Según Petro, el objetivo de sus opositores es darle un ‘golpe blando’.
¿Qué debemos entender por eso?
En principio se supondría que es sacarlo de la presidencia sin que medie la violencia. Encontrar argumentos diferentes a la intervención militar para tumbarlo, ya sea por vía de fallos judiciales o por procesos políticos que lleven a su destitución.
Los opositores a su turno alegan que el discurso de Petro del ‘golpe blando’ es para justificar una especie de golpe de Estado que él pretende para quedarse en el poder indefinidamente.
Ninguna de estas opciones parece posible, o por lo menos lógica: parece imposible sacar a Petro sin completar un golpe de Estado que elimine la normal sustitución por Francia Márquez y sin que cambie el programa de gobierno en desarrollo.
Parece imposible que Petro pueda imponer un mecanismo que se salte todo el orden institucional sin acudir a la fuerza
E igualmente parece imposible que Petro pueda imponer un mecanismo que se salte todo el orden institucional sin acudir a la fuerza.
Así las cosas, estaríamos ante un impase que implicaría por un lado o por el otro una interrupción del orden institucional y constitucional, lo cual a su turno parece imposible de forma pacífica.
Pero, ¿cuál es el origen de este impase?
Petro ganó unas elecciones; las ganó con un plan de gobierno; y el plan de gobierno fue elevado a Ley de la Republica en el Plan de Desarrollo aprobado por el Congreso.
La oposición no quiere que este se implemente. El camino que ha encontrado es el sabotear las iniciativas que presenta el equipo de gobierno (puesto que tanto por lo arriba señalado como por lo que afirman, no están en el intento de un golpe blando).
Pero entonces, ¿qué es lo que esperan?
Es claro que lo que desearían es que Petro adelantara los programas de gobierno que ellos defienden. Pero a todas luces no se puede esperar o aspirar eso.
En la medida que no encuentran salida constructiva se contentan con conseguir que no haya gobierno. En ese sentido los líderes de la oposición, en especial los opositores de cualquier cambio, han tenido bastante éxito.
Pero si lo que critican es que Petro ‘polariza’ al país (o ‘incita a la lucha de clases’) basta ver lo que circula en las ‘redes’ para constatar que dónde más ánimo venenoso hay es en lo que se ha inculcado a quienes de antemano estaban en contra de su elección como presidente.
De hecho, la elección misma fue una especie de plebiscito a favor o en contra de Petro puesto que el opositor nunca fue viable por su propio peso. Si once millones de votos consiguió Rodolfo Hernández fue en su mayoría de quienes estaban contra Petro. Concitar a los mismos para que se manifiesten no es difícil ni significativo.
Pero fuera del odio respecto a la persona de Petro (recuérdese que el odio es un veneno que envenena a quien lo siente) no se entiende bien qué quieren respecto al gobierno y a lo que se debe o puede adelantar respecto a las reformas que todos reconocen que se requieren.
La centralización en la persona y la personalidad de Petro ha permitido y propiciado que nos desentendamos de la necesidad de concretar en alguna forma los cambios por los cuales se pronunció la población.
Decir que las propuestas o lo que dice Petro en sus discursos son sofismas de distracción es volverlos eso; es centrarse en ello para descalificarlo a él en vez de controvertir o proponer alternativas que sean conciliables con el programa de gobierno escogido y aprobado según las reglas de nuestra ‘democracia’.
