Soy un idiota, un votante promedio, uno de esos que compra lo que vende la publicidad política. A la hora de votar me parezco a cualquier colombiano: abandono la razón y me entrego a los sentimientos. Y es que Hollman era el machiprogre promedio y Carlos Fernando Galán la peor pesadilla de Luis Carlos entonces, como siempre sucede en este albañal, toca abrazar el mal menor. Por eso se me olvidó que el gran maestro de la tecnócrata Claudia López no fue León Valencia en la corporación Arco Iris, el lugar en donde Claudia se convirtió en la valiente investigadora que denunció la parapolítica, sino Enrique Peñalosa, el más nefasto de los alcaldes de Bogotá después de Andrés Pastrana.
Claudia arrancó bien su alcaldía. El reto que tenía al frente no era menor. Cuando se reportó el primer caso de Coronavirus en Colombia, el 6 de marzo del 2020, parecía que estábamos en las mejores manos. Incluso creíamos que era Claudia la elegida para defendernos de las decisiones de Duque y sus Ministros, los mismos que, un año después, avalan la violencia policial contra nuestros jóvenes. En una alocución López le robó el protagonismo al Presidente e incluso le enseñó de qué manera se extendían los brazos para hacer efectivo el distanciamiento social. Claudia era todo lo bueno que habíamos soñado.
Fue ella y no Duque quien nos guardó en la cuarentena del 20 de marzo. Rodeada de epidemiólogos como Zulma Cucunubá, con bastante enganche en redes sociales, la alcaldesa parecía muy segura de lo que estaba haciendo. En ese momento ella era el bien y el gobierno El Imperio. La estrategia era clara: guardarnos esos meses en los que los infectados al día nunca pasaban de 50 para equipar nuestras UCI. Por eso se aprobó el megamillonario e inútil hospital de Corferias que terminó sirviendo para que los médicos, completamente desparchados, hicieran videos para TikTok en sus camillas desocupadas. Pronto los pies de barro de esa estatua gigante llamada Claudia, empezó a desmoronarse.
En su peligrosa bipolaridad Claudia pasó a ser la sacerdotisa de las cuarentenas para ser la irresponsable a la que no le dieron las cuentas y abrió todos los negocios que para que no nos muriéramos de hambre. Claro, como los mercados y las ayudas no llegaron a los lugares más pobres de Bogotá, tuvo que elegir por la salida que hubiera escogido su mentor Enrique Peñalosa: selección natural, que salgan a la calle los que tengan que vivir del rebusque y si se mueren pues de malas. Igual en Colombia los pobres siempre serán carne de cañón. Y ahí vamos, la capital nunca se equipó de UCI, la ocupación está al 100%, Transmilenio está completamente lleno, San Victorino está lleno, a las aceras del centro no le cabe un pobre mientras los ricos siguen en su retiro, vacunados desde principios de año, viendo con frialdad como la cifra de muertos llega impunemente a los 700 diarios. El Coronavirus cumple la labor social de acabar con la pobreza
Y las dudas que teníamos de la alcaldesa se despejaron en septiembre del 2020. Ella le alcahueteó a la policía los 17 muertos que dejaron las protestas contra esa institución después de que tres agentes mataran al joven estudiante de derecho Javier Ordoñez. Se lo alcahueteó mandándoles el ESMAD a todo aquel que osara salir a la calle a gritar lo que millones colombianos piensan ¡tombos hijueputas!
Pensando ya en que este es un país de fachos y que el país de verdad no anda en Bicicleta como hace la clase media y progresista de Bogotá que la eligió, Claudia ha sacado su verdadero cuero, se ha quitado la máscara y se ha puesto en la misma línea de la gente de poder del país. Por eso se ha vuelto a encoger de hombros ante la violencia policial y por eso, en un ataque de dignidad, su director de Derechos Humanos en la Alcaldía, Andrés Idarraga, renunció a su cargo por diferencias con la alcaldesa. En la carta de renuncia Idárraga puso en evidencia que López no mostró determinación, firmeza alguna para parar a los policías que torturan, matan, desaparecen y violentan muchachos. Por supuesto en un país donde los Defensores de Derechos Humanos son considerados terroristas, esto da votos y muchos, tantos que las señoras de Carulla ya no creen que Claudia López es comunista. De pronto hasta resulte siendo otra colombiana de bien.
Ahí está, alineada y amansada por Duque, echándole la culpa de los contagios y las muertes a la protesta social, llamando incendiario a Petro e incapaz de reconocer que la aplicación de la vacuna en Bogotá está resultando un desastre: este servidor tuvo que esperar el pasado sábado cinco horas antes de recibir mi vacuna de Pfizer. La fila era descomunal. La aglomeración era grosera, como la que tienen que padecer cada día los bogotanos en un sucio vagón de Transmilenio.
Vamos para la mitad de la alcaldía y aún no sabemos que Carajos es Claudia. Lo único cierto es que pueden votar tranquilos por ella ya que no representa ningún peligro para las podridas instituciones colombianas.