Si no hubiera sido Maduro, sino Obama, el que hubiera expulsado colombianos en la última semana de agosto: ¿Cuál habría sido la actitud de la “inteligencia de izquierdas” latinoamericana? Hacemos esta pregunta porque nos llama la atención la posición de muchos intelectuales, periodistas, académicos, dirigentes sociales que, sin apenas conocer la dimensión del drama humanitario que se estaba desencadenando, salieron apresurados a justificar los hechos como “defensa legítima” de Venezuela ante el ataque del paramilitarismo, la delincuencia y el contrabando colombiano.
Esta ideologización incoherente de los hechos olvida lo sustantivo: las personas, “el pueblo” que tanto le gusta citar a la inteligencia de izquierdas en sus discursos y en sus reivindicaciones. En esta ocasión apostaron por la defensa del poder, por la defensa del establecimiento político que hoy gobierna en Venezuela, encabezado por Maduro y Cabello.
Si Obama, repetimos, hubiera tomado una medida igual o siquiera similar, las voces y editoriales “alternativas” latinoamericanas no habrían dudado en denunciar el atropello a la comunidad latina “expulsada” sin fórmula de juicio por el Yanqui. Y conste que no defendemos al Yanqui. Pero tampoco exculpamos a Maduro.
¿Desde cuándo defender al pueblo se hace en abstracto? ¿Desde cuándo defender la dignidad del pueblo se trastoca en defender a los poderosos que dicen representarlo?.¿Desde cuándo no importan las personas de carne, hueso y sentimientos con historias de vida concretas y dolorosas? ¿Desde cuándo el drama humanitario termina relegado ante la preeminencia de las justificaciones de la geopolítica?.
Todo indica que importan más las declaraciones retóricas de la defensa de la revolución bolivariana- sospechosa desde su origen en manos de un militar que sin partido y sin organicidad- que tocó la fibra emocional del pueblo. Revolución que se afincó promoviendo un escenario ideológico y político que apenas si es el resultado del reparto populista de una parte de los recursos económicos disponibles por gracia de la lotería del petróleo. Reparto de recursos hecho para paliar necesidades insatisfechas en los más pobres de la población, a cambio de propiciar el enriquecimiento sucio y descarado de familiares y amigos de la rosca revolucionaria y de gastar como nuevos ricos en el festín que se dieron con la plata que se encontraron bajo tierra. Revolución que se empoderó, sin animarse siquiera un poco, a pensar en algo tan simple como ahorrar e invertir parte de la nueva riqueza, construyendo cimientos fuertes para el futuro de la nación y para el mantenimiento de la calidad de vida que tanto predican defender. Se nos dirá que la derecha política y económica ha hecho cosas peores. Sí, es cierto, mucho peores, con la diferencia que no predica el socialismo y que es el contraespejo del que se supone la revolución se aparta.
Asumamos como hipótesis confirmable que “todos” los compatriotas que han llegado a Venezuela son exiliados. Asumamos, también, que todos son casi zarrapastrosos, como lo afirmó Maduro. Que todos son parte orgánica de mafias de paramilitares y de contrabandistas-incluyendo bebés, niños, mujeres embarazadas y ancianos-. Es decir, asumamos el peor escenario con nuestros connacionales. La pregunta que resulta es: ¿Solo en la última semana se dio cuenta el gobierno venezolano del monstruo que tenía adentro?. ¿Es tan peligroso el monstruo colectivo que no le quedó más camino que expulsarlo en masa, sin considerarse obligado a respetar el mínimo de la legislación internacional en materia migratoria?
Le preguntamos a la “inteligencia izquierdista” latinoamericana: ¿Por ser “revolucionario” en el gobierno de Maduro, se tiene franquicia para saltarse de plano los básicos protocolos del derecho de gentes?
Claro que es necesario señalar el manejo tendencioso de las noticias por parte de los medios no afectos al régimen de Maduro. Como igual es claro que hay que hacer la pregunta incómoda: ¿Telesur, solo por serlo, no es tendenciosa en el manejo que le está dando a los acontecimientos? No es tendencioso y hasta cobarde el silencio justificatorio ante los atropellos inocultables a “personas con nombre propio”, que no al pueblo en abstracto?.
Pueden ripostarnos que este reclamo no lo ha vivido el país con los desplazados del conflicto interno colombiano que casi siempre han sido invisibilizados en su desgracia. Hemos de admitir que lamentablemente así ha sido y que muchos intentos de ponerlos en escena han sido infructuosos porque el poder del régimen colombiano así lo ha impedido. Que muchos de los periodistas, intelectuales y dirigentes sociales y políticos que así lo han intentado, han resultado muertos, exiliados o anulados y que los periodistas que se han atrevido, han sido cuando menos, apartados de los grandes medios y también de los regionales y locales. Admitimos que hacer periodismo de verdad,-independiente y sabueso del poder-, requiere coraje y un cierto grado de irresponsabilidad existencial para enfrentarlo “sin importar si es de derecha, de izquierda, civil, paramilitar, guerrillero, religioso, financiero, étnico o militar”.
Sin embargo, el atropello interno que nos reconocemos con nuestros connacionales, no puede convertirse en argumento justificante para tolerar el atropello extranjero que ahora se les da por parte de un gobierno inamistoso y cruel convertido en “mal vecino”.
Venezuela y su gobierno con tanto poderío militar y de inteligencia de Estado, bien pudo haber presionado, -si de verdad les importa tanto-, al gobierno colombiano para que entre las partes le pusieran el cascabel al gato de lo que ahora denuncian. Debe explicar Maduro ¿Por qué no lo ha hecho? Debe explicarnos ¿Cómo puede concebirse que los contrabandistas sean de una sola parte del territorio en conflicto? Que nos explique si es que los colombianos manejan los hilos del poder gubernamental en Venezuela a tal punto, que no requieren de las autoridades aduaneras, fiscal, policiva y militar venezolanas. Que nos cuente cómo es posible que los colombianos traigan la gasolina por las narices de sus autoridades, como si este material pudiera pasar escondido entre el pañuelo.
Ahora bien, ante la afrenta es claro que no puede el gobierno colombiano pisar la cáscara belicosa en la que está envuelta. Pero si es ineludible actuar ya, como mínimo, en el frente diplomático bilateral y multilateral simultáneamente. Es importante promover seriamente la acogida de nacionales venezolanos casados, hijos, padres o familiares cercanos de nuestros compatriotas-esta medida puede socavar el despotismo del régimen venezolano-. Es necesario exigirle a Venezuela indemnización económica para los compatriotas que fueron expulsados sin fórmula de juicio. Es necesario explicarle al mundo que los contrabandistas están en ambos lados de la frontera y que además seguramente, en el seno de ambos gobiernos y de su fuerza pública. Es necesario expulsar del seno de las autoridades nacionales de aduanas, de policía y de ejército, a los delincuentes con uniforme procurando dar ejemplo a Venezuela para que se atreva a hacer lo mismo. Es necesario cuidar la frontera de forma permanente y combatir la presencia del paramilitarismo y de la guerrilla sin renuencia. Es imperativo poner el tema Venezuela en la mesa de la Habana, por lo menos en dos puntos: la guerrilla colombiana debe comprometerse a no usar más el territorio venezolano. El gobierno colombiano debe considerar seriamente el relevo de Venezuela en la función de garante y acompañante del proceso actual de paz.
Y la inteligencia de izquierdas latinoamericana debe asumir la defensa del derecho de gentes, del derecho internacional humanitario, de los seres humanos con rostro propio que conforman “el pueblo” ante los excesos y arbitrariedades de los gobiernos, pero de todos, sin excepciones y sin justificantes. La presión de la izquierda en una situación como la que estamos examinando, puede ser más poderosa que todos los escenarios diplomáticos y guerreros que se intenten ensayar. Es hora de mostrar que la dignidad de los pueblos, se defiende, defendiendo a Juan Pueblo.
* Director Canal 2 Cali.