Orgulloso de haber nacido bajo las raíces de esta tierra, donde el sol resplandece con un nítido y fluorescente amarillo, donde la lluvia humedece las diversas montañas y llanuras de este paraíso recóndito, donde las formaciones rocosas adornan los valles formados por el extenso y cristalino rio Catatumbo, donde la cordillera de los Andes se extiende y cruza la frontera con Venezuela sin pedir permiso, donde los páramos son más que sinónimos de agua y vida, donde se cultiva el amor y se cosecha la esperanza; ese es el Catatumbo.
Esta región se apoda la despensa agrícola del departamento del Norte de Santander, adicional a ello, por la ubicación geográfica abastece parte de la costa Atlántica. Son 15 los municipios que se privilegian perteneciendo a este elíseo de los indígenas Barí. Su variedad climática, sus extensos terrenos fértiles permiten que la actividad del agro prime en sus habitantes. A ello podemos sumarle la pluralidad en recursos minerales, como el carbón y petróleo.
Haciendo un recuento de los años de esta región, siempre ha estado en la parrilla noticiosa de los distintos medios de comunicación de esta nación; pero no ostentando noticias que enorgullecen a un país que desconoce el Catatumbo, tampoco siendo pretenciosos en sus actividades económicas, no, lo que aún tiñe esta región es la sacudida que ha sido por el conflicto armado.
Como en diversas regiones de Colombia, el Catatumbo ha sido blanco del gran genocidio que ha ocasionado el conflicto armado. En el Catatumbo más de 3 décadas han acompañado la mutilación de los derechos humanos, del espantoso holocausto que vivimos las víctimas de esta batalla que aún no ha cesado.
Con el desarme de la guerrilla de las Farc, nosotros, los nortesantandereanos estaríamos estrenando territorio, territorio que ha sido sacudido por centenares de ecos explosivos que oímos desde nuestra infancia. Hoy, donde creímos que las apacibles corrientes volverían a estas montañas reforestadas, nuevas, olorosas a paz, a calma, a tranquilidad y esperanza; no es así, esas corrientes están algo enmarañadas, los grupos alzados en armas, el Eln, Epl, Auc, las Bacrim, encuentran refugio en esta tierra, persistiendo en actos que han sido señalados, rechazados y reprobables.
Lamentamos la persistencia de estos señores alzados en armas, que, amañados en esta región, quieran hospedarse en estos majestuosos paisajes que están cansados de ser testigos del incalculable sufrimiento que ha padecido.
A pesar de sus ilusiones muertas, esta región sigue en pie, porque debido a sus irreparables daños, sigue clamando a gritos que esta fatiga debe cesar, que las cicatrices y rasguños que quedaron con la disputa de la fertilidad de los frutos de la hoja de coca, sean reemplazados por los de café, caña y cacao. Porque la resiliencia no debe perturbar más en estos pobladores que prefieren dejar a un lado la oscura sombra de la guerra.
El Catatumbo no esconde secuelas de violencia, esconde una amalgama repleta de cultura, historia, arte, progreso de paz, esperanza, semillas de los frutos de los Uramas, Lucutamas y Hacaritamas. Eso es esta tierra, y lo constata uno de sus hijos Jose Eusebio Caro en sus escritos poéticos: “¡Tierra encantada de placer, de amor¡ ufano estoy de que mi patria seas.”