Ya estamos en domingo y hoy se decide otra vez el futuro de Colombia y, como todo articulista, con la baraja en la mano, saco mis cartas.
Tres candidatos que, de una u otra forma, lo que plantean en últimas es seguir en las mismas dando asiento a aquella frase conocida en la ciencia política como el gatopardismo y traída a la literatura por Lampedusa y que dice: “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”.
Y eso es preciso lo que proponen Duque, Vargas o De la Calle quienes, como siempre, ofrecen un revolcón cuando terminan siempre en la misma cama.
Duque representa una inquietante extrema liderada por un señor demasiado siniestro
Duque representa una inquietante extrema liderada por un señor demasiado siniestro como es el expresidente Uribe donde siempre que aquel habla, éste tiene la última palabra y que representa lo sucio de la política nacional acompañado de cierta coquetería con el tenebroso mundo paramilitar con todas sus consecuencias que son miles de muertos, así como sus conocidas políticas corruptas que dentro del muy endeble sistema judicial ya tiene a decenas de líderes uribistas tras las rejas. Y de todo ello nada dice Duque, salvo proponer el cambio para que nada cambie. Tampoco dice nada de sus aberrantes copartidarios, el hoy preso Popeye o el quemalibros Ordóñez de quien se dice (¿noticia falsa?) que va para ministro de algo.
Vargas fue por años el mandamás de uno de los grupos más corruptos
Vargas fue por años el mandamás de uno de los grupos más corruptos del país, Cambio Radical, de ello creo que no hay lugar a dudas cuando vemos los prontuarios judiciales, y cuando releo “cambio radical” sólo me recuerda la frase mentada. Nada más que decir de este señor.
De la Calle, defensor a ultranza del acuerdo de paz y nada dice de sus espinas
De la Calle es alguien que lleva toda su vida pública devengando dinero público y quien tiene a su favor un punto magnífico: Tuvo los calzones para dejar la vicepresidencia cuando llevaba las riendas del país el señor Samper subido al trono gracias a los dineros del narcotráfico. Chapeau por ello, pero ya. De resto son años de hombre público donde se le resalta haber sido parte de La Constituyente de 1991 cuando a ojos de hoy aquella carta magna no tiene mayor cosa que aplaudir, salvo aquellos que aplauden que si el Estado no te atiende las necesidades básicas que debe cumplir, debes interponer una tutela. O actuar ahora como un defensor a ultranza del acuerdo de paz con las Farc y nada dice de sus muchas espinas y es otro candidato lleno de promesas para repetir la frase decimonónica. Y recordar que su fórmula a vice es Clara López, escudera de Moreno en toda su alcaldía y quien nada dijo nunca sobre la corrupción que volaba a su alrededor.
No se ve un equipo detrás de Petro y lo único que resalta es su soberbia
De Petro me aleja aquella máxima suya según la cual el desarrollo y la prosperidad solo vienen de lo público mirando con mala cara lo que hace la empresa privada, aplaudiendo un asistencialismo ilusorio sin que se pregunte cuántos puntos del PIB hacen falta para llegar a una mínima parte de ese sueño. No se ve un equipo detrás suyo y lo único que resalta es su soberbia.
La pareja Fajardo-López quienes me parecen serios y concordantescon la nueva forma de dirigir el país
Obvio que dejo para lo último a la pareja Fajardo-López quienes me parecen serios y concordantes en una forma nueva de dirigir el país.
Y hablando de…
Y hablando de países, y viendo la fuerte polarización existente en las redes sociales sobre la campaña presidencial, nunca es tarde para traer aquella frase consignada en el Ulises de Joyce y leída recientemente en una gran obra de la chilena Marcela Serrano (10 mujeres) cuando dice: “Ya no podemos cambiar la realidad, cambiemos la conversación”.