El fútbol es el deporte más popular del mundo. No en vano lo disfrutan jugadores, espectadores, hinchas, seguidores ocasionales y un sinfín de personas más.
Ahora bien, El pulso del fútbol fue creado por dos maestros, Iván Mejía y Hernán Peláez, con el fin de departir y recordar eventos, historias, alineaciones y anécdotas de este deporte.
Cumplido su ciclo, la posta fue entregada Óscar Rentería y Cesar A. Londoño, dos comentaristas que fungen como periodistas sin serlo, en mi opinión, y que volvieron bazofia este agradable programa de antaño para los amantes del balompié.
Para la muestra, a Óscar Rentería se le puede describir con un solo ejemplo. Al preguntarle en repetidas oportunidades sobre los títulos obtenidos dudosamente por el América en los años 90, respondió sin sonrojarse: "No puedo decir nada, yo en esa época no estaba en Cali". Claro, estaba en Bogotá gerenciando la GRC, de propiedad de los Rodríguez Orejuela, dueños en ese entonces del conjunto escarlata.
Retomando, por un lado, ellos no denuncian las siempre recurrentes actuaciones de los dirigentes del rentado nacional, muchas de ellas inmersas en nuestro Código Penal, todo con el sofisma de que ellos no son jueces (bajo ese precepto no existirían las secciones judiciales en revistas, periódicos ni noticieros de televisión). De hecho, muchas veces da la impresión de que están defendiendo de manera directa y sin escrúpulos a sus patrones directos de Win y Dimayor, vaya a saber uno...
Por otro lado, ni qué decir de las continuas y diarias rectificaciones de sus oyentes a sus informaciones, llenas de yerros e imprecisiones, lo que demuestra una falta de rigurosidad, conocimientos y preparación del programa. Y punto aparte es la primera media hora del programa, dedicada a las preguntas de los oyentes, en la cual valen más los autoelogios, correos zalameros y de dudosa procedencia, donde las cuestiones interesantes desaparecieron por completo.
Hernán debe estar muy acongojado de saber que unos compañeros de micrófono de tantos años no hayan aprendido nada de independencia, objetividad y credibilidad. Alguna vez le oí decir de Cesar Augusto una frase lapidaria que consigna la realidad: "Él ya no aprendió".
Ahí quedaron ellos solitos, radiografiados, su mediocridad y llevaron a El pulso del fútbol a una pérdida de más de la mitad de sus oyentes, según el ECAR.
Requiescat in pace.