¡Que caigan las máscaras!

¡Que caigan las máscaras!

"Ante la orden de captura en contra de Álvaro Uribe Vélez, sus seguidores y detractores muestran su peor cara"

Por: Fernando Camargo Navarrete
agosto 05, 2020
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¡Que caigan las máscaras!
Foto: Facebook @CeDemocratico

Ante la lejana e ilusoria posibilidad de que Álvaro Uribe Vélez vaya a prisión por delitos relacionados con manipulación de testigos o cualquier otro y ante la orden de detención preventiva emitida por la corte, se presenta abiertamente a todos la verdadera cara de una importante porción de sus seguidores, colaboradores y patrocinadores.

Igual que un animal herido, dedican toda su energía a defenderse de lo que consideran un ataque al que ya han denominado como “el plan”. Es lo mínimo que se puede hacer y tienen todo el derecho, pero hay que revisar las estrategias de defensa. Cuando un animal (incluyendo al ser humano) se percibe herido o debilitado ante la amenaza, pero huir no es una opción inmediata, simplemente ataca. Muerde, aruña, patea, expulsa toxinas, muestra sus dientes amenazantes o usa cualquier mecanismo o estrategia que tengan a su disposición para sobrevivir.

Toda esa agitación y actividad para defenderse ha hecho hoy que en muchos uribistas la máscara se haya desplazado de su lugar o incluso haya caído al suelo quebrándose estruendosamente; una máscara que pretende dejar una impresión de honorabilidad, de apego a las normas, de respeto y temor a Dios, de bondad, de amor por la vida, de afinidad con los principios y valores que hacen una sociedad de bien, etcétera... pero finalmente nada más que una impresión que se queda en el rostro, pues las acciones y discursos reflejan otra cosa.

Hoy podemos ver claramente cómo es el talante de muchos quienes llaman incendiarios a otros pero terminan usando amenazas de incendio; de quienes acusan de asesinos pero hoy amenazan con asesinar; de quienes hablan de respeto pero no tienen problema en pasar por encima de la humanidad de otros; de quienes hablan de derechos en democracia, pero no tienen ningún problema en que se imponga la ley a punta de plomo; de quienes se refieren a otros como terroristas, pero que hoy se despachan con todo tipo de amenazas para generar miedo; de quienes arguyen la razón y el buen juicio, pero no son capaces de salir de conceptos y discursos obedientemente aprendidos, ni de esgrimir argumentos en vez de insultos o de adjetivos despectivos propios de niños de primaria; de quienes se escudan en la justicia, la equidad y la verdad, pero atacan todo lo diferente y se rehúsan a aceptar más de una manera de contemplar la realidad…

Hoy podemos ver el talante de muchos que tras la retórica de una sociedad sana y equilibrada, cultivan, promueven e implementan todas las prácticas y creencias que más daño le han causado a la humanidad a lo largo de la historia. Extremismo, fanatismo, propagandismo, guerrerismo, terrorismo, y muchos otros “ismos” es lo que respira y traspira hoy el país, empapando así las defensas y ataques relacionados con el señor Uribe en la calle, en los espacios de opinión, en las casas, en los corazones.

Nada nuevo, eso es de todos los días y viene de todos los lados… de quienes abogan por el acusado, como de quienes lo quieren ver hundido en una celda de por vida; de quienes argumentan, al igual de quienes solo insultan; de quienes creen que un político puede llegar a ser algo así como un dios, tanto de quienes consideran que este país lo último que necesita son caudillos y así con un largo etcétera. Lo que es innegable hoy es que la intensidad de odio está por las nubes.

Hoy, muchos se sienten viviendo un “momento de efervescencia y calor”, pero yo hoy percibo el país como cualquiera de esos estados beligerantes del medio oriente que tanto sonaban en las noticias de los años 80, cuando era niño y de los que no tenía la menor idea, pero aun así me quedaba claro que se estaban matando unos a otros y que el cinismo era el mismo desde todos los bandos.

Pero la farsa de tantos uribistas es tan decepcionante como ver a defensores de delincuentes confesos del otro lado (o que no hay ninguna duda ante la justicia de que lo sean) y que no han pagado de ninguna manera por sus delitos, que hoy se pavonean orgullosos celebrando una falsa victoria, usando palabras como justicia, respeto de la ley, verdad y democracia. A esos que hace mucho se les cayó la máscara, pero que hoy, en vez de sonrojarse un poco, sacan pecho celebrando su impunidad.

Hoy los extremistas, fanáticos, propagandistas, guerreristas, terroristas y demás del otro lado juzgan a los defensores del señor Uribe por violar leyes sanitarias al salir a protestar, pero seguramente si la cosa fuera con Gustavo Petro estarían en lo mismo (y hasta peor). Hoy hay muchos que se burlan ingenuamente de los uribistas, como si la izquierda colombiana hubiera tocado el cielo con las manos y de un día para otro se esfumara su némesis. Hoy hay muchos que desde un lado denuncian “bodegas” de derecha, pero que sus comentarios y opiniones son tan vacíos y libreteados como los que generan las sospechas desde el otro lado que tanto critican.

Me gustaría ver si esos extremistas ilógicos que también exigen de lo que no dan no estarían hoy acudiendo a las mismas estrategias de sus “opositores”. Hoy muchos se sienten jueces, pero como siempre, solo de los delitos de los otros. Todos mienten y todos tienen algo que deber. Por eso este momento es tan importante señores y señoras que hoy celebran desmedidamente: esto no es un logro de un sector de la sociedad en particular; y esto no puede quedarse en una acción contra un partido político o un personaje en especial, sino que debe ser el inicio de una justicia real y para todos.

Esta “guerra civil”, que más parece una pelea de niños de guardería (por la calidad de los postulados) pero que alimenta espantosamente la violencia y la desesperanza, no va a terminar hasta que no seamos objetivos y aprendamos a centrarnos en lo esencial: la corrupción, la mentira, la sed de sangre, el inmediatismo y la inhabilidad para salir de nuestra burbuja personal son el enemigo… no un político ni sus seguidores. Pero como sigamos así, en este país solo quedarán enemigos y algunos pocos que seguirán riendo viendo desde arriba como nosotros damos vueltas en círculos viendo guías y caminos donde solo hay ciegos y laberintos.

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