Aunque los titulares de los periódicos se concentran casi siempre en los escándalos del Centro Democrático, en los agarrones de Uribe con la colaición del gobierno, o en las dificultades del partido Conservador, hay otra crisis -mucho mayor- que se ha venido dando casi en silencio: la del Polo. En un abrir y cerrar de ojos pasó de ser el gran partido de oposición a ser un fantasma de la política nacional.
Los problemas para el Polo comenzaron sin ninguna duda con los escándalos que rodearon a la alcaldía de Samuel Moreno y con la incomprensible decisión política que tomó el partido de apoyar al alcalde corrupto y no al congresista (copartidario también) que lo había denunciado. La crisis, al menos en el caso de Bogotá, se hizo todavía más fuerte cuando Gustavo Petro, que salió por la puerta de atrás del Polo, les ganó la alcaldía de la capital. El último fracaso llegó cuando Clara López obtuvo en las pasadas elecciones por la misma alcaldía la votación más baja de la izquierda en los últimos 12 años.
Pero las cosas no van mal solamente en Bogotá: en las últimas elecciones regionales, el Polo no logró hacer elegir ni un solo alcalde o gobernador propio. En las consultas por las asambleas no obtuvo en ningún departamento votaciones superiores al 7% -en muchos departamentos las votaciones estuvieron entre el 1 y el 4 por ciento-, y en las parlamentarias solo logró hacer elegir 5 senadores y 3 representantes a la cámara.
A todo lo anterior hay que sumarle algunos escándalos jurídicos, tales como el apoyo de un sector del Polo al partido “100% Colombia” de Yahir Acuña, quien ha sido mencionado por supuestos nexos con el paramilitarismo, o como las investigaciones abiertas por la Personería de Bogotá en contra de Nelson Castro, entre otros.
Como si fuera poco, los acontecimientos políticos de los últimos meses han sacado a la luz otros dos problemas, estos sumamente críticos, que afectan el funcionamiento del partido: la división entre los líderes y la incoherencia ideológica. En efecto, la aceptación de Clara López de su cargo como ministra significó, en primer lugar, el aumento de la tensión que existe al interior del partido entre ella y los senadores Robledo y Cepeda y, en segundo lugar, un gesto de absoluta incoherencia, no solo con las declaraciones que la ahora ministra había hecho acerca de no recibir ningún ministerio del presidente Santos, sino también con los consensos logrados durante el IV congreso del partido y con la ideología misma de oposición que representa el Polo. Lo mismo vino a suceder con las actuaciones del concejal Venus Silva con respecto al Plan de Desarrollo de Bogotá. Si algo quedó claro luego del extraño proceder del concejal Silva fue la falta de unidad y organización del partido, pues tanto en este caso como en el de Clara López las bases y los líderes del Polo hicieron un llamado explícito a mantener una postura de oposición y los dos funcionarios, por el contrario, actuaron por cuenta propia dándole la espalda a la colectividad que los sostenía políticamente y a la que le debían, si no obediencia, al menos consideración.
Si se tiene en cuenta esta cadena de fracasos y lo que se prevé para la izquierda luego que las Farc lleguen con su propio partido a la escena política nacional es imposible no preguntarse ¿Qué lugar le queda al Polo? ¿Le queda todavía uno?
