Lo que podría ser una buena noticia se ha convertido en un dolor de cabeza. Durante el último año el peso colombiano se ha devaluado 18,4 %, siendo la sexta moneda que más valor ha perdido en el planeta. Se supone que el fortalecimiento del dólar debe traducirse en un incremento en las exportaciones; al menos eso dice la teoría económica. Pero en el periodo agosto de 2018 a mayo de 2019, estas apenas crecieron 2,1 %, mientras las importaciones con dólar caro lo hicieron en 11,7 %.
La otra parte de la historia, que poco se cuenta en Colombia, es que para exportar primero se necesita producir, y ahí está –justamente- la debacle económica en la que se encuentra el país. Durante 2018 el PIB industrial creció 1,8 % y en el primer trimestre de 2019 lo hizo en 1 %. Mientras tanto, el consumo de los hogares creció 8,1 % entre agosto de 2018 y junio de 2019. Así las cosas, las necesidades de bienes de la población nacional se atienden cada vez más con mercancías fabricadas con capital y trabajo extranjero, mientras la tasa de desempleo colombiana no ha parado de crecer desde 2014 (año móvil julio – junio). Como resultado, en el último año el déficit comercial se incrementó 102 %.
La otra parte de la historia
es que para exportar primero se necesita producir,
y ahí está –justamente- la debacle económica del país
A lo anterior se suma la rebaja en la tasa de interés de la FED y la devaluación del yuan. Ambas situaciones, provocadas de manera separada, llevan a un fortalecimiento del dólar que provoca un efecto contrario a lo pensado por el presidente Trump: mientras más valor pierda la moneda china, más aumentarán las exportaciones que ese país (no el nuestro) produce.
Si la economía colombiana dependiera más del desempeño interno y fuera menos vulnerable a los vaivenes globales, el bolsillo de los hogares estaría más protegido frente a esta situación. No obstante, por cada dólar que el precio del petróleo caiga, como viene ocurriendo, el país perdería $ 429.000 millones entre impuestos y dividendos.
Esta dependencia extranjera, empeorada por la caída en el precio del peso, conlleva a una mayor incapacidad para conseguir los dólares necesarios para pagar las encarecidas compras externas, por cuenta de lo cual el déficit en cuenta corriente ya es una variable más dañina para la economía que el mismo déficit fiscal, que –para colmo- es quizás el mayor factor de debilitamiento del aparato productivo nacional. Para 2018 el país quedó debiéndole al mundo USD 12.909 millones adicionales al saldo de la deuda y a primer trimestre de 2019 ese faltante va en USD 3.614 millones, 4,6 puntos porcentuales del PIB.
Que esta coyuntura sirva de alerta y oportunidad para que el empresariado colombiano y sus gremios, en lugar de ser un comité de aplausos de los discursos políticos del gobierno, comiencen a preocuparse por la competitividad vista como una sumatoria de elementos y exijan correctivos económicos para estimular la producción. China es un buen ejemplo.