Estamos ante un momento histórico de replantar los modelos del ejercicio de lo público, de lo empresarial, de lo ciudadano y de las instituciones en la manera en que orientan la función pública. Así mismo, de cambiar los contenidos académicos en las universidades para que estén conectados con las necesidades empresariales presentes y las tendencias de las nuevas generaciones.
En general, todos los actores que convergemos en esta sociedad estamos llamados a “nuevas formas”, porque la ruta que llevábamos por muchos años nos trajo el resultado de “estallido social” presente recordado por los jóvenes desde todas sus diversidades y expresiones. Un inminente estallido social que fue ocasionado por los bloqueos. Pero no se dio a causa de la “Resistencia”; fue producto de la gran inconformidad ciudadana con muchas políticas públicas desconectadas de las realidades, inequitativas, y de las decisiones de los gobiernos nacional, departamental y municipal, así como de las prácticas de un gran sector del empresariado.
En esta coyuntura, es indispensable que el empresariado principalmente grande se conecte con la realidad de los territorios, de las comunas. En que se reconfigure un modelo empresarial más social e inclusivo desde el lenguaje, con gestos y acciones que tiendan lazos de confianza, y orientado a la incidencia política y social, de la mano con los diferentes grupos poblacionales, de las comunidades; articulados en la vigilancia o veeduría de los recursos públicos y buenas prácticas empresariales con la comunidad y el entorno natural.
Este instante nos hace un llamado, por ejemplo, a nuevas formas desde el lenguaje: escucha activa, ajustar los términos, guardar calificativos, libre de estigmatización sin caer en generalizar, libre de señalamientos o cuestionamientos; un lenguaje inclusivo, con respeto y multicultural. Es menester continuar movilizando la palabra, las ideas; pero con un lenguaje empático.
Además, son fundamentales las nuevas formas de hacer las cosas colectivamente desde la construcción de confianza: con actos o gestos para sanar, poniendo la vida por encima de toda discusión; aprender a escuchar a otros no para responder, sino para comprender;
construir con las comunidades por medio de diálogos con encuentros en el territorio para conocer sus necesidades; entender sus dinámicas y los contextos; creer en el amor, la paz, el perdón, la reconciliación.
Espacios para mirar a los demás desde el ser, con una apertura que permita empezar a trabajar desde abajo, no solo en el escritorio; espacios en los que las comunidades puedan interpelar porque quieren ser escuchadas, reconocidas e incluidas, así como nuevas formas de incidencia social y política: definiendo espacios permanentes de diálogo, retroalimentación entre los empresarios y la sociedad
civil en general. Espacios continuos para contar y hacer veeduría de avances de los procesos, que hagan avanzar en agendas comunes para resolver necesidades estructurales de tipo económico, político, social y ambiental en el inmediato, corto, mediano y largo plazo.
Son vitales escenarios donde primen las nuevas formas de lenguaje, de construcción de confianza e incidencia política y social conjunta. En términos más específicos, que al interior de las organizaciones haya seguimiento a las cuotas de contratación de los diferentes cargos para asegurar en el talento humano la inclusión de mujeres, grupos étnicos, jóvenes, y no solo para labores operativas, sino también en funciones estratégicas y de toma de decisiones; revisiones y actualizaciones periódicas de perfiles de cargos y requisitos para la flexibilización en procesos de contratación laboral y formalización de empleo.
En términos de bienestar ocupacional, activar programas para el desarrollo de habilidades sociales por medio del deporte, arte y cultura; programas de apoyo para abordar problemas psicosociales de los empleados, fomentar capacitaciones de habilidades blandas
y duras. En general, más conexión con el territorio y con las comunidades permitirá sincronía entre las necesidades y la oferta, dar la oportunidad a las poblaciones ubicadas en los perímetros de las empresas y entender la importancia de la inclusión en términos de género, grupos étnicos y poblacionales.
De igual manera, apoyar el fortalecimiento de las acciones de los gremios que representan a las empresas de los diferentes tamaños, especialmente a las micro y pequeñas empresas, ya que esta población suma el 96 % del tejido empresarial (Ministerio de Comercio Industria y Turismo, 2020) y aporta el 70 % del empleo, con una incidencia mayor en jóvenes, para que estos lideren con sus bases empresariales y promuevan nuevos modelos de inclusión de género, étnica y poblacional.
E igualmente, por medio de los gremios, con apoyo de las cajas de compensación y las bolsas de empleo, construir rutas de empleabilidad con enfoque diferencial y de inclusión en general. Además, son urgentes las estrategias de orientación o acompañamiento desde los gremios para que los emprendedores, las micro, pequeñas y medianas empresas accedan a las ayudas del gobierno, pues muchos empresarios mipymes están sensibilizados con la situación actual, pero no pueden ayudar porque no cuentan con el músculo financiero para mantener la operación, dado que después de que venían dando pasos para recuperar su productividad a causa de la pandemia se atravesó el actual paro indefinido.
Finalmente, es indispensable el impulso, en conjunto con los gremios, de políticas públicas diferenciales con enfoque de género, étnico, poblacional (jóvenes) con beneficios tributarios para promover y continuar recuperando a los emprendedores, la micro y pequeña empresa, que en un gran porcentaje no son objeto de acceso a apoyos del gobierno o banca tradicional y son grandes generadores de empleo.
