El pasado 18 de agosto Álvaro Uribe renunció su cargo de senador, buscando con esto otro juez para el juicio de su actual causa, pues considera él que la Corte Suprema de Justicia, su actual juez, está parcializada en su contra. Esta dimisión, para algunos, entre quienes me incluyo, es un golpe en el estómago, por haber sido su decisión el resultado de una estrategia procesal y no de una profunda convicción de darle al país una oportunidad de renovación. Sin embargo, aún en medio de esta congoja, hay un ligero alivio, pues esta marca un camino a otros dirigentes políticos de vertientes contrarias, que atareados en la búsqueda de tomarse el poder actúan motivados solo por su propio provecho.
También causa dolor ver que la mayor motivación de algunas dirigencias partidarias es el deseo de poder saciar sus desbordados apetitos por hacerse a los presupuestos oficiales; esto, por supuesto, para su propio beneficio. Este actuar nos tiene a un paso de caer al precipicio del comunismo, donde de caer, como ya se ha visto en tantos otros países a lo largo de la historia, solo saldríamos en el transcurso de tres o cuatro generaciones, cuando el daño causado lleve a nuestro pueblo a una hambruna general y a la negación de todo rasgo de humanidad, y el pueblo solo sea solo un objeto para manipular sus ambiciones.
Nos queda una esperanza en el deseo de muchos compatriotas que se mueve para ser una fuerza creciente. Construir en torno a la institucionalidad, encabezada por el presidente, esperando tenga él cada día más fortaleza en el ejercicio de su cargo y lo haga con el vigor requerido y alejando toda la maleza que acostumbra querer ahogarlo. Él debe actuar sin importar quienes deban caer para lograr salvaguardar las instituciones. Lo importante es volver a construir una confianza ciudadana que pueda y deba trabajar junto a todo aquel que quiera unirse en este propósito de alejar la esclavitud que a pasos agigantados se acerca a nuestra patria con los usos del comunismo que se camufla bajo otros nombres. No podemos entregarnos a sus propósitos siniestros de poder, que en todos los países donde ha actuado muestra su impiedad y ser instrumento de ruina.