del empleo informal y su registro como tal en las bases de datos del seguro. Es el caso de las cooperativas de trabajo asociado (o hoy los empleados de basuras de Petro). Lo dicen los mismos informes oficiales y es un avance que se debe apreciar. Pero no es exactamente nuevos puestos como lo dice el gobierno; y, como lo dicen también las cifras oficiales, la ‘disminución del desempleo’ es porque hay menos población buscando empleo —en parte porque al ‘formalizarse’ dejan de pertenecer a esa categoría, y en parte por resignación ante la dificultad de conseguirlo—.
La contradicción en lo que respecta al sector agrícola es porque el Ministerio solo ve el valor de las cosechas sin considerar otros factores. Es probable que los subsidios acaben apareciendo como parte de ese crecimiento, y en todo caso situaciones como las de la palma africana con pérdidas de más del 25% de las plantaciones y de la producción futura no se reflejan en ninguna parte. Cuando los productores hacen paros en todos los sectores porque el costo de producir es menor que lo que reciben por ventas, y cuando el gobierno tiene que subsidiar a todos los sectores y reivindica el ‘mérito’ de hacerlo ¿Cómo pretender que vivimos una bonanza agrícola
¿Está la distorsión en la percepción?