Aunque se tenía siempre claro cuáles eran los días de la semana, eventualmente, por algún olvido, surgía esta pregunta. Pues ahora, en estos tiempos de aislamiento, este interrogante se convirtió en algo inútil y sin sentido práctico, porque es tal lo que se experimenta que parece que se habitara en un mundo oscuro y silencioso, similar al que se experimentó después que un meteorito impactara la península de Yucatán (México) hace sesenta millones de años y desaparecieran los dinosaurios. Parece exagerado, pero no encuentro otra metáfora para explicar el desasosiego y la incertidumbre.
Además, antes esta cuestión era válida, puesto que los días respondían a certidumbres, agendas, programas, cotidianeidad y ocupaciones laborales. Sin embargo, hoy en pandemia, todos los días son iguales: sosos, monótonos y aletargados. Da lo mismo un sábado que un lunes, un domingo que un miércoles y un viernes que un martes o un jueves. A la final, todos son son sombríos y lóbregos.
Las calles vacías impresionan y aterran, pero tenemos algo positivo: el aire que se respira en un 40% es más puro, libre en ese porcentaje de monóxido de carbono. Así mismo, el máximo depredador, más conocido como el Homo sapiens, se encuentra encerrado y la naturaleza se alegra y se regocija ante su anhelada ausencia. Existen sitios en el globo terráqueo en los que algunas especies consideradas extintas han salido a hacer presencia y a reclamar su territorio. Lo anterior sin contar con que los mares se ven más azules; los ríos, más cristalinos; y las montañas, más verdes.
Por otro lado, con el encierro ya no existe entusiasmo para usar la ropa o los zapatos que se compraron recientemente, todo permanece arrinconado en el olvido. Ya no entusiasma realizar las actividades que antes movían el espíritu, cuando estos infaustos hechos todavía no nos habían atropellado la vida. La apatía y el desánimo dominan. Por más optimismo moderado que se le ponga a la situación, siempre llegamos al mismo punto, es un callejón sin salida: prolongar la cuarentena surge como paliativo. No nos podemos confiar en la tal “inmunidad de rebaño” porque según algunos reputados científicos esta representa riesgos considerables.
Ya todo es igual, lóbrego y vacío, no existe diferencia entre los días porque no hay mucho que hacer, ni tampoco un horizonte fijo. La única certeza es que si se rompe aislamiento el cuerpo puede capturar el virus, con el fatal desenlace que este ocasiona. Y si se pasa de sesenta años, peor la cosa.
¿Qué día es hoy? Ya no vale la pregunta, porque esto es lo más parecido a una despedida, una triste, por cierto, que solo solucionará una vacuna segura y confiable, venga de donde venga.