Hace poco leí un artículo en el que hablan de cómo un equipo de fútbol brasilero contrató a las mamás de los hinchas de las barras bravas para que patrullen el campo durante los partidos. La lógica de esta iniciativa es que los malos, por más malos que sean, no quieren ser vistos por sus mamás haciendo sus maldades. Así, la violencia en los campos de fútbol (por lo menos la generada por los hijos de estas señoras) se reduciría. Incluso esperaría uno que sus amigos también se abstengan cuando estos les digan: “no hagás eso que mi mamá te ve y no me deja volver a juntarme con vos” (o você, en el caso de los brasileros). Además, a algunas mamás no les pesa la mano para jalarles las orejas a los amigos de sus hijos tampoco.
El artículo me llamó mucho la atención, no solo por lo obvio (es decir, lo peculiar de la medida), sino también porque alguna vez caminando por la calle me pregunté si lo que las personas que cometen barbaridades necesitan es eso: que la mamá las regañe cada que las cometan o tengan la intención de hacerlo. Me imaginaba yo una tecnología tipo holograma, o por lo menos de audio, que le “trajera” a uno a la mamá, en tiempo real, cada vez que se le olviden las normas de urbanidad en la ciudad: cuando tira basura a la calle, se roba un semáforo, irrespeta a un peatón, chantajea a un oficial de tránsito, o se “cuela” en Transmilenio. O hasta foticos de mamás observantes: se ha demostrado que la gente comete menos faltas cuando siente que lo están mirando (una práctica muy antigua, en realidad).
¡Piénsenlo! Esto no solo tendría efectos de tipo conductual, sino también ético: ¿Cuántos servidores públicos se abstendrían de meterle la mano a las arcas del estado para evitar irse a la cama sin comer ni ver televisión? ¿Cuántos presidentes de bancos y compañías multinacionales lo pensarían dos veces antes de ganarse un pellizco por caer en la tentación de hacer una de las tantas cochinadas que hacen? ¿Cuántas selvas, cuántos animales, cuántos ríos se salvarían de las catástrofes ambientales a las que se enfrentan todos los días porque alguien con el poder necesario le para bolas al diablito en su hombro y no al angelito?
Ahora, sé que también hay mamás malas o a las que simplemente no les importa lo que sus hijos o hijas hagan. Pero digamos, solo por hacer el ejercicio, que la mitad de las mamás son buenas y/o se preocupan por lo que hacen sus hijos, sin importar la edad que estos tengan. Una estimación muy poco científica es que se dejarían de cometer la mitad de crímenes en las ciudades y en el campo, dejarían de robarse la mitad de lo que se le roban a los contribuyentes, la deforestación, la contaminación y las emisiones de gases de efecto invernadero se reducirían a la mitad, las tasas de asesinatos y violaciones caerían a la mitad… ¡mejor dicho!
Ahora, la ventaja de esta tecnología es que no es cualquiera el que la/lo está vigilando. No es Gran Hermano, sino Gran Madre, la suya propia (porque la otra Gran Madre parece no amedrentar a todo el mundo). Quedarán exhaustas, sí, pero tal vez solo al principio, mientras los hijos (y sus amigos) aprenden que es mejor evitar un coscorrón virtual o un grito agudo tan cerca del tímpano. Además, la mayoría de mamás (por lo menos la del 50 % que mencioné antes), seguro lo harán con gusto, porque se preocupan por sus hijos y quieren que sean personas de bien para la sociedad. Y ahí se van contagiando las demás personas.
Yo no soy el primero que sugiere algo parecido. Mockus aplicó más o menos el mismo sistema en Bogotá, pero con conciudadanos. No sé qué tanto ayudó; en una sociedad tan violenta como la colombiana a muchos les daba miedo siquiera amagar. Pero yo sugiero a la mamá, a la mamá. A algunas les dará miedo de sus hijos, pero lo normal es que sea al revés.
Mientras se implementan las medidas que propongo, sugiero aplicar un método igual de poderoso: en vez de arrearle la madre a alguien cuando cometa una bellacada, pregúntele qué cree que le diría ella si lo viera haciendo lo que hizo o tenía pensado hacer. Esperemos que por lo menos el 50 % caiga en la cuenta de que probablemente se ganaría un sopapo.
NOTA: Parece que una buena relación con la mamá trae otros beneficios.