Qué equivocados estamos con la ciencia en Colombia

Qué equivocados estamos con la ciencia en Colombia

"Es tan profundo nuestro atraso en esta materia que ni siquiera somos capaces de resolver nuestros problemas nacionales desde una aproximación científica"

Por: Sergio Carmona
octubre 23, 2017
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Qué equivocados estamos con la ciencia en Colombia
Foto: Jeannina Cordero

Para determinar si una persona es elegible para el premio Nobel se hace un estudio de su producción escrita. Esto prácticamente se aplica para todas la categorías de dicho reconocimiento. En las categorías relacionadas con ciencias los artículos científicos adquieren una relevancia casi determinante. Además, aspectos como el nivel de la revista que publica o la cantidad de veces que son citados suman puntos.

La información científica relevante en la actualidad se mueve a través de documentos relacionados con congresos, artículos de investigación, informes científicos, reportes, descubrimientos, hallazgos, papers, entre otros. Es con palabras escritas que se comparten el conocimiento, estructura y contenido de la ciencia.

Básicamente el desarrollo científico de una nación, en términos actuales,  depende de la cantidad de artículos publicados en revistas científicas. Colombia se encuentra avanzando cada vez más en esta línea sobre todo con la creación de los semilleros de investigación en diferentes niveles de la educación. Inclusive en las universidades serias a los profesores se les da un plus en su salario de acuerdo a su producción académica y científica comprobada mediante lo que escriben.

Conocí el caso de un joven recién egresado de una universidad pública que acaba de ser solicitado para trabajar en el exterior. Su informe de investigación incluido en las memorias de un seminario latinoamericano fue detectado por un laboratorio ruso, solo les bastó con leer el resumen de 200 palabras traducido por Google para validarlo en su permiso laborar y cuenta bancaria internacional.

No obstante, cuando se habla de ciencia y tecnología algunas personas piensan en smartphones o transbordadores espaciales (por mencionar dos ejemplos) por lo que de plano se cierran a este campo. Muchos dicen: “Eso es de Japón o Estados Unidos”. Es decir, consideramos que la ciencia y la tecnología están afuera y que nuestro papel es simplemente consumirla. Qué equivocados y desubicados estamos. Si bien no tenemos la industria que crea el hardware, lo físico, el aparato, el dispositivo, tenemos el potencial ilimitado de la industria del software, la inteligencia, el programa, el uso de eso físico que no creamos pero que podemos manipular al top-level. Lo mismo para la nave espacial, no tenemos la industria para crear esa máquina, pero seguramente un colombiano podría comandarla sin ningún problema. Ya el ingeniero Julio Garavito nos mostró cómo podemos ser parte de la conquista del universo.

Pero el “desprecio” por la ciencia va más allá de lo común. Tenemos una historia plagada de situaciones que demuestran lo poco la apreciamos, algunos ejemplos:

Cuando  Carlos Mallarino Presidente de Colombia en 1892 regaló lo que hoy se conoce como “el tesoro quimbaya” demostró la poca ciencia que había en el país. Por un lado, al parecer, desconocía que el oro de los quimbayas ya estaba en Europa, especialmente en Inglaterra a donde llegaba en lingotes gracias a nuestra habilidad para detectar huacas o entierros indígenas.  También mostró, solo por mencionar uno de muchos elementos, un profundo desconocimiento (razón suficiente para cancelar el detalle) de la cultura quimbaya, una de las más avanzadas en el mundo. Para que se hagan una idea, la técnica para hacer con el metal lo que ellos hacían no ha sido posible de descifrar. Los procedimientos más avanzados en la actualidad apenas se acercan a la ciencia quimbaya, eso sin mencionar su visión del mundo totalmente conectada con la naturaleza, la verdadera evolución, actualmente apenas tenemos un vistazo. Sí, eso de que nos descubrieron en 1492 es solo una anécdota de la historia, somos más antiguos.

Después de que don Virgilio Barco descubriera petróleo, más o menos por los 1900 en Norte de Santander, tomó la iniciativa de destilarlo en kerosene, un combustible que en ese entonces se usaba para iluminar y cocinar; es decir, se movió hacia la ciencia y partiendo del alambique construyó una de las primeras refinerías del país. Posteriormente se desentendió de la ciencia y los yacimientos petroleros fueron entregados a multinacionales extranjeras. El señor que vendiendo botellas de kerosene quizás hubiera generado una industria nacional muy importante para el desarrollo de la época se conformó con las rentas (que aún circulan) del descubrimiento. En cambio los foráneos, en contubernio con autoridades nacionales, desangraron de manera literal al Catatumbo con efectos que hoy son plenamente visibles. Ni siquiera, a la fecha, han dejado un hospital.

Con la venta en el 2016 de ISAGEN una vez más demostramos que somos seres sin ciencia, además de malos negociantes. Por mencionar algunas cuestiones, vendimos nuestra capacidad de independencia energética. Solo con Hidrosogamoso, lo más avanzado que hay en Colombia, dejamos un magnífico cuerpo de agua, incluido sus contexto sociocultural, en otras manos. Con esta venta despreciamos la producción de energía hidroelectrica y termoeléctrica, pero no abrimos las puertas a la producción de energía de otras formas. Además, de esta venta no se sacó ni un solo peso para generar ciencia en Colombia, para compensar el error.

Colombia a pesar de los esfuerzos se encuentra tremendamente rezagada en producción científica y tecnológica. Es tan profundo nuestro atraso en esta materia que ni siquiera somos capaces de resolver nuestros problemas nacionales desde una aproximación científica:

Quizás el mayor reto que se tiene en la actualidad es el de la sustitución de cultivos ilícitos, el cual no se trata, como opinan algunos, de cambiar la mata de la coca por la yuca, el plátano o la palma de aceite. Las ciencias colombianas tienen la obligación de darnos respuestas, nos tienen que hacer comprender, entre otras cuestiones, que hay toda una serie de sucesos que durante décadas impulsaron los brazos de compatriotas a dejar sus cultivos tradicionales, sus raíces ancestrales. Ese desarraigo en muchas zonas del país es la principal causa de que la sustitución no funcione. Muchos campesinos no tienen ni idea de qué se puede cultivar, cómo se puede cultivar, qué se vende o se puede exportar. Desconocemos totalmente nuestro potencial agropecuario, creemos que lo máximo es comprar semilla manipulada, semilla que no da semilla.

Como país no hemos aceptado que la innovación necesaria para alcanzar un desarrollo sostenible tiene a la ciencia como uno de sus pilares fundamentales. Una nación sin ciencia no tiene posibilidad de crecimiento.

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