El 31 de diciembre de 2019, el mundo entero esperaba la llegada del año nuevo, mientras China empezaba a combatir contra una extraña neumonía viral causada por un microorganismo desconocido. Ninguno de nosotros se imaginó que en menos de tres meses, nuestras vidas cambiarían por completo. El aleteo de las alas de una mariposa, al otro lado del mundo, tiene consecuencias fatales. El coronavirus llegó rápido. El constante flujo de tráfico aéreo lo llevó hasta Europa, y luego, a Norteamérica y América Latina.
La última gran pandemia de proporciones apocalípticas la vivió el mundo en 1918, con la gripe aviar conocida como “española”, un virus de la misma familia del H1N1, que en 2009, también forzó a la declaración de pandemia, pero con menos despliegue mediático alrededor del mundo que la actual. La pandemia del coronavirus ha alterado cada vida. Muchos han visto afectada su salud, sus finanzas, sus relaciones, pero nadie ha dejado de ser tocado por los efectos de éste microorganismo.
El temor al contacto físico, que antes era despreocupado, con besos, abrazos, comidas y reuniones donde todos compartían un trago de la misma copa o soplaban el ponqué de cumpleaños al mismo tiempo, ha acrecentado la distancia. Las palabras más buscadas y mencionadas ahora son tapabocas, guantes, alcohol, gel antibacterial, virus, gripa, vacuna, etc. Hoy hay temor a cosas que antes eran superfluas y a que parecían insignificantes y hasta ridículas: tocarse la cara con las manos sucias, contar billetes, comer en puestos callejeros, besarse, darse la mano, abrazarse. Todo esto ya es potencialmente mortal.
El virus ingresa principalmente por nariz y boca o por contacto con superficies contaminadas por la saliva o fluidos de alguien enfermo. Conviene tomar distancia mínima de dos metros y usar el tapabocas. Lavarse las manos con agua y jabón o aplicarse alcohol gel en caso de no contar con los dos primeros. Este ensayo general del juicio final, pondrá a prueba la capacidad de resistencia de todos. El teletrabajo es una realidad que, para muchas personas, hasta hace un par de meses, parecía algo utópico. De la misma manera, el dinero electrónico y las transacciones virtuales, son hoy una realidad y el dinero real, por su condición de vector de transmisión del virus, podría pasar a ser una antigualla con una aplicación que permitiera pagar en cualquier comercio con solo un clic.
La dependencia de una conexión constante para trabajar y relacionarnos mientras dure el distanciamiento social es vital. Todas las complejidades de una situación extrema como esta, y que promete repetirse de acuerdo con nuestra tradición de explotación de la naturaleza y sus recursos, deben estar en los programas políticos de los aspirantes a cargos de importancia. La llamada economía de guerra, que parecía una reliquia de los tiempos de Churchill, cuando Hitler bombardeaba Londres cada noche, ahora se ha impuesto en el vocabulario de los gobiernos mundiales. Cada siglo se sucede una pandemia o un cataclismo histórico: guerras, plagas, quiebras económicas, catástrofes naturales. Ahora cuando vemos una fotografía de los años veinte de una pareja con cubrebocas, podremos entenderlos mejor. Estamos en sus zapatos. En cien años, en la internet, se verán fotografías de la pandemia del coronavirus 2020 y alguien sentirá la misma impotencia y desamparo.