Un nuevo episodio de verguenza a nivel mundial protagonizó la policía colombiana. En la seccional Tuluá se llevó a cabo un homenaje a Alemania. Mostrando el más profundo de los desconocimientos de la historia decidieron disfrazarse de nazis y recrear por un momento el III Reich. Las embajadas de Israel y Alemania inmediatamente protestaron. La noticia salió en todos los diarios del planeta y desde presidencia se exigió la renuncia del Comandante de la Policia de Tuluá. ¿Por qué es tan peligroso que la policía colombiana sea tan profunda estúpido como para resucitar, así sea por un momento, a un régimen que provocó una guerra que dejó cerca de 50 millones de muertos y que se inventó un método para matar judíos y que alcanzó a aniquilar a cinco millones tan solo en Europa, a punta de hambre de tifus?
Alemania, el país de Heidegger, de Thomas Mann, de Beethoven, del humanismo y la filosofía en el siglo XX, eligió a un cabo ignorante, resentido, un pintor fracasado que había nacido en la vecina Austria y cuya única virtud era la de tener unos ojos brillantes, como carbones encendidos, y una capacidad de comunicación única a pesar de su voz chillona. Después de perder la primera guerra mundial Alemania quedó devastada, las condiciones que le pidió Francia eran arbitrarias, dar Alsacia y Lorena, pagar una indemnización en metálico de proporciones astronómicas, reducir el ejército a 100 mil efectivos. Hitler capitalizó la indignación de la gente y avivó la fiebre antisemita que siempre había flotado en el centro de Europa acusando a los dirigentes alemanes de alta traición por las condiciones que se dejaron imponer. A pesar de esto Alemania se levantó pero el crack de la bolsa de Nueva York en 1928 volvió a hundir al país. En 1933 el nazismo se imponía prometiendo devolver el orgullo germánico. La ambición era invadir Europa, expandirse. Se establecieron leyes de raza para atacar directamente a todo aquel que no fuera ario pero sobre todo a los judíos a quienes se les expropió sus riquezas, sus casas, se redujeron a guettos y, como solución final, se crearon campos de concentración como Auschwitz en donde se apiñaban los cadáveres.
En 1939, después de invadir Polonia, las potencias europeas como Francia e Inglaterra le declararon la guerra a Hitler y si no hubieran intervenido los Estados Unidos en la confrontación los nazis hubieran ganado y si quieren saber cómo sería la historia tendría que leer El hombre en el castillo, la obra cumbre de Phillip K Dick. En 1945, en su búnker del centro de Berlin, acosado por el avance del ejército rojo, Hitler, su amante Eva Braun y su pastor alemán Blondie, tomaron cianuro y murieron. Con la poca gasolina que encontraron los soldados que lo acompañaban lo quemaron. Cuando los rusos entraron sólo encontraron las cenizas de su cadáver.
Desde entonces Hitler, y su régimen nazi, son sinónimos de maldad. Su ideología basada en el odio y el crimen no pueden ser respetadas, son intolerables en un mundo que propende por la igualdad y el bien. Por eso el error de la policía no puede dar más vergüenza. Es la ignorancia más aterradora que podamos experimentar y que nos lleva a preguntarnos: ¿Qué clase de imbéciles acepta la policía para ignorar la maldad de Hitler?
